Capítulo 22: El accidente

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¿QUÉ HA OCURRIDO HASTA AHORA?

―¿Qué haces aquí escondida? ―Me giré asustada, ¡Era Jack!―. Te dije que vivía cerca de tu casa... ―Me dijo. Sí que era verdad, y de hecho el otro día lo vi—. No me has respondido. ¿Qué haces aquí escondida? ―Insistió él.

―Oh, nada ―Le dije yo. No quería decirle que realmente lo que estaba haciendo era espiar lo que se decían Step y Eulàlia, aunque era lógico. Estaba escondida detrás de un árbol sacando la cabeza dirección a ellos dos...

―Ah, bueno —Dijo poniéndose detrás de mí y apoyándose encima de mis hombros, mientras sacaba la cabeza por el lado del árbol y miraba hacia su casa—. En ese caso me quedaré escuchando lo que se dicen mi hermano y Eulàlia —Yo me giré y lo miré elevando las cejas, pero no dije nada, su cara estaba a pocos milímetros de la mía― ¿Ya lo sabes, no? Él es mi hermano.

—Lo acabo de averiguar —Le contesté, y volví a girar la cabeza hacia la casa para seguir espiando a mi amiga. Fue entonces cuando me di cuenta de que la puerta de entrada estaba cerrada y que no había nadie delante de ella.

Pensé que habría entrado dentro de la casa, pero entonces noté que Jack se iba corriendo mientras gritaba:

―¡EULÀLIA!

Me giré asustada hacia la carretera. Y en ese momento pude ver como un coche envestía a mi amiga.


CAPÍTULO 22: EL ACCIDENTE

―¡NO! ―Grite llorando, y me fui corriendo hacía mi amiga que se encontraba extendida en el suelo con los ojos cerrados.

En menos de un minuto salió el conductor del coche corriendo hacia Eulàlia, vi cómo se sacaba el móvil y marcaba un número. Seguramente el de la ambulancia.

Jack llegó hasta mi amiga unos segundos antes que yo y me miró, pero no dijo nada. Me arrodillé al lado de mi amiga mientras lloraba. Entonces llegó Step.

―¡Mierda! ¿Qué ha ocurrido? ―Oí que le preguntaba a Jack, y en su cara pude ver verdadero horror y miedo.

―¡Qué no lo ves! ―Fue su respuesta—. ¿Ya habéis llamado a una ambulancia? —Preguntó después.

―Sí, enseguida llegará ―Dijo el señor del coche que acababa de colgar el móvil. Yo lo miré con los ojos llorosos―. Oye... Lo siento. Me la he encontrado encima, no he podido hacer nada. ¿Eres su hermana?

Yo no le contesté, no tenía suficiente energía como para decir nada. En ese momento oí un ruido, giré la cabeza y vi cómo se abría la puerta de mi casa y aparecía mi madre con su delantal y las zapatillas.

―¿Qué ha ocurrido? ―Dijo. Se le notaba en la cara espanto.

―Señora, lo siento... ¿Es su madre? No he podido hacerle nada... ―Dijo el señor del coche. Se le notaba que lo sentía de verdad. Parecía muy nervioso. Era un señor de unos 50 años, iba vestido un traje negro y no paraba de andar de un lado a otro.

―No, no —Dijo enseguida mi madre—. No soy su madre. Mejor que la vaya a avisar―Dijo―. Nadia ―Añadió entonces dirigiéndose a mí―, ¿estas bien?

Yo asentí con la cabeza.

―Bueno... ¿Te quedas aquí? Voy a avisar a su madre ―Yo volví a asentir con la cabeza, seguía arrodillada al lado de mi amiga, que no se movía. Tenía la ropa desgarrada y tenía varios rasguños por donde le resbalaba sangre. Tenía la cabeza girada hacia el otro lado, por lo que no podía ver si tenía los ojos abiertos o cerrados, cosa que agradecí. No lo quería saber.

Sí, profesor [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora