El padrastro de Javier había abierto una tienda de artículos de pesca y a pedido de su madre lo había contratado para que trabajara unos días a la semana a fin de que dejara de pasar tantas tardes fuera de casa. Eso no solo no impidió que el muchacho siguiera buscando ayudar a su amiga sino qeu además le permitió ahorrar un poco para seguir con sus expediciones. Más allá del cansancio de no tener ningún resultado positivo después de casi un mes de andar buscando algún técnico en laboratorio que le ayudara con la investigación sobre el estado de su amiga Javier lo seguía intentando sin perder el optimismo. Ocasionalmente se quedaba sin dinero para volver y para seguir sus labores se dedicaba a hacer piruetas y malabares con palos en los semáforos para luego pedir monedas pasando su gorra. En esos momentos agradeció el entrenamiento en artes marciales de su padrastro pues pudo montar un espectáculo que resultaba llamativo para esos pueblos. En otras ocasiones necesitó pedirle a algún camionero en las estaciones de servicio que lo llevar y si bien estos rara vez decían que si los que lo hacían terminaban complacidos de poder tener un compañero de viaje con tantos historias de ficción.
Un día Javier llegó al puerto en búsqueda de aquella persona que pudiera ayudar a su amiga y tras haber probado suerte en uno de los laboratorios sucedió algo que difícilmente pudiera no haberle llamado la atención. El joven ingresó y se encontró con un lugar muy amplio, pareciera ser el más importante de todos los laboratorios que había visitado y esto lo desmotivó. A menudo las personas que trabajan en sitios tan grandes lo hacen buscando ser importantes y esto no se lograría curando una enfermedad equis de una persona equis, ni nada por el estilo. Javier tendía a entrar a los laboratorios, preguntar por alguno de los bioquímicos, médicos encargados o técnicos y si conseguía una oportunidad para conversar con ellos solo procedía a contarles el caso (una persona que tras ser expuesta a la luz sufría inexplicables síntomas relacionados con alteraciones en la piel y comportamiento lo cual se revertía al perder el contacto que las inició) en todos lados explicaba que los médicos no habían podido ayudar, en todos lados avisaba que no venía como cadete de ningún laboratorio y mentía diciendo que pagaría lo que sea necesario. Pero en todos lados también encontraba solo personas que se reconocían fuera de condición para encargarse de ese caso, o que pedían una muestra para analizarla, pero sin prometer nada y Javier no podía darle muestras sin confiar en ellos. Al entrar en este centro de análisis clínico lo recibió una recepcionista como era de costumbre.
- Buenos días ¿en qué lo puedo ayudar?
- Buenos días. Estoy en una situación particular. Tengo un familiar con una enfermedad que aún no ha sido reconocida y necesita ser estudiada y me han recomendado este laboratorio por sus análisis tan específicos.
La recepcionista se quedó un momento en silencio antes de contestar. Parecía no saber como actuar ante este pedido así que solo agregó.
- Espérame aquí un momento por favor.
Y dicho esto salió detrás del mostrador y subió al ascensor. Seguramente iría a buscar a uno de los encargados para pedirle ayuda con el caso y eso lo haría tardar. Javier tomó asiento para esperarlo, siguiendo con la rutina de todos los otros laboratorios.<<Lo más probable es que vuelva en menos de diez minutos y me diga "lo siento, no ofrecemos servicios a particulares" o que tarde un poco más y quiera hacerme una cita para después del horarios de trabajo. Típico >> Se dijo el joven desanimado por la mirada de la recepcionista mientras esperaba en el asiento de la recepción, pero algo salió muy diferente a lo que esperaba. Antes de que vuelva la recepcionista, una joven mujer salió por la escalera vestida con una bata blanca de laboratorio. Llevaba un cuaderno pequeño en la mano, una lapicera en la otra y una mirada concentrada que expresaba su esmero por corresponder a la importancia de la labor que estaba realizando. Su cabellera dorada estaba prolijamente recogida a fin de evitar que algún pelo altere las muestras con las que trabajaba más eso no impidió que Javier la reconociera. Había soñado con esa cabellera prácticamente todas las noches desde que el licántropo atacó a Gabriela así que sería imposible que no dedujera de quién se trataba. La señorita buscó con la mirada a la recepcionista y al no encontrarla se dispuso a regresar por las escaleras, pero Javier no estaba dispuesto a permitírselo.
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El circo de la luciérnaga
WerewolfUna amistad inquebrantable se ve violentada por la mordida de un hombre lobo, y ahora Javier tendrá que luchar contra decisiones que jamás imaginó tener que afrontar con tal de volver a compartir la sonrisa de su amiga. ¿Podrá el joven ayudarla a so...