veintinueve

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Cerró las cortinas bruscamente y se apoyó en uno de los muebles de la cocina para pensar. No podían salir. Estaban encerrados en el único lugar que para ellos merecía el nombre de hogar. Su propio ejército les impedía cruzar el portal. Kenya estaba en el otro lado y nada les hacía entrar en razón. Sus vidas eran más importantes que la de Kenya, o eso creían las criaturas en el exterior. Ellos eran los Reyes y a Harry eso le importaba un comino, por no hablar de lo que sentía Louis.

Impotencia, furia... Una jauría de sentimientos salvajes que se arremolinaban alrededor de su corazón. Quería destruirlo todo. No tenía nada por lo que sentirse contento consigo mismo, orgulloso, y si algo llegaba a ocurrirle a Kenya su mera existencia dejaría de tener sentido. Él no quería esto, no quería lo que estaba ocurriendo, nunca había querido nada de lo que había pasado. ¿Por qué la vida era tan injusta con él? ¿Era así también para los demás? ¿Entonces por qué valía la pena luchar? ¿Existía un final feliz? ¿Había luz al final del túnel? Él llevaba años sin verla, y comenzaba a dar por hecho que esa luz no existía, y que el túnel no tenía final.

―¿Cuánto tiempo crees que nos retendrán aquí? ―preguntó con la mirada clavada en las marcas sobre la madera del suelo.

―Se está librando una batalla y estamos en medio de ella. No lo sé―respondió Harry―, pero si no nos dejan salir al amanecer estaremos en problemas.

―Ya estamos en problemas―señaló al exterior―. No nos dejan abandonar la cabaña. ¿De qué sirve ser líder de un ejército si no hacen lo que se les ordena?

―No es un ejército corriente.

¿Y eso que se suponía que significaba? ¿Qué era diferente porque estaba formado de centauros, enanos y hadas? ¿Qué era diferente por qué no estaban cargados de armas mortíferas? ¿Qué luchaban por la libertad y llevados por el amor que sentían hacía sus majestades? Tonterías. Eran un ejército tan igual como el que volaba a Afganistán para luchar contra terroristas. Tan igual como esos que luchaban por la paz haciendo la guerra y como esas personas que follaban por la virginidad.

Louis regresó al ático, y en menos de dos minutos, los dibujos que dejaron desparramados por el suelo antes de salir al jardín en busca de Kenya, se convirtieron en trozos de papel, trozos de magia inundando el suelo de pedazos de obras de arte a las que se les arrancó el corazón.

―Louis. Louis, para. ―Harry intentó cogerle las muñecas, mas Louis se sacudió, rabioso.

No pudo más y se echó a llorar.

―No, Harry, no puedo. Estoy cansado. Estoy cansado de todo esto.

―Kenya estará bien.

―Tú no sabes eso.

―Intento ayudarte.

―Ya hiciste suficiente.

―Tú también.

―Si le ocurre algo a Kenya jamás me lo perdonaré.

Harry cogió a Louis por los hombros y lo empujó contra el colchón, donde cayó de espaldas con Harry sobre él. Nunca había sido demasiado bueno haciendo sentir bien a las personas, y nunca había estado en una situación así, pero tenía claro que Louis no estaba haciéndose ningún bien a si mismo al decirse esas cosas. Tenía que pararlo, y sólo se le ocurría una forma de hacerlo.

―Bésame.

―¿Qué?

Louis quiso echarse hacia atrás, pero el colchón no se lo permitió demasiado.

¿Había perdido el juicio? ¿Cómo le pedía eso justo ahora? Estaba llorando y tenía un gigantesco nudo en la garganta. Jamás había sentido tal grado de desasosiego. Quería arrancarse los pelos de la cabeza y lanzar piedra contra los seres que intentaban protegerlo, ¿y Harry quería que lo besara? ¿En que estaba pensando?

Mariposas Perdidas | Louis & HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora