Aún seguía doliéndome la cabeza, pero no tenía más remedio que acompañar a Nate. Y, por fin, después de tanto tiempo, me pasaba algo bueno. Con un poco (bastante más de un poco) de suerte mis amigos estarían en mi casa. Vale, creo que mejor me conformaba con ver a mi familia.
A aquellas alturas, ya deberían de haberle dado el alta a mi madre, así que supuse que iríamos a mi casa. Si lograba convencer a Nathaniel quizás me dejara coger algo de mi ropa. No es que la que él me había comprado no me gustase, pero no me sentía cómoda con ella. Era como decir que ya aceptaba que me tratara así, y no era esa la situación.
Nada más salir de la ducha, escuché un teléfono que sonaba. Dejé el grifo encendido para que Nate creyera que seguía dentro y así poder escuchar la conversación. Abrí un poco la puerta del baño, intentando no hacer ruido. El teléfono móvil de Nate sonó una vez más antes de que lo cogiera.
—¿Qué es lo que quieres? — preguntó, nada más descolgar. No podía escuchar lo que decía la persona que se encontraba al otro lado de la línea, aunque parecía que estaba gritando. El timbre de voz de Nate se tornó asustado al pronunciar las siguientes palabras —. No puede ser. No — Nate comenzó a dar vueltas por el salón. Confié en que no pudiera verme —. ¿Estás seguro? Parecía que lo tenía controlado. No le hubiera dejado solo si supiera que iba a acabar tan mal. Pensaba...
No pudo decir nada más, pues la otra persona colgó. Él soltó un quejido y se quedó quieto. Antes de que advirtiera que había estado escuchando, cerré la puerta con sigilo, apagué el grifo, me vestí y salí al pasillo.
Antes de verme, Nate seguía teniendo aquella expresión preocupada y asustada, pero en cuanto advirtió mi presencia intentó parecer sereno. No entendía por qué se guardaba tanto de mantener las apariencias, ¿qué más daba? Pero no, él tenía que ser así de... imbécil.
—¿Estás lista?
Asentí y me condujo afuera de la casa. Otra vez, bajamos al garaje, donde había dejado el coche de la casa de Chuck. Arrancó y nos pusimos en camino.
El trayecto fue corto. Esta vez no me obligó a ponerme pañuelo, y me permití felicitarme a mí misma mentalmente. Aunque a felicidad iba a durarme bien poco. Llegamos al edificio que me había visto crecer. Entramos. Nunca me había alegrado tanto de subir por unas escaleras. Subí ansiosa, pero no demasiado rápido para que Nate no creyese que intentaba escapar de él. Tenía que seguir conservando la poca confianza que había depositado en mí mientras pudiera.
Al llegar a mi rellano, Nate apareció a mi lado súbitamente, como un rayo. Antes de que pudiera tocar el timbre me cogió de la mano y llamó él. Le lancé una mirada de odio, pero él, que acostumbraba a responderme con una sonrisa, se limitó a mirar fijamente la puerta de mi apartamento.
Después de unos segundos, la puerta se abrió. Mi madre estaba allí, prácticamente rebosante de salud, aunque aún tenía unas profundas ojeras que le enmarcaban los ojos. Lo primero que mostró su rostro fue sorpresa al ver a Nate, y luego un inmenso alivio al verme a mí.
—Te vas a estar quieta hasta que yo diga lo contrario — dijo Nate girándose y mirándome a los ojos. Estaba usando su persuasión conmigo. Otra vez —. Ponte detrás de mí.
De repente, la idea de quedarme allí quieta, siendo la sombra de Nate (qué ironía), me parecía fantástica. Mi madre había dejado de tener atractivo para mí. ¡Qué más da que hubiera pasado varios días sin verla! ¡No importaba absolutamente nada!
La expresión de mi madre se volvió sombría.
—Cuánto tiempo sin verte, Evelyn — saludó Nate, con un tono de voz divertido —. No has cambiado nada. Cualquiera diría que estás...

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Sombras.
Teen FictionCuando el mundo de Kate se desmorona en pedazos, las sombras entran en él. Entonces descubre que la muerte no es tan sencilla como ella creía, y que las sombras, unos seres inmortales, quieren algo que ella tiene a toda costa. Algo que es irreemplaz...