Capítulo 6.

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—¿Me vas a llevar a cenar? — dijo Alice sonriendo.

—Mmm... ¿Y qué gano yo con eso? — preguntó Daniel siguiendo el juego.

—Que te perdone por tratarme como si fuese tonta, a parte de una cena con la mujer más joven del universo — añadió.

A Daniel se le quitó la sonrisa de repente. Él no la había tratado como si fuese tonta, se había limitado a decirle la verdad. Alice no le creía. Y no estaba muy seguro de que Kate lo hiciese. Frenó el coche al llegar a un pequeño parque lleno de pinos. 

—Eh, yo no vivo aquí.

—Lo sé. Baja del coche. Tenemos que hablar.

A Alice en ese momento le dio un vuelco al corazón. "¿Tenemos que hablar?". ¿No era eso lo que dicen las parejas cuando tienen que decirse algo importante? Ella no opuso resistencia: bajo del coche y siguió a Daniel hasta un banco que quedaba a la sombra. Se sentó al lado del chico, que no la estaba ni mirando a la cara. Entonces él suspiró y comenzó a hablar. 

—¿Sigues creyendo que te he tomado el pelo?

Alice no sabía qué decir. Seguía igual. Todas sus ilusiones se esfumaron de pronto y dieron paso al enfado. Ceñuda, contestó: —Sí. Y lo estás volviendo a hacer.

Daniel la miró con una expresión que no permitía réplica.

—No he mentido. Y no sé qué hacer para que me creas.

—Mira Daniel, para ya. Estoy cansada de tus bromas, de tus tonterías, y de que me trates así — "porque te quiero" le hubiese gustado añadir. Pero en vez de eso se limitó a apartar la mirada y a fijarse en como los rayos del sol penetraban entre las hojas de los árboles haciendo que el agua de la fuente del parque brillase.

Daniel no contestó. Se levantó y sacó del bolsillo trasero de su pantalón un cuchillo. Alice se asustó. Había visto muchas películas en las que un tío que estaba loco mataba a todo el mundo al que quería. Pero nada de eso ocurrió, Daniel se limitó a colocar el cuchillo en la delicada mano de Alice.

—Clávamelo — dijo señalando su pecho.

Ella estaba aterrorizada. ¿Qué estaba diciendo? ¿Por qué su amigo quería morir? ¿Por qué su amigo, del que estaba enamorada, le estaba haciendo esto?

—Daniel, deja de hacer el tonto, yo nunca... — y en ese momento él la agarró por la muñeca de la mano que sujetaba el cuchillo y se lo clavó fuertemente en el pecho. Alice gritó, y se levantó de golpe empezando a llorar desconsoladamente. Pero cuando se dio cuenta de que su amigo se lo retiraba como quien se clava una astilla, se quedó con la boca abierta.

—¿Me crees ahora? — preguntó con una especie de sonrisa.

No sabía qué contestar. ¿Qué era todo aquello? Cogió el cuchillo para comprobar que no era un estúpido artículo de broma con el que gastaban bromas los niños de diez años, pero al hacerlo se cortó y un pequeño riachuelo de sangre brotó de su dedo. Entonces miró a Daniel, su amigo, el chico que le gustaba con una mezcla de asombro y horror. 

—¿Q-ué se supo-pone que eres? — tartamudeo mientras el miedo crecía en su interior.

—Ya te lo intenté decir, ayer, antes, en casa de Kate — contestó —. Pero tú no quisistes escucharme.

Alice no sabía qué decir. ¿Era verdad? ¿Daniel era una sombra? ¿Estaba... estaba... muerto? No, no estaba muerto. Estaba allí, a su lado. Podía tocarle. Podía sentirle. Pero no podía dejar de quererle. Alice se dejó caer derrotada en el banco. No podía mirarle a la cara. No, era muy difícil.

Pero Daniel no opinaba lo mismo. Tomó la iniciativa y agarró la cara de Alice con las dos manos mientras que la miraba. Alice intentaba contener la respiración, nunca le había tenido tan cerca. Entonces él acercó su cara a la de Alice poco a poco, y sus labios casi se rozaron cuando...

—Vaya, no sabía que eráis la parejita feliz — dijo Ezra desde el banco de enfrente.

Daniel apartó la cara de golpe. Miró a Ezra a los ojos.

—No quiero volver a repetir, ¿sabes? 

—No vengo a luchar, idiota — dijo Ezra —. Vengo a advertirte. Quizás hoy no, ni mañana tampoco, pero tengo amigos, Gabriel. Amigos que me deben un favor. Y tú solo no vas a poder con todos nosotros. A no ser que te ayude tu novia — concluyó mirando a Alice.

Daniel apretó los dientes.

—¿Y por qué, si se puede saber, me vienes a advertir? Creía que te gustaban los ataques sorpresa.

—Pues resulta que no, no se puede saber — y dicho esto, se levantó y comenzó a caminar entre los caminos del parque. Daniel empezó a correr detrás suya, pero cuando llegó a donde se suponía que tenía que estar su enemigo, no había nadie.

—Maldición — dijo entre dientes.

Alice se acercó a él por la espalda, aterrorizada. El chico se giró, avergonzado por lo que iba a ocurrir unos segundos antes de que llegase el estúpido de Ezra. Pero para su sorpresa, Alice, no dijo nada, se limitó a abrazarle. Al principio se quedó con las manos colgando sin saber qué hacer, pero en seguida correspondió al abrazo y la chica dejó escapar un gritito de conformidad.

—Alice, yo... 

—Chs, calla. No lo estropes. 

Y dicho esto levantó la cabeza de el pecho de su... ¿Cómo había dicho Ezra? ¿Novio? Y se inclinó para terminar lo que estaba apunto de pasar hace un momento. 

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