5.- Mae.

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Estaba asustada cuando vio a su hermana mayor entrar con el ceño fruncido a la habitación; —lo siento— exclamó.

—Nos tenías preocupados— dijo, ya que tras buscar en el jardín del lado sur y no encontrarla, Lino, siguiendo sus instrucciones le había dado aviso.

—Estaba en el jardín— explicó.

—¿Cuál de todos?— Anelisse levantó la ceja, era obvio que necesitaba una respuesta más específica.

—En el jardín del norte... lo siento— bajó la mirada; —ya recibí los regaños de Fiama.

Anelisse suspiró, Fiama era bastante estricta con la joven princesa, así que consideró innecesario un regaño más.

—Ya no importa, Ayleen—, la llamó con una voz más tranquila; —pero por favor no vuelvas a hacer eso, no desaparezcas así como así.

La menor asintió y después de unos segundos, vacilante, se dirigió a un rincón de su espaciosa habitación; allí se encontraba, sobre una fuerte base de madera, un halcón color café oscuro y de ojos negros.

Al ver a su hermana concentrada en acariciar el plumaje del ave, Anelisse tuvo una idea.

—Ayleen, ¿podrías hacerme un favor?

—¿Eh?— la chica se mostró interesada, no era usual que su hermana pidiera su ayuda, sólo cuando las cosas eran bastantes serias lo hacía; —claro que sí.

—Necesito que mañana antes del alba, Mae lleve un mensaje.

Eso era realmente extraño, ya que la familia real poseía sus propias palomas mensajeras nunca antes ese halcón había sido considerado para eso.

—¿Y a quién se lo enviarás?— preguntó con el ceño ligeramente fruncido..

—A su antiguo dueño.

Mae era el halcón que, desde pequeño, Raziel cuidó. Había caído de su nido, pero cuando el muchacho quiso devolverlo ya no había nada, sólo hojas secas; su familia se había marchado o había sido devorada, ya que ni los cascarones de los huevos se encontraban, por eso decidió quedarse con él. Sin embargo al empezar su entrenamiento como guerrero en el palacio ya no pudo hacerse cargo del todo, y allí fue cuando Ayleen intervino, puesto que al pasear siempre por los jardines del palacio también había conocido al ave y se encariñó con ella; y Raziel no dudó en obsequiársela durante su cumpleaños pasado.


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