No.
No, no podía estar pasando.
No tan pronto.
Mi peor miedo se estaba haciendo realidad. Iba a parar las notas.
Ella quería parar las notas sin decirme quién era, sin decirme nada más si quiera.
Que lo dejaría como un juego... No podía dejarlo como un simple juego porque había dejado de serlo hacía tiempo.
¿Por qué quería parar? ¿Acaso Ian no le había hecho saber que estaba aquí para ella? ¿Por qué me abandonaba? No quería que ella me abandonara, no quería que parara esto.
Oía hablar a Ian frente a mí preguntándome si estaba bien pero yo solo podía leer la nota una y otra y otra vez, preguntándome porqué.
El café frente a mí desde hacía rato, ya estaba frío, pero poco me importó eso ahora.
Me daba igual cómo fuera físicamente, me daba igual que fuera todo lo contrario a mí, me daba igual que dijera groserías o malas palabras, me daba igual que fuera diez años más joven que yo, me daba igual su timidez o su cobardía por no hablarme, me daba igual su anonimato...
No quería que parara esto, quería conocerla.
-¡Néstor! -Mi amigo exclamó mi nombre. Pocas veces lo hacía. -¿Qué pasa? -Preguntó cuando vio mi inexpresividad.
-Va a parar las notas. -Dije despacio.
-¿Cómo que va a parar las notas? -Me quitó el post-it de las manos y la leyó.
-No puede pararlas, Ian, no puede dejar de escribirme sin decirme quién es. -Negué con la cabeza entre las manos.
-No, esto... No... Ella no me dijo nada de... -Miró sobre su hombro por toda la cafetería hasta que miró detrás del mío y levantó una ceja con la nota en el aire.
Sabía que ese gesto se lo había hecho a ella. Ella estaba aquí ahora, pero cuando me giré rápidamente la puerta de la cafetería se había cerrado y me volví para adelante a ver a Ian.
-Estaba aquí, ¿verdad? -Asintió.
-Tranquilo, hablaré con ella. Todavía está deprimida por lo de sus padres, sus amigos la dejaron de lado sin oír explicaciones y se está alejando de todo el mundo. -Chasqueó la lengua devolviéndome la nota.
-Que no se aleje de mí, por favor. -Miré a mi amigo. -Que no lo haga. -Él suspiró.
La puerta de la cafetería se volvió a abrir y, esperanzado, me giré pero solo era la camarera con unas cajas que había traído del almacén.
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Su chica.
Short StoryDonde un hombre empieza a recibir unas extrañas notas pegadas a la silla de la cafetería de siempre. ¡ATENCIÓN! No es necesario haber leído "su hombre", que la puedes encontrar en mi perfil, para entender esta historia, ya que esta es paralela a esa...