Se encontró en un solitario lugar, aunque era de noche se notaba que la blanca nieve cubría todo el paisaje. Una terrible sensación la invadió al sentirse sola.
Caminó, aunque no sabía dónde estaba no quería quedarse en ese lugar; poco a poco el viento comenzó a soplar y la nieve a caer. A cada paso que daba, el clima empeoraba, se abrazó a sí misma y continuó.
A unos metros notó un montículo, similar a un cerro, en donde había un árbol cuyas ramas estaban cubiertas de hielo y se apresuró a llegar con la idea de refugiarse; sin embargo se encontró con una silueta de espaldas y con unas enormes alas extendidas.
-¿Aa-Adiel?-, sus labios temblaron; aquél joven alto volteó hacia ella y le sonrió; Irina no pudo controlar sus lágrimas; corrió hacia él y se aferró a su torso; en ese momento la ventisca cesó y todo quedó en silencio; únicamente escuchaba los latidos de su propio corazón, acelerado e inquieto por haberlo encontrado.
-No me dejes- exclamó, pegándose más a muchacho, con su voz entre cortada, el llanto casi no le permitía respirar.
Tomó el rostro de la pelirroja con ambas manos para poder mirarlo a los ojos; con sus pulgares quitó las gotas que recorrían sus mejillas; -Te quiero Irina-, susurró muy cerca de ella antes de darle un beso; un beso que hizo que se olvidara del clima que la rodeaba.
Lentamente abrió los ojos cuando sintió que se separaban; se encontró muy de cerca con aquellos enormes orbes; sonrió aún con los ojos cristalinos, ahora las lágrimas eran de felicidad.
-Ven, te llevaré a un lugar más cálido-, él la tomó de la mano y comenzaron a caminar.
Conforme avanzaban, pareció amanecer al momento que la nieve se iba derritiendo bajo sus pies dando lugar a un pasto verde y lleno de vida; Irina sonrió, ahora sentía paz y seguridad; observó al guerrero y éste le devolvió la mirada, una llena de amor; fue entonces cuando la pelirroja notó algo peculiar.
-¿Por qué tú...?- señaló sus alas, no es que no las hubiera visto antes, sino que seguían allí.
-¿No te gustan?- preguntó.
-No es eso, son hermosas; es sólo que... - usualmente sus alas no permanecían a la vista por mucho tiempo, sino que volvían al interior de su espalda.
-Izan suele mofarse de ellas y pues... -; la risa de Irina lo interrumpió, el recuerdo de los apodos y sobrenombres le causaron gracia.
-... y pues, contigo puedo ser realmente yo- concluyó causando que Irina parara de reír. Ella buscó su mirada y no pudo encontrar más que sinceridad en sus ojos; sintió que el corazón se le saldría de su pecho por la velocidad y fuerza con la que latía.
Llegaron a una pequeña cabaña construida con piedras y que poseía una chimenea; Adiel abrió cuidadosamente la puerta y le indicó que entrara.
El fogón hacía el ambiente mucho más cálido y confortable, cuando ambos estuvieron dentro, él cerró la puerta.
-Adiel, ¿Dónde estamos?
-Aquí estarás a salvo-, ella frunció el ceño puesto que su pregunta en realidad no fue contestada, y justo cuando iba a indagar por más detalles, fue callada con un beso.
Pasó ambos brazos alrededor del cuello del guerrero para hacer el contacto de sus labios más profundo.
-Te quiero Adiel-, susurró una vez que se separaron, acto que no duró mucho ya que ella sintió la necesidad de otro beso.
El joven lentamente tomó las extremidades de Irina para liberarse; a ella le extrañó un poco esta acción, pero Adiel colocó sus manos sobre los hombros del chica antes de decirle, -Gracias por todo Irina-, con la palma de sus manos recorrió los brazos de ella hasta llegar a sus manos; -muchas gracias por quererme como era; un tonto que nunca pensó antes de actuar-, besó ambas manos.
Confundida, sintió que lo soltaban y luego depositaban un beso en su frente; sólo hasta que vio que él se disponía a salir fue que reaccionó.
-¿Aa-A dónde vas?-, tartamudeó; -¡Llévame contigo!- exclamó lo último con más fuerza.
Cuando Adiel abrió, nuevamente era de noche en el exterior y la tormenta, con vientos fuertes y espesa nieve había regresado.
-¡Adiel!-, corrió hasta la puerta, pero ya era demasiado tarde; él había desplegado por completo sus alas y levantado el vuelo, por última ocasión, le dedicó una mirada desde aquella altura.
-¡Adiel!-, volvió a gritar; -¡No me dejes!-, vio cómo desaparecía entre aquella lluvia blanca; sus piernas se debilitaron haciéndolo caer; -No me dejes-musitó al instante que se abrazaba a sí misma pero no a causa del clima, si no por el dolor y el coraje que sentía por el no haber podido detenerlo e ir con él.
-¿Irina?- una voz conocida al interior de la casa la llamó; -Irina-; otra voz mencionó su nombre. Pasó el dorso de su diestra por sus mejillas para quitar las lágrimas, poniéndose de pie para adentrarse; -¡Irina!-, lo volvió a llamar la segunda voz... -¿Sandro?-, preguntó algo sorprendida, pero en ese instante la llama del fogón creció y la pelirroja cerró los ojos puesto que la luz era cegadora.
...
Parpadeó antes de abrir los ojos; entonces, se dio cuenta de lo sucedido; sintió algunas manos examinar su rostro, eran Sandro y Anelisse.
-Adiel- susurró; entonces lo vio, muy cerca de ella, con los ojos cerrados. De inmediato Izan tiró de ella sacándola debajo de aquél cuerpo.
-¡No!- exclamó, con aquél grito fue inevitable que Raziel, Elder, Fiama y Ayleen acudieran.
-¡Suéltame!- intentaba liberarse; pero el otro hermano también ayudó a sujetarla.
-¡Ustedes no entienden! ¡Debo ir con él!- gritó y pataleó con el fin de que la dejaran libre, pero no tuvo éxito. Anelisse la miraba con lágrimas en los ojos, le dolía verla así.
-Irina, ya es demasiado tarde-, dijo el guerrero que tenía poder sobre el hielo; en ese instante, la princesa también acudió para apoyarlos.
-¡No!- gritó Irina; la monarca se colocó frente al pelirrojo, -Calma. Mírame-, trató de llamar su atención, puesto que parecía perdida observando aquel cuerpo que ahora yacía boca arriba, la luz de las lunas filtrándose le daba a las alas un efecto brillante y mágico.
-¡¡Yo quiero... necesito estar con él!!- chillóluchando por respirar, pero, en instantes, por lo cansada que se encontraba, sedesmayó en brazos de los hermanos.
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Cacería
FantasyEn las fantásticas tierras de Angae, el reino de la dinastía Sol parecía estar en problemas. Con el rumor de que los hermanos Izan y Raziel habían sido exiliados por traicionar a la corona, los guerreros Adiel e Irina se sorprenden cuando son enviad...