7.- Jardín.

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Anelisse estaba en uno de los enormes jardines del palacio, entre las flores carmín y púrpura; aún cuando había gente encargada de podarlas a la princesa no le molestaba en lo absoluto hacerlo, de hecho, era de las actividades que más la relajaba.

—Su Alteza— un jovencito hizo su aparición, —si sigue así, me dejará sin trabajo— bromeó el muchacho.

—Con tantas flores en este lugar, ¿te opones a recibir un poco de ayuda?— preguntó ella, —sí que eres extraño Elder— rió y el jardinero la imitó.

Aunque algunas personas pudieran decir que Anelisse tenía un humor y un carácter de los mil demonios, los más cercanos sabían que sólo cuando la situación lo ameritaba era tajante y autoritaria.

—Entonces la dejaré trabajar a gusto—, el joven Elder hizo una reverencia antes de retirarse.

—¡Espera!— el muchacho se detuvo ante el llamado de la princesa.

—¿Qué sucede?

Anelisse se aproximó y tomó de la canasta del joven jardinero un par de tijeras de entre las muchas que tenía en la cesta; —necesitaré esto—, le sonrió, el chico le contestó con el mismo gesto y se retiró.

Al quedar completamente sola, la monarca decidió hundirse en sus recuerdos. ¿Acaso Izan no había entendido el significado oculto en sus regaños al parecer sin sentido?

—Su Alteza, hay algo importante de lo que tenemos que hablar— Izan había entrado sin permiso al pequeño salón donde la princesa acostumbraba leer.

—¿Qué sucede?— levantó su mirada de aquel libro y lo cerró; con la diestra le indicó a Lino que se retirara, puesto que estaba terminando de servir el té.

—Hay que tener mucho cuidado— continuó, —debemos reclutar más soldados.

—¿Qué?

—Pronto nos atacarán; somos el blanco.

—¿De donde sacas semejante idea?.

—Hay alguien que está dando información sobre la organización de nuestras tropas y...

—¡No digas tonterías!— lo interrumpió; —¡¿Crees que no me daría cuenta si tuviéramos un espía?!

Izan dio un par de pasos hacia atrás, la reacción explosiva y negativa de Anelisse lo sorprendió bastante, ni siquiera lo había dejado explicarle cómo obtuvo aquel dato; —pues parece que no se ha dado cuenta— contestó, —debemos movilizar a todos antes de que sea demasiado tarde.

—No puedo— susurró, pero luego volvió a subir el volumen de su voz, —¡no los moveremos! ¿Sabes lo que cuesta?

—Pronto la vida del pueblo estará en peligro ¿y se preocupa por el costo?— suspiró, —verá, hace unos días...

—¡No puedo escuchar tus descabellados argumentos!

—¡¿Qué?!— el guerrero abrió los ojos en demasía, Anelisse se estaba negando a escucharlo, eso era extraño; —¿no puede o no quiere?

—¡No quiero y no puedo!— exclamó en tono autoritario.

—Esa persona está aquí, debemos buscarla; Alteza, se está comportando de manera muy cerrada y tonta.

—Si eso te parece, mejor vete.

Izan entrecerró los ojos, buscando indicios de alguna broma de mal gusto en la mirada de la monarca.

—¡Lárgate y lleva a tu hermano contigo!— la princesa señaló la puerta.

—Debemos buscarlo— insistió.

—¡Pues búsquenlo en otra parte!

—Anelisse—, dejó de ser respetuoso y cortés, —no seas tonta; las pruebas son claras...

—¡Silencio! Te ordeno que no lo digas.

Izanestaba perplejo y tras una pausa, exclamó, —nunca pensé que te negaras aescuchar algo tan importante; y si no quieres cuidar a tu pueblo, entonces tetomaré la palabra; nos iremos—, salió azotando la puerta.


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