27. Final.

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-Ocho- dijo Izan a mitad de las escaleras después de contar a los trolls, la vista de los guerreros ya se había acostumbrado a las penumbras del lugar; entre los cuatro habían empujado y arrastrado a las criaturas hasta ese salón. -¡Faltan dos!- gritó, no le importó que las criaturas notaran su presencia; para ese entonces Irina ya había bloqueado los pasillos usando mesas, sillas y todos los objetos que estuvieran a su alcance.

Unos gruñidos y luego varios golpes se escucharon antes de que uno de los barandales del segundo nivel se rompiera, dejando caer a un troll: Adiel lo había empujado desde esa altura; pero al muchacho se le doblaron las rodillas, estaba exhausto; todos lo estaban, pero sabían que lo más conveniente era usar su poder al máximo, de otra forma, jamás podrían con semejante número de gigantes.

-Adiel- susurró la pelirroja preocupada al ver a su compañero en ese estado; pero su impulso por correr hacia las escaleras para ir con él fueron interrumpidos por el mayor de los hermanos.

-¡Irina!-, volteó y vio cómo una las criaturas levantaba su arma para golpear la puerta principal; si salían ya no habría forma de detenerlos. Ella levantó la palma de su mano y el garrote del troll fue arrebatado de sus garras; éste gruñó y volteó para ambos lados culpando a su compañero, pronto inició la pelea entre ellos. Raziel intervino haciendo que algunos de ellos quedaran congelados de las rodillas hasta los pies; sin embargo, tras el tercer intento, los trolls lograban liberarse.

-¡Son todos!- dijo Irina; Izan miró a Raziel , puesto que según sus cálculos faltaban.

-Irina acabó con uno hace un momento- informó Adiel al bajar hasta donde ellos estaban; Izan asintió y luego miró a la guerrera, -es tu turno.

Ella estiró los brazos hacia el frente y levantó las palmas de sus manos a la altura de su rostro; seis de nueve criaturas parecían ser empujadas mágicamente hacia el gran agujero; los otros trolls, al ver a los jóvenes gruñeron al unísono y usaron sus armas y otros objetos como proyectiles, para los guerreros no fue problema esquivarlos; Irina no tuvo que meter las manos, puesto que lo que venía directo hacia él pareció rebotar y salir disparado justo hacia el candelabro de cristal que colgaba del techo, golpeándolo y haciendo que se meciera peligrosamente.

Al notar que algunos gigantes probablemente se saldrían de aquel lugar; Adiel decidió actuar; de un salto entró al área de los trolls y enfrentó a uno, lo golpeó y poco a poco lo fue empujando hacia el boquete en el suelo.

-¡Sal de allí!- exclamó Izan; -¡debemos irnos!

-¡No!- contestó él. La estrategia era bastante sencilla: meter a los trolls en el túnel que los trajo y cubrirlo, eso les daría tiempo para salir, luego, parte del castillo sería demolido para sellar el acceso definitivamente, de esa manera, por cruel que se escuchara, evitarían tener muchos cadáveres, ya que las criaturas buscarían otro lugar a donde ir.

-Todos deben estar dentro para poder continuar con el plan- indicó Irina, puesto que entre ella y Adiel se encargarían de esa parte, con ello dio a entender que también se quedaría.

-¡Estaremos bien!- aseguró Adiel al ver la mirada dudosa del Izan.

Raziel miraba a Irina esperando alguna señal de broma o arrepentimiento en sus palabras, dejarla allí no parecía una buena idea.

-Es hora de irnos- le indicó su hermano.

-Pero Izan, no podemos...

-Debemos seguir con la otra fase; confía en ellos.

El menor suspiró e hizo lo indicado; junto con su hermano se teletransportó fuera del castillo.

...

Tenían escasos segundos para lograrlo; Adiel, de un golpe certero hizo caer al tercer troll dentro del agujero, sólo faltaban los seis que estaban en manos de Irina. La pelirroja inhaló profundamente y camino hacia el centro del salón.

-¡No te acerques!- indicó él; -¡Es peligroso!-; y sus ojos se abrieron aún más al notar que ella hacia justo lo contrario; -¡No seas necia!

Irina extendió sus brazos de manera horizontal a sus costados; luego, tomó impulso y los cerró hacia el frente dando una sonora palmada.

Los gigantes fueron empujados con una fuerza increíble hacia la entrada del túnel; la caída de todos ellos en el fondo del boquete provocó que todo retumbara de manera espantosa.

-¡Irina!- gritó él al empujarla para quitarla de la trayectoria del candelabro; el guerrero había actuado rápido, sin embargo al romperse aquel objeto, algunos cristales se incrustaron en la pierna de Adiel. La muchacha tardó unos segundos en asimilar lo que había sucedido, pero inmediatamente un relámpago y el sonido de un lejano trueno les indicó que aún no estaban a salvo.

...

El cielo estaba más oscuro de lo normal y las nubes cargadas ocultaban las enormes lunas; en cuestión de segundos, todo acabaría.

-¡Hazlo de una vez!- indicó Ayleen a su hermana, quien tenía las brazos en alto.

-¡No! Todavía no-, contestó y al instante los hermanos aparecieron a su lado.

-Anelisse, es hora- anunció Izan.

-Pp... pero Irina y Adiel... - miró hacia alrededor buscándolos.

-Ellos estarán bien, no hay que perder más tiempo.

Ante las palabras seguras del guerrero, Anelisse ya no dudó; cerró los ojos y entonces, un luminoso y fuerte rayo cayó sobre el castillo, destruyendo parte de él, justo donde se ubicaba el salón principal.

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Irina sintió algo sobre su cuerpo, era pesado pero a la vez cálido; no quería abrir los ojos, pero como le costaba respirar por la presión sobre su pecho tuvo que hacerlo para saber qué sucedía. Entonces notó que se encontraba boca arriba, con Adiel sobre ella; su respiración chocaba contra el cuello del guerrero.

-¿Adiel?- susurró, pero no hubo respuesta; la pelirroja buscó zafarse pero por más que lo intentó no pudo, el cuerpo de su compañero era demasiado pesado.

-¡Adiel!- habló más fuerte mientras buscaba como sacar sus manos para rodear la espalda del nombrado, y entonces abrió los ojos en demasía cuando se dio cuenta que sus alas se encontraban extendidas, y recordó lo sucedido.

Por un segundo, la habitación se iluminó y un horrible estruendo la hizo estremecer.

-Irina, perdóname... - fueron las palabras de él antes de desplegar sus blancas y majestuosas alas y abrazarla, pegándola a su torso.

Todo colapsó y cientos de rocas cayeron derribándolos, dejando a Irina debajo de él y los escombros.

-Adiel- con la voz entrecortada volvió a decir su nombre; se aferró con ambas manos al cuello de su ropa, refugiándose en su pecho y así soltar las gotas saladas que en pocos segundos bañaron su rostro.

-Perdóname tú a mí-, musitó y decidió ya no intentar nada más. ¿Qué caso tenía? Prefería permanecer a su lado y tener el mismo final.

CaceríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora