diez

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Nota de la autora:

     ¡Acabo de escribir el capítulo 10! Yaay, estoy muy contenta. Al ser cortito lo he podido escribir antes de irme a dormir. No está editado, pero algo es algo. Espero que dejéis muchos comentarios y votos para compensar el hecho de que hoy viernes he subido dos capítulos seguidos, y a pesar de que éste es muy corto en comparación a los últimos, creo que deja la novela en un punto muy intrigante. Espero vuestras opiniones al terminar de leer el capítulo ^^

     Oh, y el capítulo 9 y éste también van dedicados a Alec, por sus maravillosos mensajes, tan alentadores y hermosos, y por esa ola de inspiración que me envió con sus palabras. Espero que los disfrutes, cielo :)

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     Louis dejó caer el martillo una última vez y se alejó para contemplar la obra de arte que le había llevado horas crear.

     El banco estaba hecho con maderas caídas que él y Harry habían encontrado durante el trayecto al bosque. Con una sierra que había en la cabaña cortaron la madera y la pulieron. Antes de salir de casa esa mañana los chicos pararon en una ferretería para comprar clavos y un par de martillos,  después de horas bajo el sol del atardecer y de gotas de sudor bañando sus cuerpos tenían su primera silla, una mesa y un banco.

     Los distribuyeron de manera que quedaran alrededor y cerca de la casa. El banco junto a un árbol de tronco viejo y gigantesco y la mesa y la silla bajo la pasarela de la casita.

     Eran los primeros de muchos muebles. Harry estaba tan satisfecho con el trabajo que habían hecho entre ambos que se dedicó a dar saltitos alrededor de Louis hasta que éste lo cogió por los hombros y lo paró.

     ―Deberíamos hacer una entrada de piedra.

     ―¿Y dónde encontramos las piedras? ―Harry se pasó la mano por la frente para retirar el sudor que allí brillaba. Llevaba el pelo recogido en un adorable moño y las mangas de la camiseta recogidas hasta los hombros.

     ―Hay una montaña de piedras no muy lejos de aquí. Podemos ir a buscarlas y traerlas y montar una especie de arco, ¿no crees?

      ―¿Para marcar nuestro territorio o algo así?

     ―Sí, exactamente.

     ―Suena bien. ¿Por qué no?

    Pasaron la próxima hora transportando los gruesos pedruscos de un lado a otro. Eran pesados y más grandes de lo que Harry imaginó que serían, pero todo tiene su parte negativa y su parte positiva, ¿no es así? La balanza siempre está equilibrada. Para Harry valió la pena hacer el esfuerzo de su vida al explotar sus brazos porque tuvo la maravillosa y tentadora oportunidad de ver a Louis William Tomlinson cubierto de sudor y cargando peso, lo que hizo que se le marcaran los fuertes bíceps a través de la camiseta, algo que dejó sin aliento al rizado.

     Concéntrate en las piedras, se ordenó a si mismo al ver el bíceps derecho de Louis palpitar al levantar una nueva piedra. Como alguna piedra te caiga sobre los pies lo lamentarás el resto de tu vida.

     ―Hagamos una montaña aquí y otra aquí―indicó Louis.

     Entre una piedra y otra dejaron un metro de distancia. Terminaron las dos montañas cuando éstas median casi dos metros. Para rematar lo que parecía un arco romano al estilo británico “edición especial Harry y Louis” utilizaron lo que quedó del alambre que Harry usó para decorar la entrada  días atrás y unieron las dos columnas rocosas con flores que se enroscaban entorno al hilo de hierro y que colgaban de él como estrellas en el cielo.

     Hubo un minuto de silencio en honor al portal del reino.

     Louis se colocó a un lado e hizo un gesto reverencial con la mano, indicándole a Harry que podía atravesar el arco.

     ―Bienvenido a nuestro reino, Harry―dijo en tono cortés y jovial.

     Harry estuvo tentando a tomarle la mano. Ese “nuestro” mandó escalofríos hasta la parte más recóndita de su cuerpo. Sonriendo como un niño pequeño, pasó entre las piedras y vio el mundo tan fascinante que estaba creciendo por una amistad que se forjaba con cada momento, con cada palabra, cada mirada y cada roce.

     Louis entró detrás de él. Ambos tenían la mirada sobre su castillo, que se alzaba en todo su esplendor hacia el cielo, queriendo alcanzar el sol y la gloria.

     Louis ladeó la cabeza hacia la izquierda alertado por el ligero movimiento que percibió entre los árboles. Cogió a Harry de la muñeca y tiró de él hasta ocultarse detrás de un árbol.

     ―¿Qué pasa? ―preguntó Harry que no tuvo tiempo de asimilar la reacción de Louis.

     Louis esbozó una sonrisa pícara.

     ―Hay un ciervo a seis metros de aquí. ¿Quieres tocarlo?

     ―¿Un ciervo? ―sus ojos se agrandaron. Nunca antes había visto un ciervo― ¡Sí!

     ―Shh―Louis se llevó un dedo a los labios―. Debemos ser muy silenciosos y acercarnos con sigilo o de otro modo saldrá huyendo. Tienes que ser muy suave, Harry.

     El joven asintió frenéticamente.

     Louis dio un paso al frente. Sus dedos aún estaban enroscados alrededor de la muñeca de Harry y éste último decidió que si Louis no pensaba soltarlo, lo mejor es que avanzaran cogidos de la mano. Deslizó los dedos en busca de los de Louis hasta que su mano quedó encerrada en la de su compañero, que tiraba de él lenta y delicadamente.

     El ciervo sólo los miró durante un par de segundos antes de seguir comiendo. No los consideró sujetos peligrosos, lo que fue una buena señal.

     ―Extiende el brazo muy delicadamente― señaló Louis a Harry―, y acaríciale el lomo con amor hasta que se acostumbre y vea que no quieres hacerle daño.

     Harry hizo lo que se le indicó, y cuando su mano entró en contacto con la suavidad del pelaje del animal, quiso quedárselo como mascota y mimarlo de todas las formas posibles.

     ―Es muy suave―inquirió.

    Louis se movió al otro lado y le pasó los dedos por la cabeza. El animal cerró los ojos en un gesto de placer y dejó que lo acariciaran. Incluso tuvieron la oportunidad de darle de comer.

     Tras el período de tiempo con el ciervo, Harry y Louis regresaron a su reino, y una vez allí y después de prepararse dos bocadillos de nutella y merendar entre conversación y conversación, Louis se agachó junto a las estanterías donde estaban los libros y Harry se entretuvo mirando una revista de coches. Algún día tendría uno propio y recorrería el mundo siendo libre.

     Louis se desplazó de una esquina a la otra dando saltitos, como si fuera una rana yendo de charco en charco. En uno de esos saltos, la cartera escapó de uno de sus bolsillos traseros y cayó al suelo, sobre la madera, abriéndose como un libro y siendo ignorada por su dueño, que estaba tan absorto en busca de un libro que leer que no reparó en lo que acababa de perder.

    Harry se levantó y la recogió, tomándose unos segundos en los que no pudo evitar que sus curiosos ojos echaran un vistazo a las tarjetas del joven que se encontraban tras una tela semitransparente.

     ― “Acreditación miembro especial” ―comenzó a leer Harry con una arruguita en la frente― “Los Labios de Ven…

     Una mano pasó fugazmente delante de sus ojos y le arrebató la cartera.

     La mirada que le envió Louis cuando sus ojos se encontraron le heló la sangre, era tal la intensidad azul de sus ojos que Harry se mareó y tuvo que apoyar las manos en el suelo para evitar la caída.

     El joven de ojos azules guardó la cartera en el bolsillo del que había huido y se puso en pie, saliendo al exterior para no tener que enfrentarse a lo que acababa de ocurrir.

Mariposas Perdidas | Louis & HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora