La última vez que te vi fue en la noche de halloween.
Antes, cuando eras mi amiga, solíamos disfrazarnos y espantar gente. Nos encantaba pasar horas decorando tu sótano para hacer una fiesta solo nuestra.
Aquella noche fue la primera en la que no me disfracé. No tenía mucho sentido hacerlo sin vos.
En el diario decía que te habías ido de tu casa hacia ya unos días y tus padres te buscaban. Otra vez. No me preocupé porque sabía te gustaba escaparte.
De todas formas te extrañaba. Otra vez.
También estaba feliz, porque de seguro estabas disfrutando de haberte ido por un tiempo.
Así eras vos.
Así te quería yo.La noche de los muertos salí a caminar. Caminé mucho tiempo. Caminé hasta oír las sirenas y me acerqué como otra curiosa para ver qué pasaba.
Y entonces te vi. En el suelo. Mojada. Tiesa. Pálida.
Llevabas varios días fuera de casa cuando te encontraron.
Tu cabello rojo, ese que siempre llevabas suelto y enmarañado, estaba corto. Tu manos pálidas que nunca dejaban de moverse, ahora estaban quietas por siempre. Tus ojos marrones que me habían mirado tantas veces, esos que conocía tan bien, se habían cerrado para siempre. La sangre que corría por tu rostro me pareció mía y me dio uno de esos ataques en donde no puedo respirar.
Cuando eramos solo unas niñas, me apretabas las manos con fuerza y decías "Respirá, por favor. No puedo hacerlo yo si no te veo hacerlo". Y yo, me obligaba a mí misma a seguir con vida. Por vos. Solo por vos.
Grité tu nombre desde fondo de mi alma. Un grito estrangulador que no parecía mio.
La yo del pasado, la de nuestras fotos sonrientes, la que no podía dejar que nada te pasara, se abalanzó sobre la policía sin lograr inhalar oxigeno. Luchó hasta llegar a tu lado para sacudirte por los hombros. No respondiste y ella volvió a gritar. Fue entonces cando cayó rendida y el cielo comenzó a llorar.
Esa noche no pude obligarme a mí misma a respirar y llegó la ambulancia mientras las personas nos rodeaban con pena bajo la lluvia.
Dos cuerpos inconscientes. En el suelo de una ciudad que alguna vez nos perteneció. Junto al agua helada de un arroyo fantasmal. Disfrazadas de nosotras mismas.
Una parte de mí sabía que volvería a respirar algún día. Y otra parte de mi sabía que vos no lo harías. Y eso me derrumbó.
Tu corazón ya no bombeaba, tu alma se había ido y en tus pulmones solo había agua sucia.
Nunca pude decirte cuanto te quería frente a frente y mucho menos gritarte cuanto te odiaba.
Te había perdido para siempre. Y esta vez, era de verdad.
Tu mamá llegó al hospital en un mar de lágrimas. Lloró a mi lado por un par de horas. Pero a penas noté que estaba ahí. Sabía a la perfección quién era ella, pero a penas la reconocí. Lo habías logrado. Habías destruido a tu madre. Lo destruiste todo.
El médico que hizo la autopsia, dijo que fue una sobredosis. Dijo que te caíste al agua drogada. Dijo que ambos agentes colaboraron.
Pastillas y agua.
Muerte y muerte.Asistí a tu funeral como una más. Me senté junto a tu hermano casi sin querer. Me tomó la mano con fuerza. No lo miré a los ojos porque sabía que estaba sufriendo más que yo en Octubre.
Las mismas personas que alguna vez te llamaron puta, estaban ahí. Y yo también. Todos se lamentaban por tu muerte. Muchos decían que fuiste una amiga increíble.
Todos parecíamos fuera de lugar en aquella sala velatória. Yo vestía de negro que expresaba lo que sentía. El negro de los muertos y los vivos.
Pero yo no me lamenté. Tampoco lloré.
Cuando el último rastro de tu presencia abandonó el universo, dejándote bajo tierra, me sentí liberada.
Habías oprimido mi mente y alma por mucho tiempo. Me habías controlado y manipulado. Yo fui tu títere.
Sabía que te extrañaría por mil años.
Pero ahora estabas muerta.
Y yo me sentía viva.
Basado en una historia real. Nuestra historia real.

ESTÁS LEYENDO
Un octubre sin vos
Short StorySentáte, voy a contarte una historia sobre nosotras dos. Y sí, sé que no te importa.