Lo que cuesta ayudar

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  Las tardes que siguieron Javier las dedicó a visitar a su amiga. Ella fue poco comprensiva con la actitud del muchacho por huir del claro al encontrar los huesos y oír los aullidos a tan poca distancia. Decía que si algo malo hubiera sucedido, los paisanos lo sabrían, que él había confundido huesos de animales con unos humanos por el miedo y que por igual motivo equivocó el trinar de un pájaro con el aullido de un lobo. Gabriela estaba convencida de que si hubiera sido un hombre lobo de verdad una simple bicicleta no sería suficiente para escaparse de él, necesitaría tirarse al remanso o perderse entre los rastrojos para disimular su olor, y aún así probablemente no lo conseguiría.

  Habían pasado días desde aquel incidente y a pesar de que seguía buscando aún no había podido conseguir a nadie que lo ayude con la investigación. Poco a poco Javier tomó la extraña costumbre de estudiar el doble a fin de explicarle todos los temas a su amiga porque, a pesar de la completa falta de éxito de sus últimas misiones, él estaba completamente convencido de que lograría encontrar la manera de ayudar a Gabriela y entonces ella necesitaría estar al día con las tareas. Javier siempre imaginó a Gaby como una gran artista y sabía que su lucha en realidad era la lucha por defender el sueño de su amiga.

  Le costó mucho trabajo convencer a Gabriela de leer esos apuntes pero al final cuando la chica notó que al estudiar podía librarse de la voz del muchacho por unos minutos al cavo de un par de días accedió a regañadientes. Una de esas tardes mientras estudiaban las interacciones entre las especies en los distintos biomas Gabriela cerró bruscamente el libro y dijo.

- Ya no necesito estudiar todo esto. Me cansé

- ¿pero por qué lo dices? ¡es fácil! Mírame a mí que lo estudio todo de memoria para poder explicártelo sin leer el libro en medio de esta oscuridad.

- ¿no lo entiendes Javier? Yo no necesito estudiar. No necesito recibirme de nada. Puedo hacer lo que quiera ¿por qué elegiría estas cosas?

- Eres una chica como todas y necesitas aprender estas cosas.

- No soy como todas, soy superior. Yo soy el depredador y ustedes la presa. Yo digo lo que quiero y ustedes lo hacen.

- Vamos Gabriela, las cosas no son así y tú lo sabes.

- ¿Ah no? Hasta tú haces lo que sea para contentarme porque sabes que soy superior. Simplemente tengo todo lo que quiera y ni bien pueda irme de esta prisión de metal en la que me confinan mis padres lo tomaré, como me corresponde.

- ¿de qué estás hablando? Yo no hago esto para complacerte por temor, lo hago porque te quiero.

- No, el cariño no existe. Las personas inventan esos sentimientos para poder escaparle a la culpa que sienten por no poder hacer algo bueno por los demás. Piensan que así van a quitarse esa sensación de estar solos, o que le hacen un favor a los otros por decirles "te quiero" y así brindarles su compañía desde el discurso. Pero todos sabemos que no es verdad.

- Te complicas las cosas demasiado. Las personas podemos querer a alguien sin razón alguna, no lo hacemos para que no se sientan solos, es algo que llevamos en nuestra naturaleza.

- ¿nuestra naturaleza? Abre los ojos Javier, la naturaleza del ser humano no es la bondad, es el odio. Las personas nacen para odiar. Desde chicos sienten celos de los que tienen más, se pelean, sienten vergüenza pero no la aceptan, son caprichosos y egoístas y al crecer eso solamente crece más y más. Los poderosos quieren más poder, no les interesa a quiénes deban pisar. Los pobres se auto compadecen para poder sentirse víctimas y echarle la culpa de sus desgracias a otras personas más agraciadas. La sociedad es un caos de individualismo y locura y tú eres el único iluso que sigue creyendo en el amor. Pero es inútil. Inconscientemente sabes que tengo razón, así que no tiene sentido seguir con esta discusión.

El circo de la luciérnagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora