Uno

199 18 14
                                    

El punto preciso de esto fue cuando tenía 6 años, una fiesta de las muchas que jamás olvidaré.

-¡Abuelo! - recuerdo que esa fiesta era de uno de mis tantos primos, en aquel entonces mi abuelo era mi mayor aliado y confidente, algo que sin importar el tiempo lo seguirá siendo

-¿Qué pasa micha?- me cargó sonriéndome con una confianza que no he podido encontrar ni en mis amigos más cercanos, diciéndome uno de mis muchos apodos familiares

-¿Ya dieron los dulces? - lo miré como si de su respuesta dependiera mi vida

-¿Creíste que no te guardaría?- dijo colocándome en el suelo soltando una pequeña risa, sacando de sus espaldas como si fuera algún truco de magia, una bolsa con dulces de distintos sabores

Llena de toda la inocencia y emoción que una niña pequeña puede tener, comencé a separar los dulces, eliminando los dulces picantes que hasta la fecha no soporto para nada, esto incluye a la comida picante en general.

Una señora de cabello chino, altura alta por sus tacones, vestida con una blusa color blanco y mallones negros, se acercó para ver aquella escena, sin embargo, en el instante que me vio con una bolsa de dulces, miró a mi abuelo con molestia, vi que trató de contener sus emociones relajando su rostro.

-Papá, sabes muy bien que Frida no puede comer esas cosas- dijo quitándome la bolsa

Mi mirada que antes tenía felicidad, ahora sólo demostraba tristeza y enojo, mi abuelo no podía soportar verme de esa forma ya que en una familia donde hay cuatro varones y una sola niña, yo soy una princesa

-Sólo son dulces hija, además, no creo que ocurra nada malo- le quitó la bolsa a mi madre para devolvérmela con una sonrisa muy sincera.

-Pero padre...- respondió mirándome de nuevo con preocupación -No quiero que pase lo mismo- sentí como el enojo se apoderaba de mi pequeño cuerpo, no quería que ese sentimiento se apoderara de mí, así que sólo me resigné a apretar los puños en mi vestido con la mirada en el suelo, perdida en los recuerdos de hace unos meses, mi abuelo miró a mi madre con algo de frustración

-Hija, eso sólo fue un accidente- mi madre lo interrumpió abriendo más los ojos por su enojo

-¡No! ¡No lo fue y lo sabes! Se escapó de casa con una cubeta llena de dulces, no quiero que algo así pueda volver a suceder- sin mirarme a la cara tomó la bolsa de mis manos, llevándosela a un lugar que sólo Dios sabe, mi abuelo me miró con lástima, yo por mi parte, decidí sentarme en una de las sillas alejada de todo y todos

-No te preocupes, seguro este viejo puede conseguirte algo- me sonrió sinceramente dándome palmaditas en mi hombro intentando alzarme el ánimo

Siempre le agradeceré eso.

FrisweetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora