CAPITULO 18

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Continúo con aquel beso, intenso, parecía un huracán que se movía en mis labios, quizá el sueño la estaba llevando a cumplir alguna fantasía, de forma inconsciente, y mañana se culparía por haberlo hecho, pero en este momento lo único que me quedaba, era disfrutar del momento.

Ella bajo sus manos poco a poco, las puso sobre mis pectorales, y hacía movimientos circulares, mis manos se posaron en sus caderas, y la acerque a mí, haciendo que el espacio se redujera aún más, era el sueño perfecto, solo que de verdad estaba pasando.

Escuche un gemido producto de la posible exitación que se estaba produciendo en ella, y que seguramente era ese algo desconocido que, no había sentido, que jamás había experimentado, esas cosquillas especiales que cada vez te piden más, que parecen un desierto y el agua son los labios del otro, ella estaba sintiendo lo que yo, cuando me quedo sin un poco de su ser. Estaba experimentando el amor.

Me distancie ligeramente de ella —Me encanta esto, pero...

—Debo ir a dormir —Me interrumpió con la voz entrecortada por la falta de aire.

Vi sus dulces ojos, con una confusión distinta y especial, ella sabía lo que experimentaba, esa sensación que nos movía.

—Buenas noches, bonita —Bese su mejilla, ya no quería seducirla, era hora de que ese bello ángel descansara.

Me miro con una tierna sonrisa, se fue caminando sin hacer ruido, por el largo pasillo. Cuando iba a abrir la última puerta, la del final, del rincón, se giró, nuevamente sonrió y entró a su habitación. Me moví para entrar a lo que sería por esta noche la mía.

Me acosté sobre la cama, sentía aún las huellas de sus manos ardiendo en mi piel, el dulce de su boca en mis labios, ella me hacía sentir especial, ella me ponía como loco...

Dormí como nunca antes, imaginando en lo que sucedería al día siguiente, con ella, sería feliz con solo despertar y ver su linda mirada, y su suave voz diciendo buenos días.

Cuando la mañana llego, el cielo lucía despejado, con un sol que apenas se asomaba, pues algunas nubes blancas en el cielo azul, lo cubría.

Había un olor a comida en el ambiente, me levante de la cama, me puse los zapatos y deje mi torso al desnudo, baje tallándome los ojos por las escaleras. El olor me llevo a la cocina, donde se escuchaba ya una sartén con algo friéndose. Cuando entré a la cocina, ella estaba de espaldas, es decir, no podía verme, y por el ruido que generaba lo que cocinaba, tampoco me escuchaba.

Me puse a un lado suyo, la asuste un poco, me miro a los ojos y su mirada fue bajando, poniéndose nerviosa al verme sin camisa, hacía un jugo de naranja en el extractor.

—¿Te asuste? —Le cuestione, ella siguió haciendo lo que hacía, disimulando su nerviosismo.

—un poco —Dijo tragando saliva, y mirándome de reojo.

—Haces el desayuno, eh

—Sí, estoy acostumbrada a hacerlo por las mañanas, solo que hoy lo hago con ganas, pues es una ocasión especial... —Sonrió sin mirarme.

—Luces tan linda sonriendo —Le dije despacio.

—Y tú me pones tan nerviosa cuando no traes camisa —Hablo en el mismo tono bajo, sin embargo la escuche.

Reí cortamente —Iré por ella... —Dije.

—Descuida, mejor siéntate, ya está el desayuno...

Estrellas Rotas (Bryan Mouque y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora