inédito

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Se había desatado una lucha por el control que se presentaba como un sin fin. Los dos cuerpos rodaban sobre el colchón presos de una pasión descomedida y desbocada. Respiraciones agitadas y manos inquietas. La madera de las paredes gemía y el suelo se hundía. Se tiraron del pelo y se mordisquearon la boca. Louis empujó a Harry por los hombros y lo obligó a permanecer bajo él, pero Harry no estaba dispuesto a ceder tan buenamente. Levantó las piernas, agarró a Louis por las posaderas y con movimientos ágiles lo colocó en su sitio, dedicándole una sonrisa blanca y traviesa. Louis volvió a empujarlo por los hombros y Harry reculó, poniéndose en pie. Louis también se levantó. Harry dio cinco pasos atrás y se detuvo en el otro extremo del ático. Se miraban fijamente, ambos sonriendo como niños pequeños cómplices de una travesura. Louis caminó hacia él, midiendo sus pasos y calculando cuán rápido estaría latiendo el corazón de su amado con cada centímetro de menos que los separara. Cuando llegó a él, veloz como un ave, lo atrapó por la costura de la camiseta y tiró de ella, hambriento. El sonido de la risa de Harry se coló en su interior y se filtró por las arterias, directo a su corazón. Podían quitarle todas sus posesiones, podían quitarle el aire y la esperanza, las ganas de vivir; podían arrebatárselo todo, pero no la risa de Harry. La risa de él no, nunca.

El corazón le bombeaba magia. Harry besó a Louis, ahuecándole las mejillas en sus grandes manos, no queriendo perderse un centímetro de él. Aunque no estaba satisfecho aún, le dio la vuelta, haciéndole virar sobre sí mismo, e inmediatamente Harry procedió a besarle el cuello, apartándole los mechones castaños y acariciándole el cabello. Los ojos de Louis se cerraron instintivamente, y su cabeza se echó hacia un lado para darle más acceso a los labios de Harry, que benditos fueran, dejaban fuego allí por donde pasaban.

Se agachó, le levantó la camiseta y Harry procedió a admirar cada milímetro de su espalda, cada hueco, cada mancha y cada marca. Sus labios eran esclavos de la suavidad de su piel, una tez parda que podía competir con el brillo del sol. Tiró de los pantalones y dejó un beso en el inicio de la línea que separaba sus posaderas, Louis gimió. Se mordió el labio y apretó los puños. Se quitó la camiseta. Se volvió y Harry le plantó un beso entre los pectorales. Él le besó su ombligo. Le acarició la mejilla y Harry se recostó en su mano, perdido en el calor.

Mi casa.

Nunca lo habían tocado así, y no quería que dejara de hacerlo. Aquella manera de amar le hacía volar, y a Louis le encantaba ver una escena tan adorable: Harry derritiéndose en sus manos. Le pasó el pulgar por la barbilla y le dio un golpecito en la nariz. Mientras lo acariciaba como a un gatito, Louis intentó deshacerse de sus zapatos dando pequeños saltos, gesto que terminó en Louis cayendo sobre Harry y ambos sobre el colchón.

Entre carcajadas y mordiscos se deshicieron de los zapatos y de los pantalones, y antes de volver a convertirse en un esclavo de su cuerpo Harry tomó las riendas de la situación.

―Túmbate bocabajo, Louis.

Sus dedos se volvieron pinceles y dibujaron mariposas sobre la espalda de Louis. Mariposas libres, hadas y enredaderas que crecían de las raíces procedentes de sus huesos. Huesos de un príncipe que creció para convertirse en rey.

Se embelesó durante minutos en el lienzo en blanco que era su espalda, lo convirtió en su espacio de trabajo y lo pintó con los labios, con los dedos y con la nariz. Atrapó el hueco entre el cuello y la clavícula y clavó los dientes tiernamente, como haría un cachorro, y mientras lo hacía hizo un dibujo sobre uno de sus omóplatos.

―Una flor―dijo Louis.

Harry apretó más los dientes contra su carne. Trazó otro dibujo.

―Una sonrisa.

Harry mordisqueó con fuerza una última vez. Louis rugió e hizo fuerza con la mandíbula.

Mariposas Perdidas | Louis & HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora