Capítulo 20

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Narra Guillermo
No sabía si entras o volverme a casa, no tengo ánimos hoy, no tengo ganas de soportar a la pesada de Jose con la lluvia de preguntas que, seguro me haría, no he pensado ni siquiera en que le voy a decir, tal vez la mejor idea sea regresarme a casa y volver mañana, creo que es lo mejor. Metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y sentí algo, era un papel doblado, lo saque y abrí para leer.

"Guillermo, en tu libreta metí una hoja justificante, así no te afectará los días que has faltado"

Abrí mi mochila y revise cada una de mis libretas, hasta que di con el dichoso justificante. Creo que no entraré hoy, me devuelvo a casa, me giré e iba comenzar a caminar cuando escuché un grito detrás mío, -¡GUILLERMO!- y me di cuenta que estaba perdido -Alto ahí maldito chino, donde has estado estos días, y ni se te ocurra mentirme- dijo jaloneando de mi brazo, no tenía ganas de hablar, además, no debía decir nada, esas fueron sus últimas palabras, -Mira Jose, no seas pesada- dije sacándome de su agarre y seguí caminando, ella comenzó a seguirme, sabía muy bien que no me la quitaría de encima, hasta decirle algo -Guille que pasa- ahora su voz sonaba más calmada.

Yo continué caminando y ella a mi lado, estuvimos en silencio todo el camino, ella me conoce a la perfección y sabe cuándo debe o no decirme algo, cuando quiero o no hablar y sobre todo cuando pasa algo, es mi mejor amiga, la única a la que consideró como tal, amiga, y la única con quien he llegado a abrirme, la única que rara vez me ha visto llorar o enfurecer de verdad y es la única que realmente me aguanta, y no sé cómo lo hace.
Llegamos a mi casa y la puerta estaba abierta, la verdad no se me hizo nada extraño, mis padres siempre andan a las prisas y ya se me hacía extraño que no dejarán la puerta abierta, entre seguido de Jose, y al cerrar la puerta comencé a escuchar ladridos, ¿qué leches? -Guille, desde cuando tienes perro?- eso ni yo mismo lo sabía, a lo mejor se metió alguno, claro con la puerta abierta no me extraña -Algún perro se debió haber metido- le pedí que me esperara ahí, y comencé a buscar, hasta que escuche ruidos en mi habitación, abrí la puerta y vaya con qué sorpresa me encontré, -Espartacus- dije ganándome la atención del cachorro -Pero qué haces aquí- el perro bajó de la cama y corrió a saltarme encima, no negaré que me alegraba verlo, le había tomado mucho cariño, era mi acompañante cuando Samuel trabajaba. Después de hacerle algunas caricias, note que traía una nota en su collar, la quite, camine hacia la cama, me senté y comencé a leer, mientras Espartacus se acomodaba a mi lado.

-Guille, sé que estará más feliz contigo que conmigo, cuídalo bien, el también cuidará de ti, quería que tuvieras siempre algo que te recordara a mi-

Samuel quiero que sepas que eres un estúpido, pero te quiero, sigo sin comprender las cosas, sigo sin entender, sin tener una razón de su parte, otra cosa más, dijo que no volviera a su casa, que ya no lo buscara, pero, quien me lo impedía, era su palabra contra mis acciones, ¿por qué debo obedecerlo ahora que no estoy bajo su control? ¿Por qué debo hacerle caso ahora que estoy libre de hacer lo que me plazca? Ahora él ya no tiene control sobre mí, ya no me puede ordenar, no hay una maldita regla que diga que no puedo ir a buscarlo.

Salí de mi habitación seguido de Espartacus, -Guille y ese perro- dijo sorprendida mi amiga, -Podrías cuidarlo un momento por favor- ni siquiera le di tiempo a responder, cuando ya había salido de casa, comencé a caminar, fui aumentando mi paso, hasta llegar al grado de ir corriendo, es cierto que no me hundida a bien así, pero más o menos podía darme una idea por donde estaba su casa, aún era temprano así que él debería estar trabajando. Estuve como dos horas dando vueltas, hasta que di con su casa, como lo imagine esta estaba cerrada,le di la espalda y me recosté, de alguna manera debía entrar. Fue entonces cuando lo pensé, la puerta de la cocina, siempre está abierta, pero... ¿Cómo llegó ahí?, estuve una media hora o más pensándole, la barda de atrás es altísima, nunca podría treparla, aún que ahora que lo pienso, ¿para todo hay maña no?

Narra Samuel
Hoy tuve que doblar turno, son las tres de la madrugada y apenas salgo, estoy muy cansado, lo único que pasa por mi cabeza ahora es dormir, pero para mí es mejor, trabajo más y me evito el pensar en tonterías, en fin, subí a mi coche y conduje hasta casa, hice una parada por ahí para comprarme un café, en este momento me caería bien para no dormirme en el camino. Metí la llave, quite el seguro y abrí la puerta, todo estaba oscuro, me daban ganas de dejarme caer ahí mismo, camine a la cocina arrastrando los pies, tomé una lata de comida para perro, la vacíe en un recipiente y se la deje a mirada profunda.

Mi mirada ya comenzaba a nublarse, y con dificultad subí hasta mi habitación, nada más entrar me deshice de mi ropa, pretendía tomar un baño pero, ahora lo que más quería era caer en mi cama y dormir, hice a un lado las sabanas y me acosté, por fin, sentí un gran alivio, me cubrí con estas, y me giré hacia el otro lado de mi cama, -¿¡QUÉ LECHES!?- me incorporé rápidamente y prendí la lámpara que se encontraba en mi buró, al lado de la cama, en este momento todo el sueño y cansancio que sentía, habían desaparecido, no podía creerlo, ¿cómo entró?, y ¿qué leches hacia aquí?, él se sentó lentamente, tallando sus ojos, su cabello estaba desordenado y sus mejillas rosadas, dio un largo bostezo y me miró con dificultad -¿Por qué gritas?- dijo con su voz ronca, y me pregunta así como así que si por qué grito, el, que se vino a meter a mi casa, quien sabe cómo, el que debería estar haciendo preguntas aquí soy yo.

-A ver, Guillermo, ¿Qué leches haces aquí? Y ¿Cómo es que entraste?- el me miró y me dedico una sonrisa -Verás Samuel...-

Heridas de amor "Wigettaxx  Mpreg"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora