Capítulo 10

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Capítulo 10:

-¿Voces? ¿Acaso tú las escuchaste? – pregunté sosteniendo su cabeza entre mis manos.

-¡___! – me interrumpió -. Ya no pierdas el tiempo aquí. Debes llevarte a Arya y huir, él no tardará en encontrarlas si se quedan.

-¿Él? ¿Quién es él? – dije asustada.

Como respuesta a mi pregunta, alguien me dio una patada en la costilla, haciendo que caiga justo junto a mi tía y me manchara con la sangre y barro esparcidos por el cuarto. Me toqué la cintura adolorida, mientras alzaba mi vista, para encontrarme con un par de macabros ojos tan obscuros como la noche.

-¿Ahora entiendes lo que se siente? – a diferencia de cómo me lo imaginaba, su voz era la de un chico normal.

-¿Quién eres? – pregunté levantándome.

Él se agachó, tomó algo con su mano derecha y se volvió a levantar. Una vez que lo hiso, pude ver que lo que estaba agarrando era un machete.

-¡___, corre! – gritó tía Susan.

Le di una última mirada y salí corriendo, con ese sujeto detrás de mí, a muy pocos centímetros de atraparme. Casi tropezaba con algunos objetos tirados por la casa, pero logré salir ilesa, a pesar de estar manchada en sangre y barro.

Corría por la acera, en busca de la casa de Kisumi, pero había un problema, yo no la conocía. Sin más opción, continué la carrera, mientras gritaba llamándolo.

-¡Kisumi! – gritaba, mirando hacia todas las casas -. ¡Kisumi, por favor, ayúdame!

En una de las casas la puerta se abrió y yo frené de repente. Era él, era Kisumi.

"Gracias a dios..."

-¿___, que te... ¿Por qué estas toda sucia? – preguntó acercándose.

-K-kisumi. – me aferré a su camisa, mientras mi cuerpo temblaba.

Me invitó a pasar a su cuarto. Tuvo que ocultarme, para que Arya no me viera así. Una vez en el cuarto de Kisumi, nos sentamos en la cama y le conté con voz débil todo lo que sucedió. Al finalizar mi relato, Kisumi no hiso más que abrazarme y consolarme. Otra cosa no podía hacer. Me prestó algo de ropa suya.

-Ten, los necesitas más que nosotros. – dijo entregándome sus pasajes de avión a Japón.

-Kisumi, no es necesario. – dije yo.

-Claro que sí, no pienso dejarte por tu cuenta – negó él, mientras yo lo ayudaba a hacer sus maletas -, mucho menos ahora que debes cuidar a Arya.

-Bien, gracias – sonreí -. Pero en cuanto lleguemos, Arya y yo nos quedaremos en mi vieja casa. De seguro que continúa deshabitada.

Kisumi asintió y continuamos ordenando todo para el viaje. Luego de tomar un baño, fui a ver a Arya, quien se puso muy feliz de verme. Durante la noche, dormí en el cuarto de Kisumi, pero un pequeño futón que su padre tenía guardado.

-___ - me llamó él, quien estaba recostado en su cama.

-¿Qué sucede? – pregunté adormilada, ya que mis ojos se cerraban solos.

-Lamento lo de hoy – dijo apenadamente -. No pudimos hablar nada. Fui desconsiderado por no preguntar cómo te había ido o siquiera contarte lo que pasó luego de que te fuiste.

-Creo que yo también debería disculparme – dije sentándome en el futón y así logrando ver su rostro, el cual mantenía su vista pegada al techo -. ¿Quisieras contarme lo que me perdí cuando me fui?

-Bueno, pues... - comenzó a decir Kisumi – Hace tiempo que cerraron el club de natación al que acompañabas a Makoto. También, unos meses después de tu partida, Rin se fue a Australia para estudiar en una escuela de natación.

-¿Cómo? – Grité sorprendida - ¿Rin se ha ido?

...

Al día siguiente, Kisumi, Hayato y su padre nos llevaron al aeropuerto, donde tuvimos una nostálgica despedida.

-En cuanto logremos juntar el dinero suficiente, Hayato y yo iremos con ustedes. – me prometió Kisumi.

Le di las gracias al señor Shigino por haberme hecho ese gran favor y abordé el avión junto con Arya. El viaje sería de aproximadamente seis horas, así que tendría tiempo de planificar lo que haría una vez allá.

Arya se había dormido sobre mi regazo. Yo acariciaba su pelo, mientras ella descansaba. Me daba pena el tener que decirle que su madre se había ido, que había muerto. Sería muy cruel de mi parte, así que decidí esperar a que fuera un tanto más grande, para que así pudiera asimilar mejor las cosas.

"Atención, señores pasajeros, les informamos que estamos a punto de descender. Recomendamos que abrochen sus cinturones y se mantengan en sus asientos. Muchas gracias por elegirnos."

Desperté a Arya, sacudiéndola levemente del hombro. El descenso fue un tanto turbio (o por lo menos para mí, ya que Arya estaba de lo más tranquila), pero todo fue bien.

Al bajar del avión, lo primero que hice fue aspirar el aroma salado que provenía del mar. Era tranquilizante el regresar de nuevo. Pero había algo que me inquietaba un poco y ese algo, tenía nombre y apellido...

"Tachibana Makoto"

¿Qué sucedería si me lo encontrara? ¿Sería posible que me siguiera recordando? Cinco años son cinco años, yo ni siquiera recordaba que había pasado hace una semana.

...

El taxi nos dejó en la puerta de la casa. Estaba polvorienta y un tanto abandonada. Por fuera, el pasto había crecido hasta el punto de llegar hasta la altura de donde la ventana comenzaba. Los escalones de la entrada rechinaban a cada pisada, amenazando con destruirse en cualquier momento. Abrí levemente la puerta corrediza de madera, pero esta se cayó en el momento en que mis manos se apoyaron en la, ya bastante vieja y dañada, madera. Los vidrios de las pequeñas ventanas estaban rotos. La cocina estaba sucia y oxidada, mientras que los muebles se caían a pedazos. La mesa y las sillas ya no estaban, ya que nos las llevamos en la mudanza. Fui hacia mi cuarto, el cual estaba pensando en dejárselo a Arya. El empapelado de flores color rosa estaba descascarado y roto, además de arruinado por la humedad que entraba de las paredes. Me asomé por la ventana, donde esperaba encontrar a Larry, pero lo único que había era su perrera vacía. Sin duda alguna, el restaurar la casa nos costaría mucho.


Desde la primera vez| Makoto Tachibana y tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora