Esos signos de exclamación eran la clave de que todo estaba bien por fin. Ella se estaba recuperando y decía que poco a poco sus marcas visibles se irían.
No me gustaría conocerla en ese estado porque sabría el motivo, pero no me importaría porque no dejaría que volviera a pasar por algo así, o similar, nunca.
-¡Buenos días, chicos! -Exclamó Katie sentándose a nuestro lado.
Hoy no había nadie en la cafetería.
-Buenos días, peliazul. ¡Cuánta energía tienes! Pásale un poco a Néstor a ver si se anima. -Me señaló Ian.
-¿Qué te pasa? -Acarició mi brazo con cariño.
-Que no puedo dejar de lamentarme de que no pude haber ayudado a mi chica tanto como me hubiera gustado. -Me pasé las manos por la cara.
-Estoy segura de que ella sabe que has querido ayudarla y que lo has hecho. Créeme que lo sabe. -Ella e Ian se lanzaron una mirada cómplice y ambos rieron.
-¿Qué me he perdido? -Pregunté alternando la mirada entre ambos.
-Nada. -Dijo Ian parando de reír.
-Creo que me ocultan algo desde hace mucho tiempo, además. -Entrecerré los ojos. -Y creo que es sobre esta chica, -señalé la nota sobre la mesa- porque cuando hablamos del tema, ustedes se echan a reír o se miran de esa forma tan extraña. -Forma que me da bastante envidia y rabia, pensé.
-Dentro de muy poco sabrás porqué. -Sentenció Katie dando golpecitos en mi hombro levantándose y yendo a preparar los cafés.
-¿Por qué? -Le pregunté a Ian.
-No lo sé. -Se encogió de hombros.
No me gustaba que tuvieran secretos.
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Su chica.
Short StoryDonde un hombre empieza a recibir unas extrañas notas pegadas a la silla de la cafetería de siempre. ¡ATENCIÓN! No es necesario haber leído "su hombre", que la puedes encontrar en mi perfil, para entender esta historia, ya que esta es paralela a esa...