Golpe. 28

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El día de hoy ha sido peor.

Mis compañera me dieron la bienvenida. Entré en la escuela y mi mamá desapareció con el auto. Era temprano para ser temprano. Pero había demasiada gente, esperaban algo y se podía sentir en el aire. No lo entendía. 

Entonces pisé el salón de clases y un chorro de agua (más tarde descubrí que era orina) me golpeó en la cara. Pronto estaba empapada de pies a cabeza. Se me escapó un grito al ver a tres chicos con pistolas de agua frente a mi. 

¿Por qué pistolas de agua?

Salí corriendo al baño. Los oí reír. Esas risas que me golpearon en el fondo de la confianza. 

Todos reían. Reían muy fuerte. 


Quise desaparecer.


Cerré los ojos y busqué mi celular en la mochila. Mi mamá contestó al tercer tono. Ya era tarde cuando dijo que vendría enseguida mientras yo lloraba en el tercer cubículo del baño de mujeres, con olor a porros, de la secundaria.

Me sentía pegajosa y salí solo a lavarme la cara. Entonces las vi. Se me detuvo el corazón. 

La rubia tenía los dedos de la mano izquierda enyesados y sus ojos brillaban con ganas de venganza.

La castaña sonreía, como si aquella situación le resultara más que graciosa. 

La morocha me miraba sin expresión alguna. Sostenía su celular en la mano derecha, con aquella funda de Victoria's Secret que valía, al parecer, más que mi vida. Ella lo documentaría todo. 

No podía correr. No podía huir. Al parecer romperle los dedos a aquella chica rubia había sido mi peor error. También mi mejor logro.


Dejé que lo hicieran. No tenía fuerzas para defenderme. Tampoco quería hacerlo.


Ojo morado. Labio roto. Nariz sangrante. Mechones de pelo en manos de alguien más. Mejilla rasguñada. Hombro fuera de lugar. Dolor infinito.


Me llevaron al hospital. Dijeron que estaría bien. 

A aquellas tres nadie las suspendió. Me dejaron en el suelo del baño de chicas. Con la mejilla izquierda en el agua sucia que se rebalsaba de las canillas o inodoros. Sangraba. Lloraba. 


Me lo merecía. Al menos aquel golpe me hizo reaccionar. 

Soy una tonta. Todos los somos.




Un octubre sin vosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora