Dos

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-¿Los traes Karen?- miré a mi amiga con fuego de deseo

-Aquí están...no entiendo porque te siguen gustando esas paletas- dijo mientras yo abría desesperadamente la paleta sin prestarle mucha atención a lo que me decía

-Sabes que mi madre sigue con eso de que no puedo comer más dulces- dije metiendo la paleta a mi boca, Dios esto es la gloria

-Supongo que si mi hija escapara con una cubeta llena de dulces, también le prohibiría eso- dijo mirando mi extraña forma de comer

-Ya te dije que no me escapé- dije con la paleta en mi boca

Aquella noche...Llegábamos de una de las tantas fiestas en las que daban cubetas llenas de dulces, ni tan grande ni tan pequeña, era perfecta para mí.

Mi mamá se fue al cuarto con mi papá, y por más que les pedía comer más dulces ellos me darían la misma respuesta.

-No, te dolerá el estómago, ve a dormir Frida- tomaron mi cubeta y vi como la dejaron arriba del refrigerador, algo dentro de mí se agitó, era como un impulso de correr y conseguir esa cubeta sin importar qué

Cuando me di cuenta ya estaba en mi habitación, acostada y con las luces apagadas.

Abracé a mi osito el capitán cupcake intentando dormir, sin embargo no podía hacerlo en lo absoluto. "Ve por ellos" dijo una voz desconocida, un susurro que se transformó en un eco fuerte, sabía que estaba mal, pero ese sabor en mi boca derritiéndose poco a poco, valía la pena.

Amarré mi cabello en una cola de caballo, la cual adorné con un moño rojo en honor a mi dulce favorito, me coloqué un suéter color azul marino que tenía una pequeña nave espacial bordada con hilo amarillo, unos pantalones obscuros y unos tenis, me gustaba llamarlo "El conjunto de acción".

Salí de mi habitación sigilosamente, volteando de un lado a otro dirigiéndome a la cocina, no sin antes revisar que mis pasos no hayan despertado a alguien más. Vi que todo estaba en orden, así que me acerqué al refrigerador evaluando las formas posibles en las que podría llegar a arriba. Miré a mi alrededor observando que en una de las esquinas, en el cuarto de lavado que se encontraba a un lado de la cocina, había una cubeta de ropa sucia lo suficientemente grande como para llevarme a mi objetivo, según mis cálculos claro.

No necesito ninguna linterna ya que tengo una habilidad que me permite ver en la obscuridad, siempre y cuando haya como mínimo un rayo de luz pequeño, muchos lo consideran algo imposible, pero yo no lo tomo así, ya que me he acostumbrado a hacerlo.

Me coloqué de puntas tomando la cubeta desde la parte de arriba, jalándola hacía a mi lentamente, de tal forma que hiciera el menor ruido posible, saqué toda la ropa colocándola en el lugar donde estaba esa cubeta. Una vez vacía, la voltee comenzando a empujarla, llegando al refrigerador en menos tiempo del que pensé.

Puede que sea extraño, pero juro que sentí algo, algo o alguien me observaba a través de la ventana al final del gran pasillo que era mi casa. Pensé que tal vez era mi mamá, pero no, cuando quise ver por la ventana; sentí un dolor muy fuerte para mi edad, como si me dieran un golpe en el estómago. Cerré mis ojos por el dolor, quise gritar pero el dolor se fue en un parpadeo así como todo a mí alrededor.

Al abrir mis ojos, ya no estaba en casa, estaba en un bosque con mucha obscuridad, aunque yo podía ver todavía, me comencé a preguntar, ¿Cómo había llegado ahí? Sin embargo, todas mis dudas se fueron al ver la cubeta con todos los dulces.

Una sonrisa inundó mi rostro, alejando todas las preocupaciones. De nuevo empezaba a sentirme observada, no podía actuar como si nada, así que decidí subirme a un árbol para, quizás para distraerme con las estrellas, que parecían ser mis únicas amigas en esta noche algo fría, con el pensamiento de que esa cubeta tendría los dulces necesarios para pasar la noche...¿Qué inocente no?

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