Eran ya las nueve y media de la noche y mi padre y Christian todavía no habían regresado. Llevaban fuera más de seis horas y no tenía noticias de ellos. Empezaba a preocuparme, pero solo por Christian. Cuando pensaba llamarlo, la puerta se abrió y apareció todo magullado, con el labio partido y los nudillos en carne viva. Mis ojos se cristalizaron.- Oh dios mío. - Dije entre lágrimas mientras corría a abrazarlo. Me rodeó con sus brazos e hizo una mueca de dolor. - ¿Se puede saber qué te ha pasado? Tienes que ir a un hospital no puedes...
- No. - Me cortó. - No voy a ir a ningún hospital, estoy bien.
- No digas que estás bien cuando no lo estás. Siempre intentas hacerte el fuerte y el duro y algún día eso te pasará factura. Haz lo que te de la gana. - Me limpié un poco las lágrimas y me fui. Ni si quiera me detuvo y no supe si tomármelo bien o mal.
Llegué a mi habitación y me tumbé en la cama. Escondí mi cara en la almohada como si así mis llantos pudieran cesar, pero no. No sé cuanto tiempo pasé llorando cuando la puerta se abrió y sólo pude ver la sombra de alguien debido a la oscuridad. Me hice la dormida pero no sirvió de nada. Se tumbó en mi cama y pasó un brazo por mi cintura aferrándome a él con fuerza. Entonces supe que era él.
- Siento ser un imbécil contigo, pero no sé cómo tratar a una chica sin hacerle daño. Nunca me ha importado nadie más que Emma, y de repente llegas tú y cambias mi vida completamente. ¿Qué coño me haces, niñata? - No contesté. Seguí haciéndome la dormida pero con una sonrisa más grande que toda esta mansión.
~
Mis ojos se abrieron por la claridad que entraba por aquellos ventanales. Fue entonces cuando noté que estaba sola en la habitación. Me levanté y me lavé la cara y los dientes. Me vestí con unos vaqueros cortos y una camiseta básica de tirantes.
Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina. Anoche no cené nada y ahora mismo mi estómago me gritaba que lo alimentase.
- Oh señorita Amanda, ¿qué quiere para desayunar? - Rodé los ojos.
- Amanda, por favor. ¿Me puedes hacer unas tortitas como ayer?
- Claro, ahora las preparo. - Dicho eso fue a la despensa.
Me senté en una silla con los codos apoyados en la isla de la cocina. ¿Dónde estará Christian? Me preguntaba. Me había despertado y el ya no estaba.
Carmen volvió y me hizo unas tortitas para chuparse los dedos. Las comí rápidamente y me dispuse a buscar a Christian.
Miré en el despacho de mi padre pero ahí no había nadie. Seguí caminando y la puerta del gimnasio estaba entreabierta. Cuando la abrí Christian y mi padre se encontraban peleando con unos guantes de boxeo. Ambos esquivaban sus golpes pero también recibían. Lo había visto pelear antes pero no como ahora. Cada vez que lanzaba un golpe sus músculos se contraían haciendo que sus brazos tatuados se tensaran. Sabía perfectamente dónde lanzar y dónde no, con cuánta fuerza debía hacerlo y con cuánta no. ¿Dónde había aprendido a pelear así? Pero mi padre no se quedaba atrás. Los dos peleaban como si la vida les fuera en ello.
Christian me vio y se paró, lo que hizo que mi padre le propinara un puñetazo en la mandíbula.
- No puedes distraerte ni un segundo, Christian. Ese segundo podría matarte. - Su tono de voz era frío y duro. ¿Cómo se atrevía a hablarle así?
- Él no ha tenido la culpa. - Interrumpí.
Me acerqué a donde estaba Christian tirado en el suelo y lo ayudé a levantarse.
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Por fin te encontré~
Romance- Sí, mamá, llegaré un poco más tarde. Me voy a quedar en casa de Lily para repasar matemáticas, así que no me esperes despierta. Te dejo que estoy llegando ya, te quiero. Colgué y me dispuse a cruzar la carretera para llegar a la casa de mi amiga...