Capítulo 19

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Era Nochebuena y los invitados llegaban sin parar. Yo vestía un vestido rojo. Una de las veces que llamaron al timbre fui a abrir.
-¡Russell! -grité emocionada-.
Nos abrazamos y nos dimos dos besos.
-Hola, Luke -saludé sonrojada-.
-Hola.
Me abrazó con mucha fuerza. Había cambiado mucho; las arrugas empezaban a hacerse visibles ya que tendría unos cuarenta y tres años.
-Ella es mi mujer Rose -dijo presentando a la chica que estaba a su lado-, y ella Nerea, una amiga.
-Encantada -dijo sonriente-.
-Igualmente.
Nos dimos dos besos. Les dirigí al salón dónde la mayoría de los invitados se encontraban. Mi madre salió de la cocina.
-¿Quiénes son estos? -preguntó-.
-Son mis amigos. Y tienen un nombre por si no lo sabías.
-¡Te dije que no trajeras a nadie!
-¡Pero ya están aquí y no se van a ir!
Me dio un guantazo.
-Ahora me vuelves a chillar de esa manera -dijo esfumándose-.
Me sequé las lágrimas que habían salido.
-¿No le dijiste a tu madre que íbamos a venir? -preguntó extrañado Russell-.
-Sí, pero me dijo que no trajera a nadie que ella no conociese y yo quería que viniéseis.
Daniel apareció en el salón, vestía un traje. Cuando vio a Luke se dieron la mano. Con Russell hizo lo mismo. A Rose le dio dos besos. Luego se fue con Luke a coger alguna bebida. Rose hizo amigas rápido.
-¿Qué tal Russell? -le pregunté-.
-Bien, ¿y tú?
-Bien. Has cambiado mucho... No te pareces en nada a cuando te conocí.
-Claro, ya han pasado veinticinco años -dijo riéndose-.
Russell se fue al rato con unos tíos de Daniel y me quedé sola. La música sonaba muy alto y la gente hablaba demasiado. Mi madre se pensaba que teníamos un salón inmenso y que podía invitar a cien personas. Me extrañó no ver a Rick por ningún sitio. Entré en la cocina y tampoco estaba. Entonces decidí ir a la planta de arriba. El pasillo estaba oscuro. Por debajo de la puerta del cuarto de mi madre se veía una pequeña ranura de luz. Llamé a la puerta.
-¿Rick? -pregunté con miedo-.
La puerta se abrió de pronto.
-¿Qué quieres niña? -preguntó fríamente-.
-Solo te estaba buscando... Es que como no te veía abajo pues pensé que te había pasado algo...
-Claro, claro... Como que me voy a creer que vienes solo por eso. Vienes a espiarme. ¿Quién te ha mandado?
-¿Qué? -pregunté aturdida-, ¡nadie! ¿Por qué no estás abajo?
-A ti te da igual.
-¿Qué estás haciendo?
-¡Nada, niña mocosa!
-¡Oye, te relajas!
-Anda vete sino quieres que te...
-¿Qué me que?
-¡Vete!
Cerró la puerta de un mamporro. ¿Qué estaría haciendo?
Cuando bajé Luke y Daniel se estaban emborrachando y fumando. Daniel había cambiado de una forma muy brusca. Nunca imaginé que podía llegar hasta ese punto de fumar y beber alcohol.
Me senté en el sofá. Daniel se acercó.
-¿Bailamos? -preguntó perdiendo el equilibrio-.
-No... Te voy a llevar a la cama.
Le sujeté del brazo y subimos las escaleras. Mientras cruzábamos el pasillo Rick salía de su habitación.
-¿Otra vez tú, niña? ¿Qué quieres? -preguntó desagradablemente-.
-¡Nada! ¿Te he dicho algo ahora?
-No...
-¡Pues ya está!
Entramos en la habitación de Daniel y le tumbé en la cama.
-Daniel, ponte el pijama.
-¿Eh?
-¡Qué te pongas el pijama!
-Aaah...
Empezó a desnudarse. Me sonrojé cuando se quedó en ropa interior.
-Ya está -dijo medio dormido-.
-No, te falta el pijama.
-No lo necesito.
-¡Sí lo necesitas! -le dije tirándole el pijama a la cara-.
Él lo tiró al suelo y me empujó a su lado. Comenzó a besarme, luego siguió por el cuello. Sus manos subían lentamente hasta mi pecho, y me quitó la camiseta. Me aparté enfadada.
-¿Qué haces?, no puedo... -y añadí lamentándolo- no estoy preparada... Lo siento.
-Esas mismas fueron tus palabras cuando estábamos en casa de Russell y Luke y te pedir salir. Cuando aparece Luke no quieres hacer nada porque te gusta. Desaparece y ya quieres salir conmigo.
-Pero, ¿qué dices?, -le grité enfadada- eso es mentira.
-Claro. Pero qué casualidad que las dos veces que me has dicho que no podías Luke estaba cerca.
-¿Cómo puedes decir eso? -grité mientras las lágrimas recorrían mis mejillas-.
Me fui llorando. Estuve de pie en mitad de las escaleras hasta que dejé de llorar.
No había nadie en el pasillo excepto Luke.
-Hola... -saludé-.
-¿Qué te pasa?
-Nada... Solo he discutido con Daniel pero da igual.
Me acarició una mejilla y me besó.
-¿Con que no te gusta, eh? -dijo Daniel sorprendiéndonos-.
Nos separamos ruborizados.
-Daniel, no es lo que tú crees... -empecé diciendo-.
-Sí, sí es lo que yo pienso. Hemos terminado, Nerea.
Las lágrimas surgieron otra vez.
-Lo siento yo... Solo quería sentir tus labios de nuevo sobre los míos -me dijo disculpándose Luke-.
-Tú no tienes la culpa.
Me acompañó al sofá.
-Hoy es uno de los peores días de mi vida -dije sonriendo-.
-No tienes que estar triste, ¡es Navidad! -dijo con tono tranquilizador-.
Me acerqué a donde estaba Russell.
-Russell, ¿te acuerdas que por teléfono te dije que hoy te iba a contar lo de mi padre?
-Oh, sí, sí. Cuenta, cuenta.
-Pues fui a la fecha en la que tú le ibas a matar, y claro tú no le mataste. ¡Muchas gracias! Pero luego volví al presente y mis padres andaban mal, al final se divorciaron cuando empecé las clases. Desde entonces no he vuelto a saber nada de mi padre... Mi madre comenzó a salir con el padre de Daniel y al final acabaron casándose. ¡Odio mi vida!
-No te sientas mal. No todo van a ser cosas buenas -dijo con tono tranquilizador-, ya verás como algún día todo vuelve a ser como era antes...

Se empezaron a ir los invitados. Russell, Luke y Rose decidieron irse, me despedí de ellos.
Subí las escaleras lentamente y me coloqué delante de la habitación de Daniel. Estuve un rato pensando si llamar o no. Al final, llamé.
-¿Quién es? -preguntó bordemente-.
-Yo... Nerea.
-¿Qué quieres?
-Pasar y hablar contigo.
Se abrió la puerta.
-Pasa.
Entré y me quedé de pie en medio de la habitación.
-¿Hablas o qué?
-Daniel, lo siento... Yo no quería...
-Sí, sí. Eso te lo hubieras pensado antes de hacerlo.
-Pero yo te quiero...
Se acercó y se puso delante de mí.
-¡Pues yo he dejado de quererte! -me gritó-.
Me dio un bofetón y caí al suelo. Toqué mi mejilla dolorida. Él nunca me hubiese pegado. Había sido culpa de su borrachera.
-Nerea, -se arrodilló junto a mí y me tocó el brazo- perdóname, no sé por qué lo he hecho...
-¡No me toques! Eres despreciable. ¡No te me acerques nunca!
Salí corriendo y entré en mi cuarto. Me tiré en la cama a llorar.

Al día siguiente me adentré en la habitación de mi madre y de Rick. ¡Tenía que descubrir que hacía el día anterior! Busqué el traje que había llevado esa noche en el armario. Lo descolgué. En uno de los bolsillos de la chaqueta estaba el número de teléfono de una tal Anne y una foto. La foto era de una chica, por detrás había escrito: ♥Anne♥. Rick tenía una relación con la tal Anne y lo estaba ocultando. En los pantalones había salpicones de sangre, casi eran invisibles. Los toqué, la sangre estaba ya seca.
Rick entró en el cuarto. ¡Qué inoportuno!
-¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó enfurecido-.
-Eem... Nada... Yo solo...
-¡Sal de aquí! -gritó-.
-No. Tú no me mandas. No soy tu hija.
-Sí eres mi hija. ¿O no te acuerdas que me he casado con la estúpida de tu madre?
-¡No la insultes!
Se acercó a mí precipitadamente y me intentó besar pero le di una patada en sus partes bajas. Cayó al suelo y salí.

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¡Qué tengáis un feliz año nuevo!

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