Capítulo 9.

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Foto de Amanda en multimedia.

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Mi móvil sonó y fui a abrir la puerta. Habían pasado ya dos horas y ellos estaban aquí con todas sus cosas.

- ¿Ha llamado alguien o algo? - Me preguntó Hugo.

- No, y había cerrado todo con llave como me habías dicho. - Le dije mientras les ayudaba a meter las maletas.

- Muy bien, ¿cuales son nuestras habitaciones? Así subimos a dejar todo.

Nos dirigimos al piso de arriba y Christian se pidió el cuarto de al lado de Nick, el cual por desgracia estaba en frente del mío. Hugo, al contrario, eligió la habitación que estaba al lado de la mía. Les dejé un rato para que se acomodaran y bajé al salón. Me puse un poco la tele mientras tanto.

- Para ser una niñata tienes una casa bien grande. - Me giré y Christian estaba apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados. ¿Por qué coño era tan guapo y sexy? Pero daba igual, porque era un imbécil. Hice caso omiso de él y me centré en la tele. - Sabes, no me gusta que la gente con la que hablo me ignore. - Se sentó a mi lado en el sofá.

- ¿Y quién ha dicho que yo esté hablando contigo, imbécil? - Frunció el ceño y cogió el mando de la tele.

- Ahora mismo lo estás haciendo. - Y me cambió de canal a uno de boxeo.

- Dame el mando ahora mismo. - Dije enfadada.

- ¿O si no qué? ¿Me vas a pegar? - Me sonrió.

- Tú no sabes de lo que soy capaz.

- Oh... Qué miedo. ¿Qué le va a hacer una niñita de diecisiete años a un tío de veintiuno? Para empezar seguro que te rompes una uña al pegarme. - ¿Veintiún años? Joder, yo pensaba que tenía menos. ¿Romperme una uña? Este idiota no sabía con quién se estaba metiendo.

Sin pensarlo me tiré encima de él y caímos al suelo. Nuestras caras estaban a apenas dos centímetros y mis latidos del corazón iban a mil por hora. Nuestra respiración era entre cortada y de seguro que estaba roja como un tomate. Sus ojos recorrieron toda mi cara y se detuvieron en mis labios. ¿Pero qué me pasaba? ¿Por qué no podía moverme?

- Chicos, ¿qué ha sido ese ruid... - Me levanté rápidamente. Hugo estaba en la puerta con los ojos en blanco. - ¿Qué ha pasado?

- Que el imbécil de tu amigo me ha quitado el mando de la televisión y no me lo quería dar. Así que me he tirado encima de él para quitárselo. - Me giré y fulminé con la mirada a Christian.

- Bueno chicos vale ya. Si vamos a vivir los tres juntos tenemos que aprender a convivir, ¿está claro? - Ambos asentimos. - Bien, pues ahora vamos a comer que antes de venir aquí hemos parado en un restaurante de comida rápida y hemos comprado unas hamburguesas con patatas.

Pusimos rumbo a la cocina y sacamos los platos y vasos. Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer. Tenía un hambre de muerte. Se formó un silencio incómodo y decidí hablar.

- ¿Por qué trabajáis para mi padre? - Los dos me miraron como si la pregunta fuera una bomba a punto de explotar. - ¿Ninguno va a contestar?

- Digamos que tu padre nos salvó una vez y nos ofreció un trabajo a los dos. Llevamos cinco años trabajando para él. - ¿Cinco años? ¿Llevan con él desde que tenían dieciséis años?

- ¿Me estás diciendo que desde antes de ser mayores de edad ya trabajabais para él? - Hugo negó con la cabeza.

- Yo tengo veintitrés, empecé a los dieciocho. Pero Christian sí, desde los dieciséis. - ¡¿Que tiene veintitrés años?! Parece mucho más joven, yo le echaba veinte, más pequeño que Christian.

Por fin te encontré~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora