6.- Mensaje.

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Tras la helada y húmeda noche, los rayos cálidos del sol se sentían de maravilla; Irina se removió y casi cae al suelo debido a su cercanía con el borde de aquella cama de hojas improvisada. Giró sobre su espalda y se encontró con los omóplatos de Adiel; suspiró y recordó donde se encontraba y lo sucedido; la pelea con el troll y la aparición de los hermanos; así que de inmediato se liberó de la manta tejida de lianas y hojas haciendo que su compañero se despertara.

La pelirroja se puso de pie y se ajustó el cinturón junto con su espada en la cintura; la cual había permanecido cerca de ella en el piso de la habitación; luego volvió a guardar sus armas en sus botas, ya que solamente se había despojado de sus armas filosas para poder descansar.

—El camino de regreso será largo— dijo Irina a manera de explicación por sus apresurados movimientos.

—¿Y dónde estam...?— el chillido agudo de un ave hizo que Adiel no terminara la pregunta; se escucharon unos pasos veloces y supusieron que eran Izan y Raziel quienes salían de la cabaña, así que se apresuraron a seguirlos.

—¿Mae?— preguntó incrédulo Raziel al ver al halcón parado en una rama, muy cerca, sobre ellos; así que levantó el brazo izquierdo y el ave se posó en él. El muchacho lo observó detenidamente, traía un pequeño rollo atado en una de sus fuertes garras.

Desató aquel cordel y se lo ofreció a su hermano mayor; este lo tomó dispuesto a leerlo.

—¿Pp-pero qué es esto?— susurró Izan; —¿un mensaje de Anelisse?

—¿De la princesa?— preguntó Adiel quien salía de la cabaña, detrás de Irina, hacia la pequeña azotea hecha de ramas tejidas, a cientos de metros sobre el suelo.

—Seguramente quiere saber si los hemos encontrado— argumentó la pelirroja.

—Esto no tiene sentido— agregó Izan al momento que una rama del enorme árbol se movía como por arte de magia y se extendía para poder ofrecerle a todos un lugar donde sentarse.

—¿Será posible?— se cuestionó así mismo y luego volvió a mirar aquel pedazo de pergamino.

Raziel estiró el cuello para poder leer.

Confío en que puedan resolver todo esto, que encuentren lo que fueron a buscar.

Ahora, tienen todo lo que necesitan, me aseguré de enviarles a los mejores.

S.A.

—¿Estás seguro que es de su majestad?— inquirió el menor de los hermanos.

—Está firmada por Sol Anelisse; estoy seguro.

Y es que la princesa solía poner al final de sus notas, cartas y documentos, su nombre completo y un trazo abstracto; esta vez sólo habían dos letras. Pero eso, y las palabras del mensaje, Izan supo quien la había escrito.


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