Capítulo XI

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La Confesión.

-Sofía-

La decoración del consultorio se centraba en tonos blancos, grises y negro con un escritorio de vidrio opaco junto a silla de oficina que se veía muy cómoda; cerca de esta había un diván, y dos sillones a juego con la mesa de café y estanterías llenas de libros por todas las paredes. Una estancia acogedora que brindaba una sensación de seguridad y un muy buen gusto, nada que ver con aquellas habitaciones blancas y estériles que encuentras en cualquier hospital de ciudad.

-Bienvenida a mi guarida preciosa - Dijo detrás de mí abrazándome por la cintura y haciéndome sentir como si en algún universo alterno esto tendría un final feliz o al menos con un que no me genere más traumas.

-Es muy acogedora. Me encanta la decoración y para ser un consultorio tiene mucho estilo - Respondí nerviosa, tenerlo tan cerca me hacía despertaba múltiples sensaciones confusa; quería volverlo a besar y salir corriendo al mismo tiempo.

-Sofía antes de que pase algo más necesitamos a hablar un poco más, de ti para ser especifico; ayer una chica en clase dijo que necesitabas un psiquiatra por otra parte hoy sin querer escuche una conversación entre tú y la misma chica, pero quiero oír de ti lo que pasa y no sacar conclusiones de un chisme de pasillo - Dijo mientras tomabas mis manos con delicadeza, para este momento nos entrabamos en un sillón; uno al lado del otro.

No me agradaba el camino que tomaría esta conversación, tanto costó enterrar <<mi problema>> muy dentro de mí para que un hombre que no conocía de nada y que me había besado dejando pasar por alto que estaba casado quiera solucionarlo en una noche. Eran casi dos años de aquella fatídica noche y en ocasiones sentía que solo habían transcurrido un par de horas. Él quería encontrar una solución teniendo como fundamento medias verdades, mientras que a mí me incomodaba el hecho de que al entrarse de mi padecimiento muriera su deseo por mí.

-Es un asunto personal y así me gustaría. Confió en su criterio, pero dados los recientes acontecimientos creo que es muy pronto para abrirme y contarle algo que para mí es doloroso - No quieres abrirle mi corazón, pero si mis piernas. Estás muy mal de la cabeza Sofía Martínez.

-Mi capacidad para oírte y guiarte es abalada por las mejores universidades del país y el continente. Tengo algunas piezas del rompecabezas que se ha convertido para mi señorita Martínez y aunque teniendo una idea de lo que te aqueja prefiero oírlo de tu boca – Sus gestos de cariño físico y sus besos enciende pasiones no creo que lo abale ni el chino de la esquina, pero él era el medico; el profesional.

-Si lo sabe porque no lo dice o le da miedo que la verdad rompa su fantasía de llévame a la cama - Dije con rabia, nunca había hablado de esto con nadie. Mis amigos supieron de la infidelidad de Dan, pero no el que lo llevo a eso, solo concluyeron que no podía mantener su pene dentro de sus pantalones.

-En la solución de un problema el primer paso es admitirlo y hagas que no lo digas en voz alta no podrás solucionarlo. Aquí estaré toda la noche para escucharte – Se levantó del sillón y tomo un cuaderno que reposaba en su escritorio para regresar a este, pero ya no tan pegado a mí. Deseaba contarle en cambio el miedo que dejara de verme con pasión era más fuerte que mi intención de serle sincera.

-Me paraliza el miedo. Si te cuento no querrás besarme de la forma en que me besaste - Le dije bajando la cabeza no quería verlo a los ojos me sentía inservible, vacía e incompleta.

-Nada de lo que digas cambiara el hecho de querer recorrer tu cuerpo con mi lengua – Me removí incomoda a su lado, sus palabras fueron una descarga eléctrica directa a mi pubis.

-No estaría tan seguro. Si vamos a hacer esto, te pido que dejes los comentarios como el anterior fuera de la conversación, por lo cual necesito dejar de hablar con Rodrigo y plantearle mi caso al Doctor Ortiz – Le pedí con un pequeña y tímida sonrisa.

-Sofía cuéntame que te a traigo a mi consulta. Eres mi paciente y todo lo que me digas será confidencial – Paciente, ajá. Me dedico una sonrisa y de ella tome todo el valor que necesitaba para relatar mi historia.

-Soy frígida o eso creo - Una lagrima bajaba por mi mejilla, nunca lo había dicho en voz alta.

-No llores. Cuenta la razón por la cual piensas que eres frígida - Me dijo el calmado. No hubo sorpresa en él lo que me hizo pensar que no era la primera que hacia esta confesión en su consulta.

Relaté mis memorias de principio a fin; desde el momento que vi a Daniel caminando por el campus, el cómo nos hicimos novio y lo amoroso que se había portado conmigo; cada regalo, cita y discusión. Mi primera sexualmente hablando; un tema incomodo, pero en el que me pidió no omitiera detalle ya que ahí podía estar la fuente de mi problema.

Todo parecía sacado de un cuento de hadas. Decoró la cabaña de sus padres a las afueras de la ciudad con pétalos de rosas blanca, sabanas de seda negra en una cama de dosel de madera; fresas con chocolate y el vino era perfecto, el sueño de toda chica que romantizaba el inicio de su vida sexual. Contarle del acto en si lleno de colores mi rostro los mismo que desaparecieron al recordar lo frustrante que fue aquella <<maravillosa>> noche.

Nuestros encuentros sexuales no variaron mucho desde aquel día; misma fórmula igual resultado. Mes tras me vi convertirse a mi novio de príncipe encantador a ogro hijo de puta, cada que teníamos sexo era porque yo lo quería, intentaba complacerlo y hasta cierto punto lo hacia lo que él no sabía es que era a coste de dolor físico para mí. En la intimidad éramos una algo totalmente distinto a como nos relacionábamos fuera de la cama; teníamos planes a futuro que fueron destruidos la noche que los descubrí a él y a Nikki teniendo sexo en el baño del Sillón del Loquero.

-A partir de ese día no he estado con un hombre; ni sentimental y mucho menos íntimamente. Soy una maldita frígida que no siente placer ni al masturbarse pensando en un hombre que este realmente bueno - Finalice casi al borde de una lagrima, por fin había contado toda la historia y no conocer tanto al profesor Ortiz ayudo un poco.

-No eres frígida. Tienes reacción al estímulo; por lo que me estas contando su sexo se basaba en simplemente complacerlo a él, tanto por tu parte como de la suya. No tenías confianza en ti mi por lo cual te sentías torpe en la cama aunado a su brutalidad y egoísmo no es sorprendente que no te llevara al orgasmo. En el caso de la masturbación estas predispuesta a no alcanzar la liberación que la libido muerte sin que lo hayas avivado todavía – Su tono fue muy profesional razón por la que no dude que estuviera en lo correcto ya que por mi experiencia vivida era muy similar lo que él decía a lo que yo sentía, pero eso no cambiaba la realidad.

-Lo he intentado muchas veces y solo termino más frustrada – Como podría estar tan seguro que esas eras las razones por las cuales mi cuerpo no llegaba al clímax.

-Te ofrezco dos opciones y constates por ti misma que tengo razón; puedo seguir explicándote toda la noche el porqué de tu problema o puedo demostrarte que no has encontrado un hombre que haga sentir.

Me gustaría decir que me fui por la opción profesional y racional , no fue así. Tomándome de la mano me llevo al diván donde nuevamente tomo mis labios una vez más haciéndome olvidar que era su alumna, su paciente y que en minutos me convertiría en su amante.

Buenos Días ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora