Capítulo 33

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Pasé el resto de la tarde leyendo. Terminé Orgullo y Prejuicio y decidí que Elizabeth Bennett era una tonta. Se había enamorado de Darcy sólo porque él hacía cosas buenas a escondidas. ¿Eso arreglaba el hecho de que había sido un imbécil con ella todo el tiempo?

Ella debería haberse casado con el hombre que se estaba apoderando de la propiedad de su padre. De acuerdo, él era su primo. Eso era un poco asqueroso. Pero era un hombre agradable. Probablemente no demasiado feo. Cortés. Y, al final, lo suficientemente bueno para la amiga de Elizabeth. Para mí parecía que Elizabeth era un poco snob. Ella y Darcy eran un poco tontos. Pero quizás ese era el punto. Que se dieran cuenta del error de sus snobismos tontos justo a tiempo. Y Darcy arreglando todo por la hermana de Elizabeth sin que nadie lo supiera fue muy genial. De acuerdo, quizás fue un poco romántico después de todo. No podía culpar exactamente a Jane Austen por ser una romántica. ¿Qué diablos podía hacer en aquel entonces para divertirse?

El domingo, aplacé el llamar a Matt sobre nuestra carta de disculpa tanto como pude. Cuando finalmente decidí hacerlo, mamá apenas estaba colgando el teléfono en la cocina mientras revolvía una olla burbujeante de albóndigas y salsa para la cena. Pasta y albóndigas eran mis favoritos. Sería una concesión agradable haber tenido que hacer esa estúpida carta. Mamá dijo: ―Genial. Todo está listo. Te veo mañana. ―Y colgó. Le pedí el teléfono y lo llevé a mi habitación por privacidad. No le había dicho a mis padres sobre estar en problemas en la escuela, y no planeaba hacerlo.

Marqué el teléfono de Matt. Él contestó. ―¿Hola?

―Hola, Señor.

―Hola, Princesa. ¿Llamando por la carta?

―Sip.

―Oye, escuché que estuviste con Gravano ayer ―dijo.

―¿Cómo supiste?

―Tengo espías por todas partes ―dijo―. ¿Están saliendo?

Mi estómago se encogió en una nuez cuando me di cuenta que no podía decir sí. —No lo sé. Quiero decir... no. No lo sé. Supongo que no. No.

―Deberías ―dijo Matt―. Gravano es un buen chico. Mucho mejor que ese idiota de Pablo Rodríguez.

―Sin bromas ―dije.

―Traté de advertirte. Micaela no puede soportarlo. Dice que él es un bastardo egoísta. No deja de coquetearle, no comprende que ella es MI novia.  ―Reí por lo posesivo que sonó, pocas veces lo vi en ese estado. Bueno, ahora lo estaba oyendo, de igual forma era gracioso. 

―Eso he oído ―dije.

―Escucha, ¿qué vamos a escribir para esta carta?

―No sé. Cada vez que pienso en disculparme, me enojo. No hicimos nada mal. Técnicamente.

―Entonces no vamos a escribir eso ―dijo.

―¿Qué? ¿Simplemente lo dejamos?

―Sí. Que se joda la carta. ¿Cómo pueden evitar que nos graduemos? Nuestros padres aumentarían aún más el infierno. Dios, tu mamá probablemente lograría que la Directora Miller fuera despedida y ella lo sabe. No doy ni una maldita cosa si fallo educación matrimonial. No me arrepiento de nada de lo que sucedió. Ellos fueron los que nos forzaron a hacer esto.

―Y creo que hicimos un maldito buen trabajo considerando lo mucho que nos odiamos ―agregué―. Tampoco me arrepiento de nada.

Matt rió. ―Realmente no me arrepiento por la muñeca inflable.

―Y no me arrepiento por el perro caliente. O tus pantalones embarrados. Estoy un poquito arrepentida por el anuncio falso, pero sólo porque Gonza se metió en problemas.

Educación para el matrimonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora