Capítulo 27.

276 28 4
                                        

Nunca creí que fuera a alegrarme tanto de entrar en el piso de Nate, pero así fue. Nada más llegar, su persuasión dejó de tener efecto sobre mí y el enfado le tomó el puesto al alivio de estar a salvo.

—¡¿Por qué me has hecho esto?! ¡Son mis amigos! Joder.

—Me da igual que sean tus amigos. Si ellos te tienen, yo no. Además, creo que ya ha quedado bastante claro que conmigo estás mucho más a salvo que con ellos — dijo, mirándome con suspicacia.

—Oh, cállate.

Me dejé caer de en el sofá, enterrando la cara en los cojines. No podía ver a Nate, pero estaba casi segura de que había esbozado una sonrisa. Ogh.

—Bueno, princesa de los siete reinos, ¿qué se supone que querías que hiciera? ¿Dejarte allí, para que te cogiera Ezra, o dejarte allí para que te cogieran tus amigos que estaban con Ezra? Creo que en ninguna de las dos situaciones saldrías precisamente ganando.

No quería darle la razón, pero la tenía. Por desgracia, la tenía. Pero la pregunta ahora era, ¿qué hacían mis amigos con Ezra?

—¿Por qué crees que estaban con Ezra?

Nate frunció el ceño.

—Supongo que él sabría mejor dónde encontrarte — después de decir eso su expresión de enfado aumentó aún más —. Tu amigo Daniel no es precisamente el tío más listo del mundo.

Le propiné un pequeño puñetazo en el hombro, pero él pareció no sentirlo. Se sentó a mi lado, y yo saqué la cabeza de mi mullido refugio.

—No te preocupes — dijo, en un tono completamente conciliador —. En cuánto averigüemos quién eres realmente, te dejaremos ir, y podrás ver a tus amigos y recordarles lo mucho que los quieres y blablablá.

Por un momento, creí que estaba usando su persuasión conmigo, pero no tenía sentido. Porque, si realmente estuviera usando su persuasión conmigo, yo no lo sabría, ¿verdad? Confié en ese pensamiento, aunque algo me llamó la atención. No había mencionado a mi familia.

—¿Y a mis padres?

—Oh — me miró con diversión —. A ellos los verás antes de lo que crees.

—¿Eh?

—Vete a dormir — esta vez, si estaba usando su persuasión conmigo. Lo noté un segundo antes de obedecerle ciegamente, así que no pude zafarme —. Y no te despiertes hasta que no sean las diez de la mañana. Por lo menos.

En ese momento, me parecía perfectamente normal irme a dormir por la tarde y no levantarme hasta que hubieran pasado más de doce horas, así que me fui a la cama y no tardé ni un minuto en quedarme dormida. Maldito Nate.

La noche se cierne sobre la casa. Es una casa antigua, aunque bien conservada, de aspecto victoriano, con una fachada ricamente decorada y con unos jardines alrededor que no tenían absolutamente nada que envidiarle. Me dejo maravillar por lo que ven mis ojos, y cuando voy a coger una flor de uno de los arbustos, oigo un ruido detrás de mí. Me giro, sobresaltada, pero no había nada que temer. Lo único que hay allí es mi madre, vestida con un vestido rojo, precioso, que me suena de algo. Lleva el cabello recogido, y una gargantilla de rubíes que le hace conjunto con el vestido. Voy a saludarla, a decirle algo, pero no puedo avanzar. Intento gritar, pero de mi boca no sale ni un quejido. No puedo hacer nada.

De repente, alguien sale por el camino. Es un hombre, más joven que la mujer. Es Ezra.

—¿Ya hemos llegado? — pregunta el hombre, completamente aturdido.

Sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora