-¡Dios, mira que pelos tenía! -Ian señaló una foto del álbum que teníamos en la barra de la cocina.
-Tenías una melena digna de un anuncio. -Me reí y bebí de mi cerveza. -Menos mal que te lo has cortado un poco. -Se rió.
-Tampoco lo llevo tan largo ahora. -Se lo echó hacia atrás con una mano y seguimos riendo. -Hey, mira est... No, mejor no. -Señaló una foto y en seguida pasó la hoja, pero volví hacia atrás.
Era una foto donde estábamos los dos de adolescentes con nuestras respectivas madres y hermanas. Ian pasó la hoja de nuevo.
-Te dije que mejor no. -Siguió viendo las fotos.
-Han pasado más de diez años y aún sigo echándolas de menos. -Le miré.
-Es normal. Me pasa lo mismo. Sabes que siempre hemos sido como dos familias unidas. -Suspiré.
-Al menos el cabrón que las mató está donde tiene que estar. -Tragué un nudo.
-¿En la cárcel? -Negué.
-Se suicidó a los pocos días de estar encerrado. -Bebí de mi cerveza e Ian suspiró.
Ignorando aquellos malos recuerdos, pasamos toda la tarde viendo viejas fotos y comentándolas hasta que se fue a su casa y yo a dormir.
Al día siguiente, según me levanté, abrí una libreta que tenía dentro del maletín y apunté todas las pistas que tenía sobre la chica de las notas.
No quería dejarme nada y lo mejor era apuntarlo.
Releí los post-its y fui apuntando la cosas que me parecían pistas para descubrir quién era pero, por el momento, todo me parecía un poco irrelevante ya que no conocía a nadie que tuviera esas características.
Definitivamente, la chica de las notas era alguien que no conocía y eso lo hacía más difícil para mí.
Ella ahora tenía a Ian que le decía cosas de mí, pero él no me iba a decir nada sobre la chica.
Cuando me di cuenta había pasado toda la mañana y estaba en la pared al lado del ascensor esperando por Ian.
-¡Hey! -Le dije cuando vi que iba a entrar a mi despacho.
-¡Wow! -Exclamó. -Es extraño que estés aquí esperándome, ¿estás ansioso por algo? -Preguntó con una ceja levantada.
-Sabes que sí, quiero saber qué me va a contar hoy. -Entramos al ascensor.
-Oh, yo lo sé. -Se rió.
-¿Cómo puedes saberlo? -Me crucé de brazos.
-Porque estuve con ella cuando la escribió ayer. -Se bajó del ascensor.
-¿Qué? -Le seguí. -¿En serio? -Mi cara se iluminó y asintió. -Entonces, existe. Es una chica y no alguien gastándome una broma, ¿no? -Volvió a asentir y salimos del edificio.
-Es una chica de verdad y, me jode decirlo, pero tienes suerte porque es muy guapa. -Abrí la boca y la cerré sin saber qué decir.
Estaba muy emocionado e intrigado despegando la nota.
-¿Cuánto de guapa? -Nos sentamos.
-Bastante. -Señaló la nota. -Lee. -Asentí leyendo.
-¿Tiene dos trabajos? -Pregunté e Ian se encogió de hombros. -Entonces quiere decir cuando viene aquí es porque tiene un horario de descanso, como nosotros. -La camarera dejó nuestros cafés y seguí leyendo.
¿Celoso? ¿Por qué tendría que estar celoso?
Ian podía tener a la chica que quisiera, como había hecho siempre, pero ¿sería capaz de quitarme a mi chica de las notas?
No creía que mi mejor amigo hiciera eso.
Él la conocía y podía pasar tiempo con ella mientras yo me quedaba solo con el olor a melocotón de sus post-its y su, ahora bonita, caligrafía.
Pero entonces, leí la frase: "Para mí solo existes tú."
Eso se quedó dando vueltas en mi cabeza durante todo el día junto a una estúpida sonrisa en mi cara hasta que fui a dormir.
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Su chica.
Short StoryDonde un hombre empieza a recibir unas extrañas notas pegadas a la silla de la cafetería de siempre. ¡ATENCIÓN! No es necesario haber leído "su hombre", que la puedes encontrar en mi perfil, para entender esta historia, ya que esta es paralela a esa...