Capítulo 11.

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Los dos tortolitos seguían riendo como si la vida les fuera en ello. Él era un completo imbécil así que me tenía que dar igual. Hugo no paraba de hablar y yo no lo estaba escuchando. No podía evitar mirarlos y ver cómo se divertían.

- ¿Me estás escuchando? - Me sacó de mis pensamientos.

- Lo siento, no. ¿Qué decías? - Intenté sonar lo más arrepentida posible.

- Estaba diciendo que el próximo fin de semana podríamos ir los tres a una cabaña que tenían mis padres en un lago a unas dos horas de aquí. Nadie sabe de la existencia de esa cabaña por lo que allí también estarás segura. Creo que te vendría bien para despejarte un poco y no estar todo el rato metida en casa. Allí puedes salir ya que nadie te verá, está en medio del bosque.

- Perdona que te pregunte Hugo, pero has dicho, ¿tus padres tenían? - Él asintió.

- Ellos murieron.

- Y-yo... L-lo siento... No... - Pero me interrumpió.

- No te preocupes. Ya lo tengo superado desde hace mucho tiempo. Cuando murieron me dejaron todo. Pero yo no quería nada que me recordara a ellos, excepto la cabaña. Allí hay demasiados buenos recuerdos como para deshacerme de ella. - Genial, ahora le había recordado a sus padres. En esos casos yo no sabía qué contestar, a pesar de que hubiera pasado por lo mismo seguía sin saber qué decir en esos momentos.

- Es fantástico. Me encantaría ir, seguro que lo pasamos muy bien.

- Si quieres puedes decirles a Sam y Dylan que vengan, tú misma dijiste que necesitas continuar con tu vida normal, así que actuaremos con normalidad y todo saldrá bien.

- ¿De verdad pueden venir ellos también? - Ahora que lo pensaba no había hablado con ellos desde la noche de la fiesta. Seguro que estaban preocupados, me habrían estado llamando, pero al cambiar de móvil les habría salido que el número ya no existe.

- Claro, iremos el viernes y volveremos el domingo. ¿Te parece bien? - Dijo algo nervioso.

- Me parece estupendo. Pero... ¿Christian querrá venir?

- Claro que iré, será divertido. - Levanté la cabeza y ahí estaba el imbécil con su "cita" mirándome con esa sonrisa pícara. Seguro que estaba tramando algo. - Oh por cierto, qué mal educado soy, ella es Madison, una amiga. ¿Puede venir también? - No, eso sí que no. Lo que me faltaba ya, tener que aguantar al imbécil y ahora encima con su amiguita. Ella sonreía como si nada.

- Por supuesto. - Contestó Hugo con una sonrisa. Mal Hugo, mal. No tenías que haber dicho eso. - También vienen los mejores amigos de Amanda, así que seremos seis. - La cara de Christian parecía un poema. Ja, chúpate esa. Ahora sí Hugo, ahora sí. - ¿Por qué no os sentáis con nosotros a comer? - ¡¿Qué?! No, eso ya no. Aguantarles el fin de semana y ahora también en la comida. Genial, esto iba de mal en peor. A Christian se le dibujó una sonrisa aún mas grande de la que tenía.

- Claro, así conocéis más a Madison. - Pues mira por donde yo no quería conocerla en absoluto. - Madi, él es Hugo y ella es Amanda, una amiga de ambos. - ¿Madi? Encima se parecía a Mandi. Ahg, esta chica no había hablado y ya me caía mal. Parecía una barbie.

- Encantada. - Vaya, su primera palabra. Seguro que eso fue lo primero que dijo al nacer. Tenía una voz de pito.

- Igualmente. - Conteste lo más seca posible. Los dos se sentaron con nosotros en la mesa y justo apareció el camarero con los platos.

- Bueno Madison, háblanos sobre ti. - Dijo Hugo.

- Pues tampoco hay mucho que saber, acabé la carrera el año pasado y me puse a trabajar de niñera. Necesitaba dinero y como no encontraba trabajo y me encantan los niños, opté por ese empleo. Ahora mismo vivo con una niña de seis años que necesita alguien que la cuide. Sus padres murieron y su hermano no se sabe dónde está. - Guau, la barbie me había dejado sorprendida. La verdad es que parecía agradable, pero había algo que no me gustaba de ella.

Por fin te encontré~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora