Días de paz

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  Dieron las seis de la mañana y el despertador hizo sonar su tintineo estruendoso y estresante. Ese tono agudo y contundente convertía la experiencia de despertarse en algo tortuoso, ¿acaso las personas no entienden que todo el día depende de con que pie pises primero? El valor de las primeras impresiones. Pero si cada día empezaba de la misma horrible manera, la monotonía y el disgusto se fundirían y darían pie a una desagradable sensación de desgano. ESA es la situación en la que se crían los jóvenes de hoy en día. Todos los días, el mismo día. Pero para Javier, hoy no sería así.

  La mañana comenzó de la misma manera que todas las demás: "hola mamá", "hola padrastro", "no le digas así"... Siempre el mismo discurso, siempre el mismo motivo. Las personas más impredecibles se pueden volver extremadamente monótonas si dejan que la vida se los coma.

Varias tardes se le habían ido a Javier pensando como un hombre como su padrastro, un tipo atlético que viajó a todas partes con su selección de MMA pasó de la gloria y el oro a cuidarlo a él, un joven torpe de 15 años en ese entonces que ahora estaba por cumplir los 17.

Su madre y él eran parientes únicos en esa zona ya que la separación le resultó tan dolorosa a su progenitora que prefirió mudarse antes que seguir soportando los recuerdos. Una vez ella le confesó que todo lo que tocaba le recordaba a su ex marido: las tazas, los azulejos, las revistas viejas del baño... todo estaba repleto de recuerdos y vivencias que compartieron en sus momentos más felices. Dicen que el extrañar al otro en el corazón duele, pero extrañarlo en la presencia mata.

La madre de Javier siempre le repetía que cuide mucho a las mujeres, porque ellas sienten con mucha intensidad lo que los hombres suelen pasar por alto, pero eso no era verdad. A Javier le dolió tanto la separación de sus padres que si pudiera, preferiría no haberla vivido jamás. Renegó de la vida, renegó de su realidad de hijo de padres separados, se culpó, y hasta llegó a pensar en suicidarse cuando las cosas le salían mal, pero ahora formaba parte de un arpa de dos cuerdas y si él se iba, el sonido iba a ser muy triste. Él tenía que cuidar a su mamá.

  La mañana siguió también como lo haría cualquier mañana de día martes. Desayunó, se ató una cola de caballo en el largo pelo negro mirando cada detalle de su rostro, con la idea fija de que alguien lo iba a mirar. Las apariencias se hicieron solo para la foto y para el espejo, pero ya que esos inventos existen uno las tiene que cuidar.

Al salir del baño junto lo que necesitaría en el día en una mochila pequeña y salió a la calle sin saludar. "Los excesos son malos, aun los excesos de cariño", pensaba mientras su madre le dirigía sus afectos a los gritos desde la ventana de su casa.

Caminó las cinco cuadras que lo separaban del colegio y se sentó en la vereda a esperar a que sea el momento de entrar. Muchos chicos llegaban media hora antes y se encontraban afuera del instituto. Algunos disfrutaban de la mañana para conversar los temas que si se debatían mas adelante se mezclarían con las nuevas experiencias del colegio, otros arreglaban sus trabajos prácticos de manera apresurada antes de ingresar o hacían largas filas delante de la fotocopiadora para no quedarse sin los materiales que necesitaban. Algunos copaban el kiosco y se sentaban en frente para conversar, fumar o solo mirar a la gente pasar. Javier no pertenecía a ninguno de esos grupos, él no hacia nada. Él solo soñaba. Es tonto despertarse para seguir soñando, pero a Javier le resultaba hasta ofensiva la idea de despertarse para no poder soñar. Entre el sueño y la realidad, la única diferencia es que la realidad ya fue soñada y realizada.

  Por la esquina donde pasaba el 82, Gabriela hacía acto de presencia como de costumbre. Llevaba el pelo amarillo atado en dos colitas, un flequillo recto y la ropa prolija. Tenía un suéter blanco por sobre el guardapolvos y la mochila con imágenes de dos gatos jugando al pool. Javier se acerco a saludarla y notó que estaba muy apurada.

El circo de la luciérnagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora