Capítulo 2

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Capítulo 2:

"Quiero irme de aquí".

Las palabras de ___ resonaron por todo el cuarto. Él permanecía sentado en el único sillón sano de la inmensa sala, mirándola con total indiferencia, como si no hubiera escuchado sus palabras. Eso era algo que sacaba de quicio a ___. Su maldita indiferencia. ¿Cuántas veces en todo ese tiempo le había pedido lo mismo? Quizás veinte o treinta veces, pero él simplemente la ignoraba y continuaba con su vida.

Ella se encontraba encerrada en una enorme casa abandonada en una ciudad desolada, donde no habitaba ni un alma. Todo el día era completo silencio e igualmente por la noche.

Pasaba las veinticuatro horas del día encerrada en un pequeño cuarto ubicado en el segundo piso de la casa. Tenía permitido salir de él nada más cuanto él se lo permitiera.

Encerrada entre cuatro paredes pintadas de un opaco blanco. En cuarto con una cama deshilachada y una pequeña ventana polvorosa, donde puedes ver pasar a los ratones corriendo por entre las vigas de las paredes. Además de eso, parecía que ese cuarto había sido preparado para pintar, ya que el piso se encontraba cubierto de papeles de diario y en un rincón habían unos cuantos baldes de pintura.

Los primeros días que estuvo encerrada allí, con un pequeño carbón comenzó a dibujar un par de ojos; los cuales poco a poco fueron transformándose en un rostro. Finalizó siendo un retrato del mismo Makoto. Cuanto lo extrañaba.

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Su trabajo estaba a punto de ser acabado. Utilizando los abandonados baldes de pintura, le dio color a su obra. Era la primera vez que ponía tanto esfuerzo en un trabajo artístico. Había puesto todo su amor en ese retrato. Cada pincelada, cada detalle, era hecho con corazón y alma.

"Un poco de verde, para iluminar sus ojos", pensaba mientras, con sus dedos, pintaba la pared.

-¡___! – se oyó que gritaron desde abajo.

Ella asomó su cabeza por el pasillo y echó una mirada al reloj en una de sus paredes. Era hora de la cena y seguramente Hiro estaría hambriento. Continuaba llamándolo por el nombre con el cual lo conoció, ya que él se negaba a revelarle su verdadera identidad.

Secó sus manos con un trapo y salió, no sin antes cerrar la puerta con llave. Hiro no tenía idea el trabajo que ___ había hecho durante esos tres meses. No era una sorpresa, más bien era un simple secreto que solo ella podía saber.

Bajó desganada.

Él estaba en la cocina, sentado frente a la mesa que en cualquier momento se caería por lo descuidada que estaba la madera. La casa recordaba mucho a la casa de ___ cuando llegó a Japón con Arya. Cayéndose a pedazos, con poco amoblado y poblado de insectos y ratas.

-¿Qué tienes pensado hacer? – preguntó él, haciendo caso omiso a que ella se encontraba espantada por la rata que acababa de salir del interior de una de las alacenas.

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Todo ocurrió una semana más tarde de que Makoto comenzó a salir con esa chica Sam.

Ella estaba tranquilamente acabando su dibujo. Dándole brillo con algunos colores más claros que encontró explorando la casa. Su obra estaba acabada. Y debía admitir que era idéntico a Makoto. A diferencia de que en su dibujo su rostro era mucho más redondo que en la realidad.

-Creo que me falta un poco de pintura para el cabello – pensó en voz alta, poniendo su mano en su barbilla, adoptando una pose pensativa -. ¡Ah, claro! En uno de los cuartos del primer piso había una caja de acrílicos.

Dejó el pincel en el piso y salió corriendo escaleras abajo. Pero algo había hecho mal: no cerró la puerta. Creyendo que Hiro se encontraba durmiendo, no se molestó en ni siquiera tapar la pared con la manta.

El chico despertó somnoliento y con hambre. Caminó hacia el cuarto de su "rehén" para pedirle algo de comer, pero cuando golpeó con sus nudillos la puerta, esta se abrió, dejando ver la ventana abierta, iluminando una pared donde se encontraba una pintura con algunos detalles faltantes. Era muy realista. Se notaba la dedicación que había puesto ___ en ella.

"Esto es mi culpa", pensó retrocediendo y marchándose del cuarto.

(...)

___ se encontraba durmiendo. Soñaba con reencontrarse con Makoto. Pero como tenía sueños, tenía pesadillas. La muerte de su familia aún la atormentaba. Despertó al oír un grito ahogado. Se asustó, creyendo que la pesadilla en la que su hermano moría nuevamente frente a ella era real. Sin colocarse las zapatillas, bajó corriendo.

En el comedor se encontraba Hiro tirado en el suelo, la silla igual que él. Alrededor de su cabeza un charco de sangre. En su cuello un agujero y en su mano una pluma manchada en sangre. En la mesa descansaba un papel escrito con tinta negra. Se arrodilló junto a él. Se había clavado la pluma en la yugular, una de las venas del cuello. Un corte ahí y su vida acabaría en poco tiempo. Respiraba pesadamente y parecía estar convulsionando.

-___ - logró susurrar con su débil voz -. L-la nota... en la mesa. Léela, p-por favor.

Ella asintió y se levantó. Con sus manos temblorosas, tomó el papel y comenzó a leer.

"Adolorido por la pérdida de uno de mis seres más queridos, no pude hacer más que buscar algo con que llenar ese vacío. Me inundaba la tristeza el saber que nunca podría tener la oportunidad de volver atrás para evitar esa tragedia. Ver los primeros pasos de mi hermana, sus primeras palabras, llevarla a su primer día de escuela. Al principio te odiaba. Deseaba tener el valor suficiente para eliminarte, pero no podía. Algo en ti me recordaba a ella. Quizás la manera en que dormías o como tus pequeños pies resonaban al encaminarte al pasillo para buscar al causante de esos sonidos que tanto te aterraban.

Con el pasar de los años, ya me había acostumbrado a esconderme en tu cuarto, a susurrar cosas a tu oído, las cuales causaban que el terror te inundara. Tú eres idéntica a Julia. Tu risa, tus ojos. Luego de darme cuenta de eso ya no eras "la niña por la cual mi vida se arruinó", eras mi hermana. Y hasta ahora te consideraba eso. Mi hermana. Solo mía.

Lamento mucho el haber arruinado tu vida de esa forma. Es por eso que cerraré el trato entregándote la mía. Ojo por ojo. Estamos a mano... Horace Ignacio Robinson Owsvald (H.I.R.O) ". 


Desde la primera vez| Makoto Tachibana y tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora