Capítulo 3: Eulàlia

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¿QUÉ HA OCURRIDO HASTA AHORA?

Estuvimos casi una hora hablando, yo ya ni me acordaba de que me tenía que ir, con la novedad, lo había olvidado, sabía que estaríamos cerca, pero no era consciente de que sería lejos de mis amigas.

Todo volvió a la normalidad cuando mi madre me llamó, ya estaba todo listo: la casa vacía y el coche llenó, el camión de las mudanzas también estaba, sólo faltaba yo. ¡Cómo echaré de menos a Lucas! Sólo serían tres semanas, mucho mejor que un año...Pero aun así era mucho.

Era el momento, el momento de despedirme, ahora sí. Nos fundimos en un largo abrazo, un abrazo que lo decía todo.

CAPÍTULO 3: EULÀLIA

Subí al coche, el viaje se me hizo largo, pero al final llegamos. La casa aparentaba nueva. Era grande, y tenía también un jardín grande. En eso no me podía quejar. También mi habitación era grande. Tenía una pequeña terraza que daba al jardín, con un árbol al lado. La casa me recordaba a la casa de Gabriella de High School Musical. Con el árbol al lado, por dónde Troy Bolton subía para traerle un picnic con fresas y chocolate. En mi caso, desde la terraza se veía la casa de en frente. La estuve contemplando durante un rato, también era muy bonita.

<<¿Habrá alguien de mi edad?>>, me preguntaba <<Alguien con quien pudiera salir a tomar algo>>

Mis preguntas no se hicieron mucho de rogar, estábamos todos (mi madre, mi padre y yo) sacando los paquetes del coche, cuando salió una chica toda contenta de la casa que había estado observando desde mi habitación. Era alta y delgada, con el pelo negro, liso y muy largo. Iba vestida con pantalones pitillos de color negro, una camiseta arrapada de color rosa y un jersey abierto de rayas negras y blancas encima. Se iba por la calle dirección contraria a nuestra casa, pero cuando giró la cabeza un momento y nos vio, vino hacia nosotros.

―¡Hola! ―Dijo gritando mientras corría, saludándonos energéticamente con la mano―. Soy Eulàlia, vuestra vecina, ¿queréis que os ayude?

No nos dejó contestar, porqué ya cogía nuestras cosas y las llevaba hacia casa. Pude ver la cara de sorpresa que ponía mi madre.

―Es bonita la casa, el otro día me preguntaba quién viviría aquí. Los promotores nos dijeron que vendría gente de fuera, de un pueblo de fuera de Cataluña, supongo que se referían a vosotros. ¿Dónde lo dejo? ―Siguió diciendo esa chica, esa tal Eulàlia, refiriéndose a los paquetes.

―Déjalo aquí, tranquila, ya lo subiré yo ―Dijo mi madre, que vi que no se fiaba de esa chica.

―¡Ok! ―Dijo ésta contenta, dejando los trastos al suelo. ¡A mí sí que me había caído bien!―. Bueno, para lo que queráis, ya sabéis, vivo ahí ―Dijo señalando su casa―. Ahora me voy a comprar.... ¿quieres venir? ―Me dijo―. Así te enseño un poco la ciudad. ¡Me gusta hacer de guía!

―Bueno... es que tengo que ayudar con todo esto. Lo siento ―Dije sintiéndolo un poco.

―¡No pasa nada! Otro día será. Me gustaría ayudar, pero es que si no vuelvo pronto mi madre me mata. Por cierto, ¿Cómo te llamas?

―Nadia.

―Encantada. ¡Adiós! ―Y se fue. No la volví a ver en todo el día.

Terminé de desempaquetar las cosas y de ponerlas en mi nueva habitación. La habitación estaba pintada de color azul claro, casi blanco, igual que en mi antigua casa. Había una mesa con cajones a la izquierda de la puerta que daba a la terraza, con una ventana encima. La cama era alta, tenía una cama nido debajo y cajones.

Cuando mi madre me llamó, baje al piso de abajo para cenar, y después me fui a dormir. Era temprano, pero no quería tener ojeras para mi primer día al nuevo Instituto. Sólo era un año, pero no quería causar mala impresión. El primer día siempre era el más importante, y aún más si eres la nueva.

***

Era el día, empezaba el nuevo curso en el Instituto Pau Casals.

Llegué allí con el bus. Era un colegio grande, rodeado de jardines. Para entrar al recinto de la escuela, lo hacías a través de un gran arco de piedra. Una vez dentro, vi que había sitios para aparcar los coches y jardines con césped alrededor. En medio había una rotonda con un árbol en el centro de ésta.

Estaba alucinada por la magnitud del sitio. Me giré a la izquierda y vi que era más grande de lo que había visto a primera vista. Detrás de los coches aparcados, había un gran jardín con árboles, césped y flores. Pude distinguir un campo de futbol al fondo.

Volví a girarme dirección a la calle, para mirar la gente que iba llegando. Al otro lado de la calle había otro parque mucho más grande que los que había dentro del Instituto, con muchos árboles.

Iba dando vueltas observando el sitio. Me sentía muy sola cuando oí unas voces a mis espaldas:

―¡Nadia, Nadia!


Sí, profesor [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora