Capítulo 19

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Narra Guillermo
Me despertó algo húmedo en mi cara, la sensación era extraña y me hizo abrir los ojos de una, encontrándome con espartacus lamiendo mi cara como si fuese algo comestible y lo estuviera saboreando -Anda ya, hazte a un lado- dije empujándolo. Miré a mi alrededor y pude notar que está no era mi habitación, por un momento olvide que me había quedado dormido en la cocina con espartacus -Vaya chico- dije acariciándolo -¿Y esta manta? Yo no baje con ninguna manta- entonces volteé a ver al perro -Será... No, no- imposible, Espartacus no pudo haber traído la manta, no.

Después de sacar a Espartacus, subí a mi habitación, pero antes de entrar me di cuenta que la puerta de la habitación de Samuel estaba abierta, y entonces decidí ir a mirar. El aún seguía dormido, ¿pues qué horas eran?, entré y tome su reloj de mesa, las cuatro de la mañana. Me quede por un momento ahí, mirándolo dormir, estos serían probablemente los últimos momentos con el. Así que debería aprovecharlos.

Me subí a la cama y me recosté a su lado, quedando ambos de frente, y así permanecí hasta que lo mire abrir los ojos -Buenos días- dije en voz baja -Buenos días- me dijo el volviendo a cerrar los ojos, y pasados unos segundos, abrió de golpe los ojos, haciéndose un poco hacia atrás -¿Guillermo?- parpadeo varias veces -¿Qué leches haces aquí?- Lo mire por un instante y Sonreí, si este sería mi último día aquí, quería pasar cada instante a su lado, o por lo menos las horas que quedaban antes de irme, tal vez a última hora cambia de opinión, pero ¿y qué si yo no quiero irme? ¿Qué si le digo que no me quiero ir? ¿Sería capaz de echarme? -Samuel- dije acercándome más a él -Yo... No quiero irme- el me miró fijo por unos segundos para después decirme que no podía quedarme más, yo por mi parte no podía dejar las cosas así, no después de todo lo que ha pasado, ¿dónde quedaron esas dichosas reglas? ¿Dónde quedo su posesión? ¿Qué pasó con el "eres de mi propiedad"? Si Samuel quiere que me vaya, va a tener que darme una buena razón.

Narra Samuel
Desperté con una sorpresa en mi cama, una muy agradable sorpresa, pero esto debía terminar, Guillermo ya no podía seguir en mi casa, yo ya no podía seguir teniéndolo cerca, los sentimientos no entraban aquí, así que la decisión de que se vaya, no cambiaría. No me estaba poniendo las cosas fáciles, en lugar de alegrarse por qué por fin se iba, lo único que hacía era buscarme y pedirme que no lo echara. Podía pedírmelo las veces que quisiera, yo no cambiaría de opinión. Al ver su necedad y darme cuenta de que seguiría insistiendo, me dispuse a levantarme, pero ni tanto fue mi esfuerzo, que el tratar de hacerlo me fue imposible, su peso me lo impedía, por qué si, ahora lo tenía encima mío.

Me miraba con esos ojos que me comenzaban a volver loco, y sin más, comenzó a besar mi cuello, mientras acariciaba mi cuerpo, me encanta, es que lo deseo cada vez más. Debía poner un alto ya, pero entonces sentí como una de sus manos comenzaba a juguetear en mi bóxer, mi cuerpo lo deseaba y no respondía a mis órdenes, mis ojos ya se habían cerrado de nuevo, disfrutaban cada roce de sus labios, y en cuestión de segundos mis manos ya se encontraban en su cintura. No me gustaba, no me agradaba esto de sentir algo por el, ¿por qué el?, desde un principio, desde esa vez en el hospital, yo lo desee como nunca, solo pensaba en hacerlo mío, en que fuera solo mío, en tocar su cuerpo, verlo, y que nadie más lo hiciera, y ahora que puedo, me traicionan los malditos sentimientos.

Lo siguiente fue inevitable, pasó lo que debía pasar, en mi habitación solo se escuchaban esos sonoros gemidos por parte de ambos, mis ojos contemplaban la mejor imagen que podía existir, Guillermo debajo mío, con su rostro completamente enrojecido, sus ojos cerrados y su boca entre abierta, gimiendo y disfrutando, mientras que yo, hacia un va y ven, entrando y saliendo de el, provocando sus gritos. Guillermo comenzaba a convertirse en una droga, una maldita droga que era mejor dejarla antes de que me consumiera por completo, haciendo que no hubiera remedio alguno que seguir tomándola, esto debía parar.

Después de esa lucha que parecía interminable, ambos quedamos rendidos en la cama, en silencio, tratando de regular nuestras respiraciones, me encantó, lo disfrute, pero no como las otras veces, quizá por qué ahora tenía ese sabor amargo a despedida, quizá por qué está sería la última vez que iba a sentir su cuerpo, la última vez que probaría sus labios, tal vez todo eso tuvo demasiada influencia y me impidió disfrutarlo por completo, tal vez era que no quería que este momento acabará, si yo hubiese podido detener el tiempo, lo haría ahora, ahora mismo, que lo tenía a mi lado, completamente agitado, con sus mejillas rojas y su cabello alborotado, mirándome, como si yo fuera lo único que existía en el mundo -Guillermo- dije sin despegar mi mirada de el -Date una ducha, ya es hora- dije desviando mi mirada, para después ponerme de pie, camine hacia la puerta y le pedí que saliera, el solo me miraba confundido, pero no me dijo nada, se levantó y salió de mi habitación.

Después de un rato, de haberme duchado, vestido, y estar completamente listo, bajé a desaynar, y este fue el desayuno más incomodo y molesto que he tenido, todo fue silencio, no hubo ni miradas, y menos por parte de el. Al terminar recogí todo, lo lleve a la cocina y le pedí a Guille que esperará, yo lo llevaría a la escuela, o bueno, lo dejaría más cerca, el asintió, sin decir una palabra, se le veía un tanto molesto y desanimado, sentía unas ganas inmensas de abrazarlo fuerte, pero tenía que controlarme

Lo deje dos calles antes de su escuela, no deje que se bajara del coche sin antes recordarle -Guillermo, recuerda que ninguna palabra a nadie- trate de soñar lo más serio y amenazante posible, pero sabía que no era necesario, pues él no diría nada, se limitó a asentir solamente y después bajó, y comenzó a caminar hasta perderse me de vista entre los demás alumnos, puse en marca mi coche de nuevo y volví a casa. -Espartacus- grite al abrir la puerta de la cocina que daba al patio trasero -Ven chico, chico- él se acercó, y le puse la correa, y una nota en el collar, lo saque de casa y lo hice subir al coche. Conduje a casa de Guille, recordando lo que me dijo, que sus padres casi no estaban ahí. Con algunos dotes míos, logre abrir su puerta, jale al perro y me fui directo a su habitación, hice que Espartacus entrara y después cerré la puerta.

-Con esto creo que no me olvidaras Guille- dije saliendo de su casa -Por qué tuve que comenzar a sentir algo por ti- me subí a mi coche y lo encendí... Siguiente parada, hospital...

Heridas de amor "Wigettaxx  Mpreg"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora