31. Escape.

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—Debemos llevarlos al salón principal— indicó Raziel; —los haremos regresar por donde vinieron—; Raziel frunció el ceño al ver a Irina muy cerca de su compañero; pero aún así colocó las palmas de sus manos al frente y comenzó a avanzar, cualquier gigante que apareciera en su camino sería congelado de inmediato; —es mejor separarnos—, advirtió al dar la vuelta por un pasillo.

—Por las escaleras que llevan a los jardines del ala norte hay algunos— informó Irina, Adiel la miró algo sorprendo, estaba seguro de que ella no sabía ese dato, —voy para allá—, sentenció la pelirroja.

—¡Espera!— interrumpió Izan, —es mejor que Adiel lo haga; en cuanto él y Raziel los traigan, bloquea los pasillos, debemos mantenerlos en ese lugar.

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—Ocho— susurró Izan a mitad de las escaleras después de contar a los trolls; —¡faltan dos!— gritó segundos después, esta vez Irina fue más rápida al bloquear los pasillos, usando mesas, sillas y todos los objetos que estuvieran a su alcance.

Unos gruñidos y luego varios golpes se escucharon antes de que uno de los barandales del segundo nivel se rompiera, dejando caer a un troll; Adiel lo había empujado desde esa altura antes de que se le doblaran las rodillas, estaba exhausto. Aunque la pelirroja estaba preocupado al verlo en ese estado sabía que eso no lo detendría.

—¡Irina!—, volteó y vio cómo una las criaturas levantaba su arma para golpear la puerta principal; ya sabía lo que se avecinaba.

—¡Son todos!— exclamó; —¡hagámoslo de una vez!— ,Izan miró a Raziel; —yo acabé con uno hace unos momentos — informó mientras Adiel bajaba hasta donde ellos estaban; Izan asintió y le dijo, —es tu turno.

Para ese entonces ya había estirado los brazos hacia el frente para mover a seis de las nueve criaturas; los otros trolls al ver a los jóvenes gruñeron al unísono usando sus armas y otros objetos como proyectiles, Irina, esta vez decidió sólo esquivarlos.

Tal y como lo recordaba, Adiel decidió intervenir y de un salto entró al área de los trolls, enfrentó al primero, lo golpeó y poco a poco lo fue empujando hacia el boquete en el suelo.

—¡Sal de allí!— exclamó Izan; —¡debemos irnos!

—¡No!— contestó Adiel.

—Todos deben estar dentro para poder continuar con el plan— dijo Irina.

—¡Estaremos bien!— aseguró Adiel al ver la mirada dudosa del mayor de los hermanos.

Irina sintió la mirada de Raziel sobre ella; pero, como la vez anterior, no duró mucho, —es hora de irnos— indicó Izan.

—Pero Izan, no podemos...

—Debemos seguir con la otra fase; confía en ellos—, y entonces, ambos se teletransportaron fuera del castillo.

En esta ocasión creyó conveniente actuar antes y por su cuenta; tal vez sólo unos segundos podrían ser la diferencia entre salir con vida o no, además evitaría que Adiel sufriera daño a causa de la caída de ese tonto candelabro, consideraba que eso le daría una ventaja; respiró hondo y camino hacia el centro del salón con cuidado de no pasar debajo del ornamento de cristal que aún colgaba del techo.

—¡No te acerques!... ¡Es peligroso!... ¡No seas necio!—, otra vez escuchó aquellas palabras.

Irina extendió sus brazos de manera horizontal a sus costados; luego tomó impulso y los cerró hacia el frente aplaudiendo de manera sonora, esta vez usó absolutamente toda su energía. Los gigantes fueron empujados con una fuerza increíble hacia la entrada del túnel dejando al alto sin ningún oponente; la caída en el fondo provocó que todo retumbara de manera espantosa.

—¡Irina!— gritó Adiel al ver cómo el cuerpo de ella se desplomaba; corrió hacia a su encuentro y la tomó entre sus brazos.

—Debemos salir de aquí, no queda mucho tiempo—, susurró la pelirroja antes de cerrar los ojos, estaba realmente cansada, había sido un enorme esfuerzo desplazar a todos de un solo movimiento, pero aún así decidió no preocuparse por lo que ocurriría, ahora se sentía segura; confiaba en que había ganado el suficiente tiempo para salir de allí.


Adiel la tomó entre sus brazos para levantarla, apresurándose a buscar con la mirada alguna salida. Los gruñidos de los gigantes le indicaban que no tardarían mucho en salir de nuevo; justo a unos metros, por encima de la puerta del frente, había un ventanal; se encorvó un poco acunando a Irina entre su torso y brazos; entonces, sus alas se extendieron.

Levantó el vuelo, y con el pie derecho rompió el cristal, no sin antes proteger a quien llevaba envolviendo a ambos con sus alas.

—¡Ahí están!—, Elder señaló hacia el cielo y, segundos después, un rayo despedazó parte del castillo.



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