Seguir. 26

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Durante toda la semana me quedé en mi cuarto. Solo salí para abrirle la puerta a mi amiga sin memoria. La chica me traía la tarea, preguntaba cómo estaba. Yo le mentía. Y luego se iba.

Tu hermano me llamó unas diez veces. Solo contesté una. Me dijo que la conciencia no lo dejaba dormir. Le dije que a mí tampoco. Me confesó que aún me quería con todo su corazón. Yo le dije que ya no podía verlo con los mismos ojos. Los dos nos sentimos mal con la criatura a la que asesinamos. Prometimos volver a hablar.

Cuando la llamada acabó volví a llorar y así pasé el resto de mi día.

Nadie en mi casa preguntó porqué tenía aquella mirada de tristeza infinita. El único tema del que valía la pena hablar era la beca que mi hermano mayor había conseguido.

Yo estaba orgullosa. Y dolida.

Gran parte de mi quería correr hacia cualquier parte. Pero las piernas solo se dejaban ser arrastradas hasta el final de los tiempos, caer rendidas y acabar de morir en una cama.

No contesté mientras él llamaba. Su voz se clavaba en mi como cuchillos. Me dolía el pecho de solo ver su nombre en el identificador de llamadas.

Mi mamá llegó esta tarde del trabajado y me ordenó que salga de la cama. La semana estaba por acabar y debía comenzar las clases el lunes. Si no me ponía al día con las tareas, me mataría.

Así que hice mi tarea. Y luego salí de la casa para comprobar que el mundo siguió de pie mientras yo me derrumbaba.

En las calles había autos.

En las casas había gente.

En los bares había música.

En las heladerías había sonrisas.

Pero dentro de mí no había nada.

Un octubre sin vosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora