Inútil.
Así me sentía.
Estaba solo en mi despacho caminando de un lado para el otro con las manos en los bolsillos pensando alguna manera de hacerle saber que no solo tenía a Ian, sino también a mí.
Estaba pensando una manera de poder hacerla sonreír, de que se sintiera bien, pero era tan difícil sin conocerla físicamente que no se me ocurría nada.
Bufé y me despeiné con ambas manos sentándome en el sofá a un lateral de la habitación y me eché hacia atrás mirando las manecillas del reloj colgado en la pared.
Todavía quedaban cinco minutos para que Ian viniera a buscarme e ir a desayunar.
Podría ir a la cafetería, verla antes de que pusiera la nota y hablar con ella, así la conocería y podría mostrarle mi apoyo.
Sí, definitivamente lo iba a hacer.
Salí del despacho y fui directamente al ascensor. Le di al botón, pero cuando estaba por entrar, un brazo me lo impidió empujándome por el hombro hacia atrás.
-¿Dónde ibas? -Preguntó Ian sonriendo.
-A ningún lado. -Carraspeé y él se cruzó de brazos.
-Ya... -Asintió sin creerme con una sonrisa burlona. -Por casualidad no ibas a ir a la cafetería cinco minutos antes para ver si así descubrías a la chica, ¿verdad que no? -Metí las manos en los bolsillos y suspiré.
-Necesito saber quién es y hacerla sentir bien, por favor. -Negó.
-Lo siento, pero me ha dicho que todavía no la vas a conocer. -Bufé.
-Me siento inútil, Ian. Sé que está mal. La nota de ayer estaba mojada, estuvo llorando mientras me escribía y yo no puedo ayudarla a pesar de que me muero por hacerlo. -Le dije al borde de la desesperación.
-Ella sabe que quieres ayudarla, créeme. -Miró el reloj de su muñeca y le dio al botón del ascensor. -Ya es la hora. -Entró y le seguí.
En el ascensor me fijé en mi amigo. Tenía un pelo algo largo y de color azul en la parte del cuello de su chaqueta y fruncí el ceño con una sonrisa señalándolo.
-Tú con la chica de la cafetería bien, ¿no? -Miró su chaqueta y se encogió de hombros saliendo ambos del elevador.
-No me acosté con ella si es lo que estás pensando. -Me paré en seco en medio del pasillo y él unos pasos delante de mí.
-¿Tú no te acostaste con una chica en una cita? -Dije sin creerlo y asintió.
-No fue una cita y el único contacto físico que tuvimos fue un abrazo, por eso debo tener ese pelo ahí. -Levanté una ceja. -Ella es diferente. -Comenzamos a caminar de nuevo saliendo del edificio.
-Nunca creí vivir para ver esto. -Silbé asombrado.
-Yo tampoco creí vivir para ver eso. -Señaló la nota en mi silla y me senté luego de cogerla.
-Al menos a ti te va bien, pero a ella no. -Agité la nota.
-Lo sé, hermano, recuerda que sé quién es. -Dijo con algo de diversión.
Leí el post-it.
No estaba bien. La chica de las notas estaba destrozada y yo no podía hacer nada salvo preocuparme en silencio o esperar a que Ian le dijera que yo estaba preocupado.
Eso me mataba poco a poco.
La camarera se acercó, haciendo que yo le diera una mirada cómplice a mi amigo que no me devolvió por mirarla a ella.
-Buenos días. -Dijo y le devolvimos el saludo. -¿Lo de siempre? -Asentí pero Ian habló.
-No. -Ella le miró extrañada. -Hoy me vas a poner un dulce de chocolate. -Ella asintió lentamente y me miró.
-Yo soy fiel a lo de siempre. -Le dije. Ella rió un poco apuntando y se fue. -¿Dulce de chocolate? -Le pregunté a mi amigo.
-Tengo hambre. -Asentí.
Estaba claro que Ian estaba bastante colgado de esta chica.
Me pregunto cómo se llamará.
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Su chica.
Short StoryDonde un hombre empieza a recibir unas extrañas notas pegadas a la silla de la cafetería de siempre. ¡ATENCIÓN! No es necesario haber leído "su hombre", que la puedes encontrar en mi perfil, para entender esta historia, ya que esta es paralela a esa...