5.

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Tenía la sensación de que no iba a ser un muy buen día, lo supe desde que me levanté, y algo dentro de mí quería ver la nota de que habría hoy en mi silla para que me subiera un poco el ánimo.

Cuando llegué esta mañana, Ian llegaba a mi misma vez, pero ni nos saludamos cuando nos bajamos de los coches y ni hablamos cuando compartimos ascensor hasta nuestro piso.

Me sentía bastante mal porque era mi mejor amigo y lo había sido por más de diez años, pero no podía dejar de pensar en que sus palabras ayer fueron bastante crueles.

Si la situación fuera al revés, yo no hubiera dicho lo que él.

Me hubiera alegrado y hasta animado a ayudarle a descubrir la identidad de la chica, pero no sabía qué maldito bicho le había picado.

Como sabía que ambos éramos demasiado orgullosos y no íbamos a dar nuestro brazo a torcer todavía, a la hora de siempre fui a la cafetería.

Solo, únicamente acompañado de mi maletín para leer las notas y hacer tiempo haciendo algo.

Se sentía demasiado extraño hacer la rutina sin Ian que me molestara con sus comentarios estúpidos o con sus infinitas habladurías.

Maldita sea, tenía que hablar con él, no podía estropear la amistad que teníamos por comportarme como un adolescente porque ya no lo era.

Al llegar, dejé el maletín sobre la mesa, despegué la nota de la silla y me senté pero, a pesar de estar mal con mi amigo y de estar siendo un mal día, sonreí leyendo la nota.

Al llegar, dejé el maletín sobre la mesa, despegué la nota de la silla y me senté pero, a pesar de estar mal con mi amigo y de estar siendo un mal día, sonreí leyendo la nota

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Hoy estaba filosófica y eso me hizo reír un poco. No era lo que aparentaba ser y me preguntaba si yo lo era.

¿Lo era yo? Probablemente.

Ella dijo que no era lo que aparentaba, porque decía muchas malas palabras e insultos, lo que me hizo pensar que era lo que creía, una chica que parecía inocente pero que no lo era tanto.

O quizás era al revés y aparentaba ser rebelde pero era todo lo contrario, por eso era tan tímida.

-Buenos días. -Dijo la camarera a mí lado y la miré.

Tenía una dulce voz, nada que ver con su dura apariencia y eso me recordó a la nota de hoy.

La camarera tampoco es lo que parece.

-Buenos días. -Saludé.

Ella miró frente a mí pero no vio a Ian y frunció el ceño pero aún así no dijo nada y volvió a mirarme.

-¿Lo de siempre? -Me preguntó.

-Solo para mí. -Asintió apuntando en la libreta y la seguí con la mirada hasta que se fue detrás de la barra.

No tardó más de dos minutos en volver con mi café y le agradecí con una sonrisa porque no tenía muchos ánimos de socializar, sinceramente.

Miré por la ventana mientras pensaba una manera de hablar con Ian y me bebía el delicioso café amargo.

Mi amigo era muy cabezota y estaba seguro que no iba a querer escucharme tan pronto, pero aún así lo intentaría.

Al fin y al cabo, tenía algo de razón, me había estado ilusionando por unas notas como un adolescente en el instituto sin tener ni idea de quién era, si era una broma o no.

Yo creía que no lo era, que realmente había alguien detrás de esto.

Para confirmarlo solo saqué las notas de mi maletín y me puse a leerlas en orden.

Les había puesto un pequeño número arriba a la derecha en color azul para poder hacer esto, así que no había problema.

Todas las notas tenían la misma caligrafía, sólo que las dos primeras -sobretodo la primera- estaba bastante inestable, como si la mano que la escribió hubiera temblado.

¿Nervios?

Sonreí y me volví a sentir el adolescente en el que me estaba convirtiendo de nuevo, y del que Ian tenía razón.

Suspiré cansado de buscar alguna pista y no encontrar alguna y las volví a guardar en el maletín.

Me terminé el café, dejé el dinero para pagarlo sobre la mesa junto al plato y salí de nuevo para hablar con Ian y arreglar este asunto.

Su chica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora