Sigue ahí

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- ¿Mamá, cómo se conocieron mi padre y tu?

- Trabajábamos juntos, mi corazón - le respondió su madre a Javier con una expresión completamente ajena - En una fábrica de calzados, cociendo. Pero esto ya te lo habré contado mil veces. ¿por qué me lo preguntas de nuevo?

- No, por nada. Solo...quería saber.


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  Fue muy complicado convencer a Gabriela de que Hamber era de confiar, y más aún porque el mismo Javier no estaba seguro pero al fin ella cedió a darle sus muestras para la investigación. Le llevaron varios tubos de ensayo perfectamente cerrados y guardados en un paquete especial que usaban los empleados del padre de la chica para transportar las muestras. Hamber se mostró feliz al tomarlos y comenzó su investigación. Mientras eso progresaba Javier seguía dedicando tardes completas a enseñarle a Gabriela los temas del colegio que daban día a día. Una tarde mientras le hablaba de literatura, Gabriela arrojó bruscamente el libro al piso y nuevamente rehusó nuevamente del aprendizaje, algo que a pesar de ser rutinario irritaba mucho al muchacho.

- Gaby, sabes muy bien lo que pienso sobre todo el teatro que haces con respecto a tu futuro. Tienes que estudiar, no serás un licántropo por siempre...o por lo menos deberías valorar más mi sacrificio como así también el sacrificio de tu padre y el de Hamber y muchas más personas que se están esforzando para que puedas estar bien, y si tú sigues renegando de tu realidad lo único que conseguirás será que se convierta en una tortura para ti... ¡Esfuérzate!

- ¿y quien demonios te crees que eres para decirme lo que tengo que hacer? No me importa tu sacrificio ¡Al diablo contigo! ¡al diablo con Hamber y con mi padre también! ¡y con todos!

- Te lo juro, hay veces en que no te comprendo. Vives diciendo que los hombres lobo son mejores que los humanos pero cuando no puedes resolver algo, así sea tus problemas personales o un simple análisis de oraciones, estallas y maldices a todos como si intentaras por otros medios resolver lo que con tu esfuerzo no logras. Pareces otra persona.

- ¿Y tú? Antes evitabas toda responsabilidad y ahora crees que puedes decidir por mi que es lo que me conviene y qué no. ¿pero que demonios te piensas? No puedes ir por ahí diciéndole a la gente que hacer, yo sé muy bien lo que tengo que hacer y no tienes por que entrometerte. Eres tan solo un idiota más que solo sabe hablar, que no sabría resolver nada.

  Javier quiso seguir contestando pero algo lo hizo dudar. El cuarto estaba casi en la oscuridad perfecta, solo la luz que iluminaba el libro del joven estropeaba el inquebrantable manto azabache que los cubría. No existía forma de que pudiera ver a su amiga, ni siquiera cabía la posibilidad de iluminarla por un segundo sin que se transformase en un monstruoso lobo de dos metros sediento de sangre humana, SU sangre para ser más específicos. Pero a pesar de eso, a pesar de que no veía su rostro hace muchos meses y de que ningún sonido inusual delatara lo que el joven percibía más por instinto que por deducción, Javier sabía que ella estaba llorando. Por más que un disfraz de piel de lobo cubriera su cuerpo ella seguía siendo su amiga y no le costaba nada predecirla. Ellos tenían los mismos sentimientos. No podían evitar llorar sin contención cuando se herían el uno al otro. Javier se calmó, sonrió sabiendo que ella lo vería y con mucha tranquilidad tomó el libro que Gabriela había arrojado al suelo (para eso necesito dedicar mucho tiempo hurgando en la oscuridad) y se lo devolvió en las manos. La chica se lo sacó de manera brusca y retornó a su lectura en voz alta, esperando que el joven se callara. Todo siguió de manera natural.


El circo de la luciérnagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora