treinta

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Nota de la autora:

Creía que me iba a costar mucho editar este capítulo pero después de releerlo una sola vez he quedado bastante satisfecha^^ Espero que os guste x

*




Se desató la guerra en medio de un océano donde los cuerpos de dos amantes flotaban, libres de angustia, libres de dolor. El mar había dejado de verse azul, y ahora se veía del color del amor.

Y pronto se teñiría de rojo.

Las piezas de ropa desparramadas por el suelo fueron arrastradas y elevadas del suelo como si un tornado estuviera llevándose la casa. Los gritos en el exterior eran aterradores; bramidos, rugidos, chillidos humanos e inhumanos, el olor a muerte, la presencia de todo a lo que Harry y Louis habían temido alguna vez...

Louis se pasó el jersey por la cabeza y Harry terminó de abrocharse la camisa, pasar los botones por los agujeros se había vuelto una de las cosas más difíciles de su vida y el hecho de que sus manos sudaran no ayudaba. Maldijo por lo bajo pero un chirrido estridente le hizo levantar la cabeza. Louis acababa de aferrarse a su brazo y le clavaba las uñas en la carne.

Frente a ellos, no demasiado lejos para que las ramas les bloquearan la vista, un gigantesco árbol se inclinaba hacia un lado. No mucho después, el tronco se partía por completo y la parte superior del árbol se estrellaba contra el lado izquierdo del bosque, aterrizando sobre otro montón de árboles a quienes les abrió heridas en el cuerpo y les hizo sangrar.

Entonces se escucharon las risas, y ellos lo supieron.

―Están aquí―susurró Louis.

Todo calló de repente. El silencio se filtró entre matorrales y grietas en el suelo, nubes en el aire y resquicios de agua en las gotas de los árboles. Harry y Louis fueron incapaces de moverse durante un minuto.

Una mata de pelo y ropas sucias y verdosas voló por los aires y aterrizó frente al arco con un golpe tortuoso. Un castor luchaba por su vida mientras era atacado por un duende de rostro demacrado y arrugado, de dientes amarillos y pelos negros encrespados y gruesos. El duende clavó los dientes en uno de los brazos del castor y tiró con fuerza, arrancándole un chillido estremecedor y un pedazo de carne. De la herida se deslizaron gotas de sangre, impregnando de rojo oscuro su pelaje marrón.

Harry echó a correr hacia él y Louis fue detrás. Harry apartó al duende con las dos manos, echándolo hacia atrás y provocando que cayera sobre hojas secas y tierra. El castor se arrastró hacia atrás e intentó ponerse en pie torpemente. Louis se disponía a ayudarlo, pero el duende saltó con furia y se echó sobre Harry, arañándole la mejilla izquierda. Louis lo agarró por la diminuta y desastrosa chaqueta llena de mugre que lo cubría y sin compasión alguna, utilizó toda su fuerza para lanzarlo contra el tronco de un árbol. Se escuchó un ruido parecido al que hace un hueso cuando se rompe, pero el duende se puso en pie en cuanto cayó al suelo. Separó las piernas e inclinó la cabeza, observándolos por debajo de las pestañas negruzcas y con las cejas arrugadas. Murmuró algo incomprensible, sacudió la cabeza como si estuviera poseído y echó a correr en dirección contraria. Harry y Louis no apartaron la vista hasta que desapareció por completo en la lejanía, y aun así siguieron con la mirada allí clavada durante unos instantes. El castor gimió, y ambos regresaron su atención a la pequeña criatura que apenas les llegaba a las rodillas.

Sus ojos estaban húmedos, su pelaje grasiento y lleno de trozos de hojas y ramitas, la herida en su brazo dolía con solo verla.

―Están aquí, ¿verdad? ― preguntó Louis.

Mariposas Perdidas | Louis & HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora