Ya vete

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  Esa noche la familia intentó que Javier durmiera en la sala sobre las almohadas grises con Juance pero el lobo prefirió dormir en el techo acurrucado entre las cajas que la familia guardaba en un tinglado del techo, pero en plena oscuridad. En lo profundo temía que lo vieran en una forma intermedia entre lobo y hombre y deseaba pasar al menos las noches en una forma humana, aunque eso significara perder las ventajas que una piel cubierta de pelos le brindaba frente al frío. Su metabolismo de lobo le daba una fuerte ayuda contra las enfermedades puesto que las más específicas para humanos desaparecían de día al estar en su forma de lobo y las de lobo desaparecerían en la noche al convertirse en un humano.

  Cada transformación traía consigo una cantidad inconmensurable de dolor seguida de una sensación placentera general y una relajación completa tanto al pasar a hombre como al convertirse en lobo.

  A la mañana el sol lo despertó y salió de entre las cajas sintiendo como su cuerpo se transformaba a medida que la luz acariciaba su piel. Javier tenía pensado conseguir algo de ropa por si era descubierto a la noche mientras permanecía como humano, pero esa idea aún le resultaba tonta pues los humanos de la familia no podían ver nada en la oscuridad.

  Oyó la voz de la madre que lo llamaba desde la sala y bajó alegremente hasta encontrarse con un gran plato de comida para perros. Las croquetas secas le resultaban atractivas al olfato pero ni bien entraron a sus fauces sintió como su dureza hacía forzar los músculos de la masticación. No le gustaba, pero al igual que su nuevo nombre solo tendría que aprender a vivir con eso.

  La familia comió y uno a uno fueron saliendo de la casa hasta que se quedó solo con la madre la cual permaneció limpiando el desorden tras el desayuno y luego salió al bar a ayudar a su marido. Javier entonces reconoció haber visto la figura de aquella mujer en algunas ocasiones en el bar mientras esperaba a que alguien decidiera adoptarlo. Caminó por la casa, se entretuvo en el techo practicando el truco de la patada que había fallado el día anterior con Sofía, logró entablar conversación con Juance al permitirle oler sus partes traseras y luego corretear juntos por toda la casa. Bebió agua unas veinte veces y luego volvió al techo a ver si se le ocurría algo. Luego, solo se echó a descansar. Extrañaba a la familia.

  Al mediodía la madre regresó y Javier al fin pudo entender por qué los perros se emocionaban tanto al ver llegar a los humanos. Corrió a recibirla moviendo la cola y gritando a ladridos locos al mismo tiempo que Juance lo hacía. Luego la acompañaron a la cocina y la observaron cocinar. Ella pareció ponerse nerviosa al ver a ambos perros mirarla fijamente como si esperaran algo de lo que estaba preparando. Ni Javier, ni Juance estaban pensando en comida, ellos querían algo que los hiciera distraerse, divertirse... ¡Algo! La pequeña mujer se reía mientras les hablaba del trabajo y hacía chistes sobre lo que hubieran hecho los perros en su lugar al ver aun cliente al cual se le cayó el chicle en su plato de sopa y luego la llamó para pedirle que ella lo sacara.

  La madre trapeó los pisos y luego preparó la mesa. Lo hacía todo demanera tan natural que Javier sintió pena por verla trabajar tanto y sin quejarse nunca de nada. En ese momento no pudo hacer más quepensar en su madre...La extrañaba.

  El primero en llegar fue Joel quien vino de la escuela y pasó a la casa con los zapatos sucios y llenando el piso recién trapeado de barro y arena. La madre se enojó mucho pero Joel parecía ignorar los reproches y demostraciones de desacuerdo que manifestaba ella con su conducta desinteresada por el trabajo de los demás.

  Luego llegó el padre y trajo una caja con pollo al espiedo y un pequeño bol del cual sacó huesos para los perros. Recibió un ferviente baile de parte de Juance y unas lamidas de Javier. El padre se mostró desinteresado en ambos animales.

El circo de la luciérnagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora