Capítulo 9.

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Daniel nos llevó escaleras abajo sin soltarnos las muñecas en ningún momento. Era todo tan escalofriante. No podía decir en serio eso de que nos íbamos a enfrentar a Ezra. Él podía, pero nosotras dos, aunque pusiesemos todo el esfuerzo del mundo no le haríamos ni cosquillas. Seguimos bajando a trompicones hasta llegar al primer rellano. Allí Daniel paró de agarrarnos y por fin pudimos mover las manos por voluntad propia. Él se quedó quieto y nos miró a los ojos. 

—Ahora vamos a buscar a Ezra. Creo saber donde reside actualmente, pero antes de seguir tenéis que prometerme algo — parecía muy seguro de si mismo. Como si un tío loco no quisiera matarme para quedarse con mi vida.

—Daniel, ¿estás loco? No podemos enfrentarnos a él. Tú podrás levatnar todos los muebles que quieras y tirárselos, pero y nosotras, ¿qué? ¿Nos quedamos mirando mientras destrozáis otra casa? — dijo Alice con voz agustiada. Asentí con aprobación.

—Tranquila. No os pasará nada. Nada — agregó — siempre y cuando hagáis todo lo que yo os diga. En el momento en el que intentéis actuar por un impulso, o intentéis haceros las heroínas, seguramemente moriréis. Las dos.

Era espeluznante. Hablaba de la vida como si no tuviese valor, pero, ¿qué valor puede tener la vida para alguien que está muerto? Vale. Teníamos que obedecerle como si fuésemos perritos, ¿y así el tío loco dejaría de perseguirme? ¿Qué iba a hacer Daniel? ¿Matarle? No.

—Yo... Vale, lo haré, prometo hacer lo que digas. Mi general — terminó por decir Alice con una sonrisa triste.

Me quedé desconcertada. ¿Alice, estando de acuerdo con Daniel? ¿Pero qué era aquello? Desde luego que el mundo estaba patas arriba. Desde que me recogieron en el hospital, parecía haber una complicidad entre ellos que escapaba a mi entendimiento. Me guardé estos pensamientos para mí.

—De acuerdo. Lo prometo — me rendí.

Dicho esto, Daniel nos volvió a coger de las muñecas y bajamos al portal. No sabía adónde íbamos, pero eso no importaba. Lo importante era que mi vida siguiese a salvo de tíos locos que te acosan en el hospital. Lo importante era que mi amiga Alice siguiese igual de bien pasara lo que pasara. Y que Daniel, bueno... Siguiese siendo Daniel (y no Gabriel). En la puerta seguía aparcado en la puerta. Nos subimos y él puso el motor en marcha. Sonaba Here we go again de Demi Lovato en la radio. Saqué la cabeza por la ventana observando como la gente andaba por las calles, las tiendas abrían y el verano comenzaba.

El coché siguió hacia delante, torciendo de vez en cuando por alguna calle hasta que llegamos a las afueras de la ciudad. Daniel parecía saber adónde íbamos. Eso no me reconfortaba. Seguía sin ver como era posible que él esperara que nosotras nos quedásemos de brazos cruzados mientras él se jugaba... ¿La vida? Por nosotras. Eso me hizo formularme una nueva pregunta.

—Daniel. Si una sombra mata a otra sombra, ¿qué ocurre?

Daniel paró de conducir. Habíamos llegado a nuestro destino, o eso parecía. Nos encontrábamos ante una especie de hospital un tanto descuidado y con la pintura ennegrecida. La mayoría de las ventanas no tenían cortinas y se podía ver lo que había en el interior (si es que había algo). Las "flores" del pequeño jardín que había en la entrada estaban en su mayoría marchitas o quemadas.  En definitiva, era un sitio tétrico y deprimente. Y muy, muy feo. Pero la cuestión era: ¿Ezra estaba en el hospital? ¿Por qué?

—Cuando una sombra muere, si es que se puede decir así; lo que pasa es que muere realmente.  Abandona el mundo. Ya no es ni una sombra ni una persona viva. Es como si murieras por segunda vez.

Era todo tan subrrealista. Bajamos del coche. El día parecía que iba a ser un tanto tétrico, en compañía de nuestro objetivo y del "alegre" escenario. Pero bueno, al mal tiempo buena cara, ¿no?

Sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora