Catorce

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-Aren y Aarón- P.O.V

¿Tienen alguien que los comprende a la perfección?, ¿Qué sabe lo que sientes con sólo mirarte o escuchar los latidos de tu corazón? Creo que eso es la mayor ventaja que tengo al tener a Aren, mi hermano gemelo.

Desde pequeños siempre hemos estado unidos, en las buenas como en las malas, como buenos hermanos. A ambos siempre nos ha gustado jugar con la mente de las personas; ya saben, hacerles bromas confundiendo a la persona en cuestión, que siempre había sido nuestra madre, aunque ella siempre nos apoyó. A pesar de nuestras bromas, a pesar del abandono por parte de nuestro padre y los problemas de criar a un par de revoltosos, ella se mantuvo fuerte, firme, siempre cariñosa con nosotros, aun cuando las cosas iban mal, creo que eso fue algo que me enseñó, durante el corto tiempo de su vida.

Por lo que tuvimos que organizarnos, los sirvientes de nuestra casa nos enseñaron lo necesario para sobrevivir, ah sí, olvidé mencionar que somos una familia enormemente rica, pero tanto como mi hermano y yo, sabemos que el dinero no dura para siempre, así que tuvimos que crecer sin nuestra madre también, la rutina era:

-Levantarse, desayunar, obvio hecho por nosotros, lavar los trastes, ir al colegio ya que saliendo íbamos al hospital a ver a mama, llegar a casa a comer, estudiar y hacer tarea, bañarse, cenar, dormir-

A veces se volvía muy agotadora, sin embargo, ambos logramos sobrevivir a base de enseñanza, libros y la esperanza de que nuestra madre saliera del hospital, sana y salva.

Todavía recuerdo ese día, cuando nuestra madre nos dejó. No sabíamos que ese día iba a ser su último, me rio pensando que las últimas palabras que le dijimos fueron "Hasta mañana, mamá" ella sólo nos sonrió como siempre.

-Sean fuertes, A al cuadrado-esa frase nos la decía mucho cuando nuestro padre se marchó, recordándonos que si pasaba algo, teníamos a alguien a nuestro lado, mi hermano

Pasaron unas horas después de haber terminado la tarea mientras estudiamos, Caleb, uno de los sirvientes más cercanos a mamá, entró por la puerta del comedor.

-Joven Aarón, joven Aren- hizo una reverencia hacia nosotros, ambos nos pusimos de pie mirándolo fijo -Sé que no les gustan las formalidades, pero en este caso debo ser lo más formal posible...acérquense por favor- extendió sus brazos hacia nosotros que aún no sabíamos que pasaba.

Nos llevó a la enorme sala, indicándonos que nos sentáramos en uno de los sillones, se puso de rodillas frente a nosotros.

-Caleb, ¿Qué sucede?- dijo Aren dándome una mirada de temor pequeña

-Sé que sólo tienen once años... Pero tengo la pena de informarles- una lágrima se escapó, pero la limpió inmediatamente, poniendo una mano sobre nuestros hombros -La señora...ha fallecido...- mi boca se abrió tan grande como mis ojos, mi corazón se partía en miles de pedazos, segundos en silencio después, vi como Aren abrazo a Caleb llorando en su traje, no aguanté en hacer lo mismo, esa noche fue de luto.

Además de traernos un gran dolor, algo no estaba bien, la muerte de mi madre pareció afectar más a Aren, dejó de sonreír, dejó de vivir. Muchos no se daban cuenta de esto, pero hasta la más mínima flexión de su ceja, quería decir que algo no estaba bien. Un grito de su habitación me hizo despertar, en una noche como cualquiera.

-¡¡Aren!!- me levanté corriendo hacia su cuarto, al abrir la puerta Aren estaba gritando todavía -¡¡Está en el techo!!- se golpeaba su cabeza desesperado, lloraba, ¿Quieren saber lo curioso de todo esto? No había absolutamente nada en el techo, pero al ver a Aren así, mi corazón me dio tirones.

Lo abracé hasta que se tranquilizara, separándome de él lo mire a los ojos, como era de esperarse, agachó la mirada señalando un cajón. Baje de la cama dispuesto a hacer todo lo posible para ayudarlo, subí de nuevo con un cuaderno girando el lápiz esperando a que me contara. Sus manos temblaban un poco, no lo presionaría pero él sabe que soy muy curioso. Por fin, tomó aire.

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