Capítulo 23.

113 10 3
                                    

Carlos.

-Hazlo por mi al menos.

Me separé y dedicándole una leve sonrisa mientras me secaba algunas lágrimas volví a entrar al salón. Seguidamente entró Andrea y se sentó junto a mi y a Rubén en el sofá.

-Necesito que escuchéis lo que tengo que deciros, por favor. Después podéis creerme o no, pero escuchadme primero. -dije pausadamente.

Miré a mi amiga una vez más y ella asintió sonriendo invitándome a hablar. Suspiré varias veces y así lo hice, les conté absolutamente todo con lujo de detalles, tal y como lo había hecho con ella el día de ayer. Jamás había estado tan agusto de quitarme un peso de encima.

-Debímos creerte y apoyarte en todo, soy un inútil. Lo siento. -susurró Blas con los ojos llorosos.

Andrea.

Rubén y yo contemplábamos la tan tierna escena. Pensé que no volvía a ver un abrazo grupal de este tipo, eran tan bonitos cuando se apoyaban los unos a los otros.

-Ahora te toca a ti resolver algo, ¿no crees? -señalé a Álvaro.

La extraña expresión de su cara me hacía saber que no había entendido absolutamente nada.

-Lizeth, idiota. -Dani acompañó sus palabras de una colleja.

Álvaro me miró interrogante a lo que señalé con mi dedo índice la parte de arriba, él sonrió. Qué bien nos comunicábamos por gestos, oye. Reí para mis adentros.

Lizeth.

Dos golpes en la puerta hicieron que parase la música. A continuación esta se habría dejando ver a Álvaro.

-¿Puedo pasar?
-¿Para qué? -susurré.
-Quiero hablar contigo.
-Está bien. -dije algo cortante.

Entró y cerrando la puerta a sus espaldas se sentó junto a mi en la cama.

-Quería decirte que siento haber sido tan borde antes, era un momento incómodo y no vi que lo único que querías era ayudar. Lo siento.
-Ah, ¿era eso? No importa. -me encogí de hombros mirando por la ventana.
-¿Que no importa? -empezó a hacerme cosquillas. -¿Y por qué no me miras entonces eh? -bromeó.
-Pa-ra Ál-varo. -dije como pude entre risas.
-Vale, vale. A sus órdenes. -rió y yo me limpié las lágrimas que aún quedaban por mi cara. Hacía muchísimo que no reía así.

Nos miramos por segundos y comenzamos a reír como posesos de nuevo. Ya calmados nos levantamos para volver al salón con los demás.

-Que lo siento eh. -dijo girando el pomo de la puerta.
-No lo aceptaré a menos que...
-¿A menos que qué? -me cortó divertido.
-Que me subas en tu espalda hasta el salón.
-¿Escaleras abajo? ¡Nos vamos a matar! -rió levemente.
-No pasará nada, cagado.
-¿Subes o subes? -se puso en cuclillas para que me fuese más fácil subir.

Tras varios trompillones con objetos varios de la casa logramos llegar con los demás al salón.

-¿Qué hacéis? -rió Andrea al vernos.
-Llevar a la vaga de tu amiga para que acepte mis disculpas. -respondió Álvaro.
-Venga bájame ya, anda quejica. Realmente te había perdonado la primera vez aunque lo dijese en ese tono. -me burlé riendo y me bajó.

Se hizo el ofendido para luego decir que no le hablase en lo que quedara de noche y reír. Tonto.

Andrea.

Cenamos entre risas y tonterías y decidimos jugar a la wii para pasar el rato.

-Voy a por palomitas o algo. -dije entrando a la cocina.

Estaba metiendo el paquete en el microondas y me sobresalté para girarme inmediatamente al escuchar un ruido detrás mío.

-Joder Carlos. -dije con la mano en el pecho.
-¿Qué? -rió.
-¿Se puede saber que buscas en el armario? Me has asustado.
-Chocolate. -se encogió de hombros. -Lizeth me dijo que estaba aquí.
-Te dijo mal. -reí y cogí una tableta del armario de detrás mío.
-¿¡Se lo has escondido!? -gritó divertido.
-Cállate idiota. -reí y le tendí la tableta.

Miré el microondas y viendo que aún no estaban las palomitas fui al frigorífico a por algunos refrescos.

-Cuidado con ese charquito de agua, tengo que fregarlo. -le dije a Carlos que se apoyó en la encimera con su chocolate.

Terminé de sacar los refrescos cuando empecé a oler un poco a quemado. Joder las palomitas. Corrí hacia el microondas con tan mala suerte que resbalé con el charco del que antes avisaba a Carlos. Mierda.

Pensaba que mi caída iba a ser la del siglo cuando me sujetaron dos manos por la cintura. Uf, por los pelos. Levanté el rostro para encontrarme con un Carlos divertido que me miraba sonriendo. Estábamos cerca, demasiado para mi gusto, incluso nuestras respiraciones se mezclaban.

-Ann, ¿estáis bien? Huele a que... -dejó de hablar al ver la forma en la que nos encontrábamos.
-Si-si Rubén, estamos bien. -dije separándonos y este nos miró con una amplísima sonrisa. ¿No estaba celoso?
-Anda, poned otras palomitas y no os despistéis más. -dijo divertido para volver al salón.

Cogí otro paquete de palomitas y lo volví a meter al microondas para sentarme en uno de los taburetes de la pequeña isla.

-Debí haberte soltado antes de que llegase tu novio, lo siento. Si tenéis alguna bronca o algo di que es mi culpa. -agachó la cabeza.
-No deberías haberme cogido directamente, todo habría sido más fácil. -dije borde.
-Con que esas ¿no? A la próxima te vas a dejar la nariz ahí en el suelo, por lista. -dijo bastante molesto.
-Vete a la mierda. -susurré cuando casi salía de la cocina.

Pasados apenas segundos tenía esperanzas de que volviese a entrar y calmáramos nuestros humos. Y así fue, volvió a entrar, pero no para dusculparse sino para coger su chocolate sin ni siquiera mirarme. Suspiré cuando salió para sacar las palomitas y volver al salón yo también.

Dejé el bol sobre la mesa y me senté junto a Blas en el sofá, cuando Rubén terminó de bailar vino ocupando el sitio que acababa de dejar libre el chico.

-¿Todo bien? .-me encogí de hombros ante su pregunta.
-Estás enfadado, ¿verdad? -negó sonriendo para abrazarme fuertemente.
-Hablaremos de esto en otro momento. -me susurró al oído.

The perfect kind of crazy. (Carlos Auryn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora