Capítulo 4.

915 44 1
                                    

Unas horas después de lo sucedido en casa de Kate.

Me desperté aún más cansada de lo que estaba antes de dormirme. Miré a mi alrededor. Abrí la boca sorprendida. Todo estaba como antes: las puertas de los armarios estaban colocadas y con los cristales impolutos, la mesa estaba colocada sin un solo rasguño y el caos de objetos que hacía unas horas estaba desparramados por el suelo estaba colocado meticulosamente en cada una de las estanterías y cajones del salón. Sí, todo estaba como antes. ¿Pero... antes de qué? Hice memoria. Antes de que mi mejor amigo, Daniel (¿o Gabriel?) se peleara con un chico llamado Ezra que quiere algo que yo supuestamente tengo, y que me ha asustado en varias ocasiones. Rectifico: que me asusta, y no precisamente sólo en varias ocasiones, más bien cada vez que pienso en él.

Pero... ¿dónde está Daniel? Me levanté y vi como Alice estaba hecha un ovillo en el sofá de al lado. Alguien debería de haberla puesto ahí, ya que la última vez que la vi estaba tirada en el suelo inmóvil. Registro todas las habitaciones de la casa en busca de mi amigo. Pero nada, no estaba allí. Cogí mi móvil y busqué su número. Un pitido, dos, tres... Y entonces oí un "bip-bip" debajo de mí. Era el móvil de Daniel, que se lo habría dejado. Suspiré. 

—Al menos así estaré segura de que volverá — susurré.

Y justo después de decir esto se abrió la puerta. Allí estaba Daniel, que traía en una mano tres cajas de pizzas apiladas una encima de la otra mientras intentaba agarrar con dificultad en la otra mano una bolsa llena de latas de refresco. Me miró sorprendido.

—¿Ya te has despertado? ¡Pero si no llevo fuera ni una hora! — eso explicaba que siguiera tan cansada.

Le miré. ¿Y ahora qué? ¿Tenía que hacer como si no hubiese pasado nada? ¿O qué? Esto me sobrepasaba. Puf. Daniel dejó las cajas de pizzas y la bolsa encima de la mesa. Entonces oí algo parecido a unos ronroneos. Era Alice, que se estaba desperezando. Abrió poco a poco los ojos. Se la notaba un poco desubicada. A medida que fueron viniendo a su cabeza las imágenes de lo sucedido hace unas horas su expresión cambió a puro terror. Y entonces suponí que también recordó que nuestro amigo Daniel-Gabriel nos había salvado del chico del hospital, o Ezra, o lo que fuese. 

Daniel nos miró a las dos comprendiendo nuestra situación. 

—Creo que tienes muchas cosas que explicar... — comencé a decir.

—No. Ahora comed. Se piensa mejor con el estómago lleno — me cortó con una sonrisa triste.

Ni Alice ni yo opusimos resistencia, estábamos muertas de hambre. Abrimos las cajas y entre los tres nos comimos las pizzas en un abrir y cerrar de ojos. Al terminar de comer, fue una sensación un tanto incómoda: a Daniel-Gabriel no parecía muy feliz de tener que explicarnos lo ocurrido y nosotras no sabíamos si queriamos escuchar lo que nos tenía que decir.

—Bueno... ¿por dónde empiezo? — dijo entrecortado Daniel.

—¿Qué tal por el principio? — añadí con una sonrisa, como si estuviese en una película.

Alice se limitó a asentir ante mi comentario. Daniel parecía un tanto anonadado.

—Pues... Puf, qué difícil es esto. Bien, primero tengo que hablaros de Ezra.

—¿El chico del hospital? — dije. Daniel y Alice me miraron sin comprender. Ah, era verdad, aún no les había contado lo ocurrido en los baños — mejor os lo cuento luego. Sigue, Daniel.

Daniel prosiguió:

—Bien... Ese chico, Ezra, no es precisamente una persona. Chs, Alice, cállate. Las preguntas para el final. Bien, ahora os pregunto yo a vosotras, ¿qué creéis que pasa cuando mueres?

Sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora