Capítulo 8

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Desperté. Lo veía todo borroso. Había una débil luz que intentaba iluminar. Tenía un horrible dolor en el brazo derecho, miré y tenía un trapo lleno de sangre alrededor de él. Estaba atada a una silla. Observé dónde me encontraba, estaba en un cuarto pequeño. Daniel, Luke y Russell estaban también atados a sillas pero ellos estaban dormidos.
Sonó algo chirriante y unos pasos acercándose.
-¡Vaya, vaya! La niña se ha despertado -dijo una voz de hombre-.
-¡Sí! ¿Quieres dormir otro ratito? -dijo otra voz también de hombre-.
Me puso un trapo lleno de cloroformo en la cara y me volví a dormir.
Pasó mucho tiempo hasta que me desperté. Abrí los ojos y vi que todos los demás estaban despiertos menos Daniel que no estaba.
-¿Dónde está Daniel? -grité-.
-Tranquilízate. Se lo han llevado -dijo Luke-.
Se escuchaban gritos. ¡Era Daniel!
-¿Qué le están haciendo? -volví a gritar-.
-¡Cállate! -dijo uno de los hombres desde otro lado-.
-Le están pegando por no decirles lo que quieren saber -dijo Luke susurrando-.
Empecé a llorar. Enseguida vinieron los dos hombres con Daniel. Tenía las manos atadas y estaba sin camisa, la cara y el cuerpo llenos de moratones y le habían roto el labio.
-¿Qué le habéis hecho? -chillé lo más alto que pude-.
Me dieron dos guantazos y me taparon la boca. Luego tiraron a Daniel al suelo. Empecé a patalear y a intentar soltarme.
-Mira otra que quiere que le demos -dijo uno de los hombres-.
A los dos hombres no se les veía la cara ya que la llevaban tapada con un pasamontañas.
-¡Estate ya quieta! -dijo el otro hombre-.
Cogió una pistola y se puso a disparar al techo.
Russell estaba muy callado, todavía no había dicho nada. Me daba la impresión de que Russell tenía algo que ver con esos tíos.
Los dos hombres se fueron. Hice varios ruiditos para intentar llamar a Luke y que me desatase. Me tiré al suelo para que sus manos pudieran quitar la cinta de mi boca. Me la consiguió quitar.
-Muchas gracias. Russell, ¿tienes alguna navaja o algo que corte? -le pregunté-.
-Me parece que sí...
Lanzó la navaja como pudo y cayó a mi lado. La cogí y corté la cuerda. Luego corté la de Luke y la de Russell y salí corriendo hacia Daniel. Le corté también la cuerda.
-¡Daniel!
No dijo nada.
-¡Por favor, di algo!
Intentó hablar pero no salió ningún sonido. Empecé otra vez a llorar y le abracé.
-Quedaos aquí ahora vuelvo -dije secándome las lágrimas-.
Encontré la puerta y salí. El pasillo era estrecho y oscuro. Esperaba que nadie me sorprendiera. Estábamos en un piso porque había muchas puertas pero no parecía que viviese nadie. Al final del pasillo se escuchaban gritos de mujer. Me acerqué un poco pero retrocedí cuando escuché una puerta cerrarse. Me volví al cuarto donde estaban los demás.
-Sentaos en vuestras sillas, creo que viene alguien.
Puse las cuerdas cortadas sobre las manos de los demás, simulando que todavía estabamos atados, yo me puse la cinta, la cuerda y me senté. En ese mismo momento entraron los dos hombres pero esta vez con otro más.
-Así que son estos... -dijo el tercer hombre pensativo-.
-Sí. No nos quieren decir ya sabes qué...
-¿Qué queréis saber? -dijo Russell-.
-Ya lo sabéis.
-No, no lo sabemos.
-¡Sí! -dijo el hombre gritando-.
El hombre le dio un bofetón pero Russell reaccionó y le metió un puñetazo.
-¡Están sueltos!
Nos levantamos y Luke y Russell se liaron a golpes con los otros hombres. Yo fui a por Daniel, le ayudé a levantarse y nos escapamos.
-¿Dónde está tu camisa? -le pregunté a Daniel en voz baja-.
-No lo sé -dijo con dificultad-.
Palpando, encontré un interruptor en la pared, lo encendí. El pasillo parecía como si no tuviera salida. Miré a Daniel y parecía que estaba peor que antes. Se escuchaban los golpes de la pelea que tenían.
Ya habíamos avanzado bastantes puertas cuando se abrió la puerta del cuarto en el que estabamos. Salieron Luke y Russell corriendo.
-¡Vamos, corred! -gritó Russell-.
-No podemos...
-¡Me da igual, corre!
Salió uno de los hombres detrás de ellos corriendo. Daniel y yo aligeramos el paso. El hombre se tropezó por el camino y allí se quedó. Llegamos al final del pasillo y había una puerta en la cual ponía EXIT, la empujamos y bajamos las largas escaleras. El edificio estaba abandonado, no había ni un alma. Salimos al patio, seguimos un camino que llevaba a una verja y la abrimos.
Di unos pañuelos a Luke y a Russell para que se limpiaran la sangre. Salimos a la calle. Ninguno teníamos ni idea de dónde estábamos. Fuimos andando por la acera, no se veía a nadie. De repente vi una silueta a lo lejos y me entusiasmé, teníamos que preguntar dónde estábamos.
Cada vez nos íbamos acercando más.
-¡Allí hay una persona! -dije-.
-Voy a hablar con la persona -dijo Russell-.
Russell aceleró el paso hasta llegar a la persona.
-Hola, disculpe, nos puede decir dónde estamos -dijo Russell-.
-Estáis en Massachusetts -contestó el otro hombre-.
-¿Cómo? No puede ser... -dijo Russell agoviándose-.
Llegamos los demás hasta donde estaban Russell y el hombre.
-Estamos en Massachusetts -nos dijo Russell aún más agoviado-.
-¿Qué? -chillé-.
El hombre estaba flipando con nosotros.
-¿Qué le ha pasado a vuestro compañero?
Le conté todo lo que había pasado menos lo de la máquina del tiempo.
-Ahora estaba yendo a mi casa, si queréis os podéis venir -ofreció el hombre-.
-Sí, por favor -supliqué-.
Empezamos a andar a dirección contraria de dónde estaba el edificio.
-En cuanto lleguemos a mi casa os curaré, habéis tenido suerte, soy médico.
-Muchas gracias -dijo Luke-.
Andamos durante cinco minutos.
Llegamos a una zona residencial más bonita y menos tenebrosa.
Su casa aparentaba ser bastante grande y acogedora.
-Por cierto -dijo el hombre- me llamo William.
-Encantado William, yo soy Russell.
-Yo su hijo Luke.
-Yo Nerea y él Daniel -dije el nombre de Daniel ya que le veía incapaz de decir nada ahora mismo.

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