ocho

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     Las semanas comenzaban a tornarse monótonas, algo que a Harry le aterraba. Ver que el tiempo pasaba y que su existencia se reducía a algo miserable porque no podía moverse e ir a conocer mundo lo agobiaba tanto que, después de volver a casa el domingo tras ser despachado del lugar más magnífico que hubo encontrado jamás, los descansos que tenía durante el trabajo se incrementaron de quince minutos a media hora. Henry le advirtió varias veces que había gente esperando en el mostrador para ser atendida. Harry se sentía fuera de lugar. ¿Por qué? Si aquello era lo que realmente le gustaba: La fotografía. ¿Qué había cambiado?

     El viernes por la mañana, después de una rutinaria semana, se encontraba inclinado sobre el mostrador, sujetándose la cabeza con un puño y con los codos apoyados contra la cristalera. Movía los dedos de la mano izquierda de arriba abajo, resiguiendo las siluetas del material que se encontraba dentro de la vitrina. Henry había salido a hacer un par de recados y lo había dejado a cargo del establecimiento durante una hora.

     ―Tenemos que hablar.

     Harry levantó la cabeza y trastabilló hacia atrás al encontrarse con las duras facciones de Louis. Un par de segundos después de recomponerse, frunció el ceño. Louis se detuvo junto al mostrador, inexpresivo como una estatua. Vestía con unos jeans oscuros y ajustados, una camiseta blanca cubierta por una camisa azul y unas vans. Hacía varios días que no se afeitaba.

     ―¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar estudiando? ―preguntó Harry trastornado.

     Louis masculló una maldición para sí, apartando sus ojos de él sólo por unos segundos.

    ―Tengo el día libre―contestó secamente. Sacó las manos de los bolsillos de la camisa―. Tenemos que hablar―repitió.

     Harry parpadeó e intentó relajarse. Louis sería probablemente lo más interesante que le pasara ese día. Lo mínimo que podía hacer era aprovechar el momento. Si la situación iba a ponerse crítica, ya habría valido la pena ir a trabajar ese día. Su cuerpo necesitaba algo de adrenalina. 

    ―Si es por lo que ocurrió la semana pasada…

    ―Es obvio que es por eso―Louis casi soltó una risita irónica.

   ―Mira―Harry levantó una mano―, yo nunca quise… Si hubiese sabido desde el primer día que…

     ―Sé que tienes fotos―lo cortó. Sonrisa desaparecida.

    Harry arrugó el entrecejo.

    ―¿Qué quieres decir con eso?

    ―No espero que lo entiendas. Sólo necesito que elimines cada una de las fotos que hiciste en ese lugar.

    Louis no se andaba con rodeos. Fue una orden dura y severa, cortante como la hoja de una cuchilla. Harry tuvo el impulso de esconderse en su caparazón, pero optó por mantenerse en su lugar y enfrentarse a la situación.

    ―¿Por qué?

    ―Es un lugar escondido. Nadie puede saber que existe. Ya es suficiente terrible que lo sepas .

     ―Nunca haría nada que pudiera perjudicar un sitio así―se defendió el joven―. No soy el enemigo, Louis. Amo la naturaleza. Ese lugar es hermoso y…

     Se detuvo.

     Su mirada penetró en los ojos de azules del sujeto que tenía frente a él y una corriente de aire lo envolvió, poniéndole la piel de gallina. Lo que vio le asustó, pero a la vez le maravilló. ¿Qué era aquello que ocultaban los ojos azules? ¿Qué era aquello que acababa de ver al final del túnel?

Mariposas Perdidas | Louis & HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora