Capítulo 19.

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Me quedé paralizada, pero no sabía si era porque él estaba usando sus poderes conmigo o si era por la sorpresa. Se dibujó una sonrisa de satisfacción en la cara de Ezra. ¿No se suponía que un amigo de Víctor le estaba entreteniendo? ¿Por qué me había mentido? Un escalofrío me recorrió la espalda. Estaba sola y sin protección delante de alguien que quería matarme. Bien. Intenté pensar con claridad. Podía intentar defenderme, pero no tendría sentido, ya que él era más fuerte que yo; y también podía intentar huir. Eso parecía la opción más viable, aunque también la más difícil. Aunque en el estado en el que estaba, no podía hacer ninguna de las dos, ya que cuando intenté gritar me di cuenta de que sí, estaba usando sus "poderes" o lo que fuera conmigo. No podía moverme. No podía hablar. No podía pedir ayuda. No podía hacer nada.

Ezra se acercó hacia mí y me quitó el documento de las manos. Su mirada recorrió el papel y pareció sorprendido.

—¿De dónde has sacado esto? — preguntó notablemente molesto.

Intenté responder, pero lo máximo que pude hacer fue un gruñido.

—Si intentas gritar, te mataré. Quiero decir, te voy a matar de todas formas, pero lo haré antes si gritas — dijo Ezra con una sonrisa.

Noté como algo dentro de mi garganta se aflojaba y las cuerdas vocales se recuperaban. Lo primero que hice fue gemir al descubrir que aún no podía mover el resto del cuerpo. Luego pensé en gritar. No serviría de nada.

—Tú sabrás — dije.

Ezra se acercó más, se acercó tanto que podía notar su aliento en mi cara. Se sacó algo velozmente del bolsillo y la hoja de una daga negra con el mango de plata me clavó el cuello, dejando que un hilo de sangre corriera hasta mancharme la ropa.

—Tú eliges — dijo completamente serio —. Ahora o luego.  Quizás no valores mucho tu vida, pero te sugiero que la conserves mientras puedas — añadió. Su mirada se perdió un momento, como si estuviera viajando al pasado en su mente. Pero en seguida su ceño volvió a fruncirse y volvió a clavar sus ojos en mí.

—De acuerdo — aflojó un poco la presión de la hoja —. Lo encontré aquí, encima de tu cama, en esa carpeta — dije señalando con la mirada la carpeta negra que descansaba encima de la cama.

Volvió a apretar la daga contra mi cuello pero esta vez más fuerte. Un grito de dolor surgió de mi garganta.

—No intentes engañarme. Sé lo que tengo en esta habitación y lo que no. Y esto entra en el segundo grupo.

Le miré sin comprender.

—Pero estaba aquí. ¿Por qué iba a mentir? No me vendría a tu dulce morada a leer por placer.

Ezra pareció dudar.

—Entonces, ¿por qué estás aquí?

Parecía anonadado. Yo tampoco comprendía la situación. ¿Qué papel se suponía que tenía Víctor en todo esto? ¿Quería que Ezra me encontrara?

—No te lo puedo decir.

Ezra retiró el cuchillo y volvió a guardarlo.

—Me parece que no te queda otra alternativa.

Tenía razón. Quizás muriera ese mismo día, pero podría alargar el tiempo lo más que pudiera. Quizás Alice y Daniel interrumpieran su cita romántica y viniesen heroicamente a rescatarme antes de que muriera. Noté como las lágrimas afloraban en mis ojos. Nada era seguro, pero no podía darle la satisfacción de verme pasar miedo. Tenía que ser fuerte, o al menos, aparentar serlo.

—La persona de la que es el documento me pidió que viniese a por él — dije —. Me dijo que tú se lo habías robado.

La respuesta pareció atontar a Ezra, como si se esperase cualquier respuesta menos esa.  La presión volvió a mis cuerdas vocales y no pude decir nada más. Ya le había dicho todo lo que quería saber, ya no le servía de nada. Iba a matarme. Iba a hacerlo. Pero en lugar de hacer eso, salió de la habitación, dejándome allí, inmovilizada.

Sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora