16.- Enojo.

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Irina podía imaginar lo incómodo que estaba Adiel; y en efecto, el frío en las muñecas estaba empezando a entumecerle las extremidades. —Izan, creo que sería mejor que lo liberaras— susurró ella.

El nombrado suspiró y colocó las palmas de sus manos sobre el grillete de hielo, en segundos este comenzó a derretirse.

—Espero que ahora te controles—, dijo Izan; —no le hagas honor a la fuerza bruta que posees— trató de amenizar el ambiente pero fue el único que rió, ya que los otros dos estaban tensos; la mirada de Adiel estaba perdida en ese par de ojos color avellana que denotaban enojo, porque aunque Irina hubiera intercedido y pedido que lo liberaran, no quería decir que lo sucedido había quedado olvidado.

—No hay gente en todo el pueblo— Raziel se materializó ante ellos, minutos antes había ido a reconocer el área; —esto es extraño, todos los talleres como este están abandonados; los pozos secos, no hay ganado o algún otro animal doméstico; al parecer sólo el castillo se mantiene vivo; es demasiado sospechoso.

—Pues entonces no perdamos el tiempo; debemos ir alcastillo de Kam de inmediato— indicó el hermano mayor.


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