Capítulo 26.

221 19 0
                                    


- ¿Qué deberíamos hacer con ellos, jefe? - Una voz ronca hizo eco por toda la sala.

- Déjalos un rato más, no creo que tarden mucho en despertar. - Dicho eso se escuchó el sonido de un portazo y el silencio reinó en aquel lugar.

Estaba cansada, apenas podía abrir los ojos. Los párpados me pesaban y no había podido ver quiénes eran esos hombres ni el sitio donde estábamos. Estaba sentada en un suelo frío, sin poder moverme, parecía como si mil elefantes me hubieran pisoteado y aún así siguiera viva.

- Amanda... - Escuché un pequeño susurro. Hice el esfuerzo de abrir los ojos y ojalá no lo hubiera hecho. Ashton estaba tirado en el suelo, con la espalda ensangrentada y casi en carne viva. Mis ojos se inundaron de lágrimas e intenté acercarme a él.

- ¿Quién ha sido? - Caminé lentamente a gatas y pude llegar hasta donde se encontraba. - ¿Qué te han hecho? - Mi voz sonaba entrecortada debido a todas las lágrimas que no paraba de derramar.

Intenté acurrucar su cabeza en mis piernas para que estuviera más cómodo pero un quejido suyo me lo impidió.

- Lo siento, no pretendía hacerte daño. - Dije lo más suave posible.

- No te preocupes, no es tu culpa. - Forzó una leve sonrisa que fue suficiente para hacerme sonreír. - Yo no los maté, tienes que creerme.

- Lo sé, sé que no fuiste tú.

Un día antes.

Nos separamos por falta de aire y nos quedamos mirando fijamente a los ojos.

- ¿Ahora sí es como la otra vez? - Preguntó con un brillo de felicidad que no había visto nunca.

- Puede ser. - Le contesté sonriendo.

Pero esa felicidad no duró mucho. Unos hombres nos levantaron del suelo y me apuntaron con un arma a la cabeza mientras sujetaban a Ashton, que no paraba de moverse para intentar deshacerse de ellos.

- Vaya, vaya. Pero, ¿a quién tenemos aquí? Si no es nada más ni nada menos que la dulce hijita del señor Benedetti y su querido guardaespaldas. - Un tío de unos treinta años, rubio y con ojos oscuros, me miraba detenidamente y con desprecio.

- Conmigo haced lo que queráis, pero a ella dejadla en paz. - La furia que emanaba de los ojos de Ashton me asustaba.

- Oh, pero mira que bonito, ¿todavía sigues enamorado de la princesita? Y yo que pensaba que después de tantos años ya ni te acordarías de ella... - ¿De qué demonios lo conocía ese hombre?

- Te juro que como le hagas algo... - Pero no pudo terminar ya que fue interrumpido.

- ¿Qué? ¿Qué me vas a hacer? ¿Me vas a matar al igual que mataste a tus propios padres mientras dormían? - Mi cara perdió todo su color. Eso no podía ser verdad, él no pudo hacer algo así, de eso estaba segura.

- ¡Yo no los maté, hijos de puta! Tengo las pruebas que demuestran que fue vuestro maldito jefe y os aseguro que irá a la cárcel por eso y por todo lo que ha hecho, si es que no lo mato yo antes.

- ¿Has oído eso, James? - Los tipos empezaron a reírse y en menos de un segundo le dieron un puñetazo en el estómago a Ashton.

- ¡No! - Grité. Intenté moverme, pero fue en vano.

- Es una pena que esas pruebas nunca vayan a salir a la luz, y acordaos bien de este momento los dos, porque será la última vez que veáis la luz del día. - Una sonrisa maliciosa se apoderó de su rostro y acto seguido me colocaron un pañuelo en la boca que desprendía un olor intenso y probablemente tóxico.

Por fin te encontré~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora